Lourdes Morqueho Escamilla
Marea Roja
A nivel mundial, el estudio integral de la marea roja y las microalgas tóxicas ha cobrado gran interés debido al impacto que llegan a ocasionar en la salud y los ecosistemas costeros, así como en las actividades económicas como la pesca, la acuicultura y el turismo.
La marea roja es el producto de la multiplicación acelerada y monoespecífica (producida por una sola especie) de microorganismos fotosintetizadores conocidos como microalgas, y en general ocurre cuando las condiciones ambientales (luz, temperatura y nutrientes) son favorables para su desarrollo. Esa proliferación masiva llega a concentrar millones de células por litro, al grado que colorean, gracias a los pigmentos celulares, la superficie marina de rojizo, pardo o amarillo.
En ocasiones, el impacto de la marea roja puede alcanzar niveles catastróficos, ya que algunas especies de microalgas producen potentes toxinas que, a través de la cadena trófica, llegan a acumularse en los tejidos de animales como moluscos, crustáceos y peces. Una vez que esos recursos marinos contaminados son pescados o cultivados para consumo humano, se convierten en vector de intoxicación, y ocasionan desde afecciones gastrointestinales hasta la muerte.
Desde el punto de vista ecológico, la marea roja llega a ocasionar mortandad de peces, aves y mamíferos. Asimismo, la economía de los países con actividad pesquera y turística se ve fuertemente afectada por la presencia de esas especies tóxicas, ya que ponen en riesgo la calidad de los productos pesqueros y los centros de recreación y de gran turismo pierden visitantes y popularidad. No todas las especies que desarrollan marea roja son tóxicas, algunas son inocuas y evidencian sistemas costeros altamente productivos (zonas de surgencia) o contaminados.
Para contrarrestar esos efectos, la investigación científica ha enfocado sus esfuerzos a implantar estudios interdisciplinarios que aborden y expliquen elementos como los factores ambientales y biológicos que propician el desarrollo masivo de esos organismos; la descripción e identificación de las especies involucradas; los mecanismos de producción de toxinas, toxicidad, bioacumulación y depuración, así como estudios de impacto ambiental y seguimiento en áreas sujetas a actividad pesquera y acuicultural, entre otros.
Sucesos de ese tipo ocasionaron en Oaxaca y Chiapas la intoxicación de 90 personas y la muerte de tres en 1989, mientras que en 1995 se presentaron más de 100 casos de intoxicación y un indeterminado número de muertes. En 1996, la marea roja provocó el cierre de las pesquerías de moluscos y peces en las costas de Guerrero, y trajo como consecuencia pérdidas económicas en el sector turístico y pesquero.
Ante esa situación, instituciones como el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (estación Mazatlán), el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (Cicimar-IPN), la Universidad del Mar (Umar) y el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor), entre otros, realizan investigaciones que permitan conocer cómo se desarrolla ese fenómeno en nuestras costas.
Para el caso específico del Cibnor, el grupo de Ecofisiología Marina de la División de Biología Experimental ha enfocado sus esfuerzos para definir cuáles son los factores ambientales y biológicos que propician la presencia masiva de especies con potencial tóxico en una de las principales bahías de Baja California Sur, en la que se ha registrado la presencia de especies tóxicas y la actividad de toxinas en moluscos de importancia comercial.
Ese tipo de eventos difícilmente podrán erradicarse, son procesos netamente naturales y han existido a lo largo de la historia. De hecho, La Biblia y los relatos de Alvar Núñez Cabeza de Vaca los tienen registrados. Los esfuerzos deben dirigirse a minimizar su impacto, y sólo podrá lograrse cuado exista una vinculación real entre el sector productivo, el gobierno y los centros de investigación.
Hasta la fecha, nuestra respuesta ha sido intentar atacar el problema cuando los efectos de la marea roja son evidentes, de ahí la importancia del establecimiento de programas de seguimiento en áreas susceptibles al desarrollo de especies tóxicas que incluyan el registro histórico de la ocurrencia de los eventos y la ubicación de los bancos de moluscos destinados para consumo humano; que determinen las variaciones temporales de las especies tóxicas y su relación con las variables ambientales, y que lleven a cabo un control de la toxicidad de los productos marinos, implantando adecuadamente las medidas de prevención con base en las normas nacionales e internacionales.
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