Carlos H. Avila Bello

El sur también existe

Retomo el título de un disco en el que Joan Manuel Serrat musicaliza poemas de Mario Benedetti para comentar acerca de las desafortunadas declaraciones de los gobernadores electo de Aguascalientes y constitucional de Guanajuato, Felipe González y Vicente Fox, respectivamente, en relación con que ``en el sur descansan''. Me parecen no sólo desafortunadas, sino que además reflejan actitudes excluyentes e ignorantes. Buena parte de nuestra cultura actual la originaron los hombres y mujeres que ``en el sur descansan''.

Por cultura debemos entender no sólo las zonas arqueológicas, sino toda la serie de actividades que la gente lleva a cabo y le dan sentido y razón a su vida, por ejemplo, el culto y el respeto por los muertos. Pero no sólo eso, resulta que los que ``en el sur descansan'' dieron a México y al mundo uno de los centros de origen de la agricultura más importantes, del cual surgieron plantas como el maíz, el frijol, la calabaza, el chayote, el jitomate, el chile, la jícama y el aguacate, entre otras; todo basado en la observación minuciosa, la experimentación empírica y un cuidado amoroso, procesos que en conjunto constituyen lo que Hernández X. y otros estudiosos llaman ``la ciencia tradicional''.

Pensarán esos señores que ``es cosa del pasado''. Pues no, los que ``en el sur descansan'', gracias a su necedad, siguen llevando a cabo esas prácticas. En estudios realizados recientemente en Acultzingo, Veracruz, los campesinos, al deshierbar, respetan la presencia de quelites y tomatillo silvestres, ya que son fuente alimenticia; en los huertos familiares de Córdoba, en el mismo Veracruz, los campesinos conservan hasta 103 especies vegetales diferentes de 23 familias botánicas en áreas no mayores a 500 metros cuadrados; entre ellas hemos observado que se mantienen hasta cinco variedades diferentes de chayote.

Son ``ganas de perder el tiempo'', pueden pensar. Pues tampoco, ya que el auspiciamiento de plantas silvestres contribuye a la domesticación de nuevas especies; a su vez, la conservación de diferentes variedades de un mismo cultivo es una fuente de variabilidad genética y estabilidad para el sistema, ya que se pueden encontrar plantas resistentes a diferentes plagas y enfermedades, información de suma utilidad para los agroecosistemas del norte, donde lo que predomina es la uniformidad genética.

Los que ``en el sur descansan'' también nos dan lecciones de ecología, ya que si observáramos la estructura de un huerto familiar o un cafetal nos percataríamos de que es muy similar a la de la selva. Podemos agregar, además, que reciclan el excremento proveniente de los animales domésticos. Todas esas actividades las llevan a cabo mediante el trabajo familiar, lo cual le da cohesión a la comunidad o comunidades.

Tiene razón el señor Fox en el aspecto de la ignorancia y la pobreza, pero debe recordar que la política agrícola actual se ha orientado a apoyar a los productores consolidados económicamente o con posibilidades de hacerlo; los productores pobres, que son la mayoría rural del país, salen de ese objetivo.

Lo anterior ha afectado a la investigación que se lleva a cabo en ese aspecto, de tal manera que los campesinos responden ante la presión económica brutal prácticamente solos, y en ese sentido esas respuestas son lentas.

También es importante mencionar que las pocas investigaciones que se efectúan no cuentan con suficientes recursos económicos y en algunos casos, como el del INIFAP, su fundamento filosófico, si es que existe, es muy pobre.

Me parece, de nueva cuenta, que necesitamos, todos, revisar lo que estamos haciendo: por qué, para quién, dónde y cómo lo estamos haciendo. Finalmente, el sur también existe y es fundamental para el crecimiento armónico del país.

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