Ausente, el gremio intelectual en el sepelio de Elena Garro
Mónica Mateos, enviada, Cuernavaca, Mor., 23 de agosto Ť Un ramo de rosas rojas, un ``hasta luego mamá, pronto te voy a volver a ver'', dicho por Helena Paz, luego silencio, el piar lejano de los pájaros y nada de llantos fueron el último adiós que recibió la escritora Elena Garro al ser sepultada en el cementerio Parque de la Paz, este mediodía.
Igual que durante su velorio, la mayor cantidad de personas que acudieron fueron periodistas. La comunidad intelectual brilló por su ausencia y Rafael Tovar, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, acompañado por Gerardo Estrada, José Luis Martínez y Anamari Gomiz, puntualizó que estaba allí ``representando sólo a las instituciones''.
Helena Paz no derramó una sola lágrima. Desde ayer y hasta que por fin el cuerpo de su madre fue sepultado, hizo el esfuerzo de tragarse la tristeza, de ``portarse digna''. ``Sé que mi mamá, desde el cielo me esta viendo y no le hubiera gustado que llorara; tampoco a mi papá le gustaron nunca los dramas. Por eso, a pesar de que cuando me enteré de que mi madre había muerto me puse como loca a gritar ¡no, no, no!, me acordé que a ella no le hubiera gustado que me vieran con esa actitud, no debo ser tan egoísta; sí me duele perderla, pero quiero que tanto ella como mi papá estén orgullosos de que me comporté dignamente''.
Se tambalea al andar, le tiemblan las manos, no deja de fumar ni de beber café; Rafael Tovar la recarga contra su regazo. Helena sonríe como una niña y se pone a recordar las cosas que más le gustaba hacer a la mujer a la que le dedicó su vida entera: ``Mi mamá bailaba muy bien mambo, le gustaba mucho. También cantaba mucho mejor que Lucha Reyes o Lola Beltrán, le gustaba esa de La cama de piedra, se sabía todas las de Miguel Aceves Mejía. Pero bailar es lo que más disfrutaba. Una vez, incluso, cuando me contrató un maestro para que me enseñara tap, el profesor terminó enseñándole a ella y hasta quería que fueran como el dueto de Fred Astaire y Ginger Rogers. También era buena para imitar a la gente, cuando mis papás se reunían con sus amigos intelectuales, ella bailaba, los imitaba y los divertía mucho, le pedían más''.
Luego se ensombrece su mirada, parece que ahora sí la humedad de sus ojos se desbordará, pero aprieta la mandíbula y narra la última vez que vio despierta a Elena Garro: ``Me miraba con sus ojos de perro agradecido, ¿son bellos, no? ella tenía una mirada así, de perro agradecido, tierna, luminosa, asustada. Me apretó fuerte la mano, me dijo `no me dejes hija, no te vayas'. Pero me tuve que ir a hacer unas cosas, y cuando regresé me dijeron que se había quedado dormida y ya no despertó. Desde que la hospitalizaron no he descansado, a veces veo borroso y todo se me nubla, por eso no me acordé que ya se había vencido una promesa que le hice a Dios: hace exactamente 10 años, cuando vivíamos en París, mi mamá también se enfermó gravemente, entonces me fui a una iglesia y le prometí a Dios que si la salvaba yo le iba a dedicar a mi madre 10 años de mi vida. Hoy precisamente se cumplen, no me acordé por andar preocupada, si no, le hubiera prometido por lo menos otros cinco''.
Helena Paz y Rafael Tovar decidieron que Elena Garro sería sepultada en Cuernavaca, sin homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes: ``Lo único que le pedí a Tovar, eso sí, es que le pusieran muchas flores blancas a su tumba, porque son símbolo de pureza y así fue ella siempre, alegre, pura; y flores amarillas, porque ese era su color favorito'', dice la hija de Octavio Paz, fallecido hace cuatro meses, el 19 de abril.
Muy pocos son los amigos que se acercan a darle el pésame. Rodeada por sus primos, la heredera de dos grandes escritores mexicanos dice que le escribió como 20 poemas a su ``reina''. ``Algunos están publicados, otros los tengo escritos a mano, sin traducir, porque yo escribo en francés. ¿Qué novela me gusta más de mi mamá? Cambio mucho de preferencia, primero me encantaba Los recuerdos del porvenir, pero como que ya esta muy leída. Ahorita creo que prefiero Andamos huyendo, Lola. El que no me gustaba nada era ese cuento de La semana de colores, me da miedo. Yo le preguntaba a mamá: `¿A poco sí conociste en Iguala a un brujo así?' Se reía, ya después me explicaba que todas sus historias eran en parte las experiencias que nos pasaban, pero con finales mágicos''.
En el cementerio, Helena se pone sus gafas para el sol, no suelta el brazo de Rafael Tovar. Cuando el féretro que contiene los restos de Elena Garro descienden a la fosa, le hace la señal de la cruz, toma un puñado de tierra y lo arroja diciendo, con su voz de niña abandonada, pero firme: ``Hasta luego mamá, pronto te voy a volver a ver''. Luego se vuelve hacia el presidente del CNCA y bromea: ``El espíritu de mi mamá va a ser un espíritu travieso''.
Un grupo de actores de Iguala se acerca a leer el texto con el que el año pasado la mencionada ciudad guerrerense le rindió homenaje a la autora de El día que fuimos perros. Fue la primera persona a quien Iguala le entregó las llaves de la ciudad.
El momento es aprovechado por Rafael Tovar para señalar que se difundirá aún más la obra de Garro, ``porque es un personaje único en la cultura mexicana, por el talento que se refleja de manera poética y con sentido del humor en su obra. Elena Garro es una figura fundamental y una de las más importantes del siglo XX en México. Lo único que se merece es todo nuestro respeto y cariño''.
Descanse en paz, Elena Garro.