Estamos en el punto medio de la probabilidad de que ocurra una gran erupción
Signos preocupantes en el Popo
Julio César García Hernández
Para los investigadores Michel Abrams, del Jet Propulsión Laboratory, Claus Siebe y José Luis Macías, del Instituto de Geofísica de la UNAM, entre los años 1869 y 2164 se esperaría una gran erupción pliniana del Popocatépetl que destruiría asentamientos y sepultaría ciudades vecinas (Reporte al Jet Propulsión Laboratory, 1995). Ello indicaría que estamos en el punto medio de ese rango de probabilidad.
Como si confirmara el cálculo anterior, el Popo ha presentado en su actual actividad signos de comportamiento preocupante.
Aun meses antes de presentarse la primera erupción se registraron, en febrero de 1994, mil 200 toneladas de bióxido de azufre (SO) en las emanaciones del volcán. Fisher y William, de la Universidad Estatal de Arizona, consideraron que ``...el alto nivel de emisión del gas encontrado es una manifestación de reactivación asociada a un riesgo significativo de actividad magmática...'' (GVN, 1994, 19-1).
Mediante un lavado con agua destilada (lixiviación) es posible cuantificar la cantidad de sulfato, cloruro y fluoruro en las cenizas. Esta información puede utilizarse para ver si una erupción dada es realmente magmática o si se trata de una erupción freática (reacción de agua con un material caliente). Por ejemplo, las erupciones del Monte Santa Elena, ocurridas en marzo y abril de 1980, produjeron lixiviados de cenizas con bajas concentraciones de sulfato (100 ppm) y cloruro (6mil 90 ppm), así como bajas relaciones S/CI (0.06), corroborando su carácter freático. Sin embargo, durante la erupción pliniana del 18 de mayo de 1980, los lixiviados mostraron un incremento importante en sulfatos (3 mil ppm) y de cloruro (mil ppm), con relaciones entre 0.6 y 1.2, indicando un importante componente magmático, según Martín del Pozzo y otros asesores del Cenapred (1995).
Días después de la erupción del 21 de diciembre de 1994 del Popocatépetl, los investigadores citados encontraron que las concentraciones máximas en cenizas lavadas llegaron hasta 12 mil 353 ppm de sulfato y mil 83 pmm de cloruro, con una relación S/C1 de 3.72 al comienzo de la erupción. Siendo ceniza no juvenil, los valores de sulfato rebasaron más de cuatro veces los de la erupción magmática del Santa Elena, subrayando el carácter magmático del actual proceso.
Delgado y Cárdenas-González (1997), también asesores del Cenapred, tras medir un año y medio las emisiones de SO de nuestro volcán consideraban para mediados de 1996 que los niveles de expulsión de ese gas tenderían a decrecer en el futuro, pues habían llegado a 39 mil 700 toneladas diarias como máximo y 3 mil 900 como mínimo. Al compararlas con otros valores en su desgasificación pasiva (Pinatubo de 500 a 13 mil t/d y Etna de mil 26 a 25 mil t/d), resultaba que el Popo era ya, desde entonces, el más grande productor de bióxido de azufre del mundo. Sin embargo, lejos de decrecer los niveles, para enero de 1997 arrojaba 100 mil t/d de SO (Delgado, 1998).
Para Werner y otros investigadores (del Servicio Geológico de Estados Unidos, la Universidad Estatal de Arizona, el Laboratorio Nacional de Los Alamos y el Instituto de Geofísica de la UNAM, 1997), a partir de la naturaleza de los gases emitidos se observó que se realiza en el actual proceso una inyección de magma máfico (del fondo de la corteza terrestre) en un depósito con mayor cantidad de sílice, además de la incorporación de sulfato de rocas evaporistas (yeso). A partir de esa naturaleza, concluyen en su estudio: ``El volcán Popocatépetl es potencialmente devastador para las poblaciones que viven en grandes áreas de la ciudad de México''.
Víctor Kress, de la Universidad de Washington (1997) -coincidiendo con las características del proceso citado-, al analizar la erupción del volcán Pinatubo de 1991 (la segunda más violenta del siglo) propuso que ese tipo de mezcla de magmas provoca reacciones termodinámicas que liberan grandes cantidades de gas. Y concluye: ``Los eventos eruptivos han sido relativamente pequeños hasta ahora. Sin embargo, el Popocatépetl ha estado generando valores altos de SO (él toma en cuenta el máximo de 39 mil 700 y no el de 100 mil toneladas diarias), lo cual es difícil de explicar de una fuente convencional. Es temprano para sacar conclusiones, pero es evidente que la misma clase de procesos de junio de 1991 en la actividad del Pinatubo puede estarse presentando hoy en el Popocatépetl''.
Señales de peligro
El comportamiento fuera de parámetros del volcán es preocupante porque en el pasado se han manifestado explosiones gigantescas.
En la historia eruptiva del Popo existen al menos tres explosiones de dimensiones gigantes. En las tres, el depósito de rocas viajó en forma de avalancha hasta 80 kilómetros de distancia, presentando en cada una de ellas un material expulsado con volumen de 9 kilómetros cúbicos (Siebe et al, 1996). Además, se localizaron depósitos de explosiones tipo blast (de ráfagas) que por sus dimensiones son de los más grandes del mundo (Siebe et al, 1995).
Son el fenómeno volcánico más destructivo, se producen en uno o pocos minutos e involucran nubes ardientes (mezcla de gases y fragmentos de rocas) que descienden destruyendo todo a su paso y alcanzan una velocidad inicial de más de 600 km/h. Este fenómeno puede ser causado por la repentina descomposición de gases (Crandell et al, 1980). Las implicaciones de colapso repetitivo hicieron que Siebe, Delgado y Abrahms (1993) no consideraran este fenómeno como aislado sino común a la naturaleza del Popo. ``Por lo tanto, posibles colapsos del volcán deberían ser tomados en consideración en la evaluación de riesgos''.
Otra cuestión a considerar es que las grandes erupciones volcánicas del Popocatépetl son de ciclo largo, entre mil y 2 mil años las de menor intensidad (Siebe et al, 1996), lo que se convierte en un elemento de alto riesgo. Gorshkov (1963) comenta que una característica que acompaña a las explosiones blast es que se producen en volcanes de un periodo largo de reposo, que puede durara cientos o miles de años.
Varios factores indican la posibilidad de un evento eruptivo mayor: los gigantescos volúmenes de SO emanados (tanto ocasionales como el promedio), la constancia y características de los sismos, la creciente intensidad y violencia de las explosiones, la naturaleza del material acumulado en el cráter y la tendencia a la inflación del edificio volcánico, entre otros.
Aunque se ha difundido que en caso de una gran erupción el Popocatépetl daría signos previos de esa etapa crítica, el hecho de haber roto parámetros de comportamiento hace más difícil su predicción. González, Valdés, Arciniega y Pérez, asesores del Cenapred, reconocen que en ocasiones los volcanes muestran un comportamiento ``normal'' y de pronto se produce la erupción, lo cual no garantiza respuestas de última hora.
Frente al peligro comentado debe informarse a la población sobre la naturaleza del volcán y los riesgos de su actual actividad; también debe promoverse la reubicación voluntaria e inmediata, con opciones de vivienda y trabajo, de las comunidades que viven en las faldas del Popocatépetl, y no esperar el desalojo masivo frente a una eventual alarma; y por último, el Distrito Federal, el área metropolitana del estado de México y las entidades aledañas al volcán deben contar con un diagnóstico de impacto frente a una erupción, así como un plan de evacuación.
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