Manuel García Urrutia
Experiencias sociales en la relación México-EU

A mediados de julio se realizó en Santa Cruz, California, un encuentro denominado ``Coaliciones Civiles Binacionales en Estados Unidos y México: Balance y Perspectivas'' para revisar experiencias en la construcción de relaciones sociales que buscan incorporar la dimensión humana al proceso de integración económica.

El encuentro es parte de un proceso binacional comenzado hace diez años, como parte del programa Diálogo México-EU y dinamizado, hace siete, trinacionalmente --con participantes canadienses--, a partir del inicio de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC). El recuento ha puesto de manifiesto la insuficiencia de las instancias creadas por el TLC con el propósito de atender asuntos laborales, ambientales y de financiamiento --para resolver problemas fronterizos y de asimetrías--, y también, el menosprecio oficial a tocar temas relativos a otras preocupaciones sociales --la migración, el respeto a los derechos humanos, la democracia, etcétera-- vinculados con el comercio.

Lo más relevante de la reunión, a mi parecer, ha sido el reconocimiento de la falta de relaciones consistentes, y los prejuicios, de ambos lados, que habían impedido el acercamiento de los movimientos sociales. La integración económica ``silenciosa'', hasta antes del TLC, caminaba sin que los sectores sociales tuvieran intercambios más allá de reproducir conductas y posiciones similares a las de nuestros gobernantes. En ese contexto, de anteponer diferencias, era imposible desarrollar pronunciamientos o estrategias conjuntas. Pocos eran los esfuerzos que se conocían en la línea de relaciones solidarias entre movimientos populares de EU y México. Por ello, su influencia en el proceso de integración era marginal o nula.

Una de las raras cosas positivas del TLC ha sido provocar el acercamiento que ha permitido, como lo ha dicho Carlos Fuentes, ``descubrir que en el norte también hay sur''. Es decir, encontrar pobres y movimientos sociales que han podido identificarse como contrapartes confiables, en ambos lados, frente a las políticas neoliberales que afectan de la misma manera --aunque no con la misma intensidad-- las expectativas de calidad de vida de los pueblos, convirtiéndose, esta lucha, en el espacio común de encuentro y convergencia de acciones por encima de otras diferencias. La integración que ha descencadenado por abajo el TLC representa la esperanza de recuperar y crear valores y alternativas para un comercio justo y, aún más, para ir desarrollando una lógica económica distinta a la que impone el capital trasnacional anteponiéndole principios mínimos que condicionen su movilidad al bienestar de las mayorías. Lo importante, dentro del balance, es que los procesos de integración y globalización, cada vez se ven menos separados de una agenda social. Si bien la iniciativa es hoy del capital y los movimientos caminan lentamente, y se han entrampado en el viejo discurso de la soberanía --confundiendo la autodeterminación con la defensa del status quo-- el análisis y la acción empiezan a cambiar, a ser más horizontales, buscando incidir en el rumbo.

De las experiencias relatadas destacan las sindicales, como la alianza de un sindicato estadunidense electricista (UE) con el Frente Auténtico del Trabajo (FAT), la lucha de la Coalición por la Justicia en las Maquiladoras, los conflictos por la libre sindicalización de migrantes en empresas freseras y de manzanas en EU. Ahí están, como testimonio, los casos llevados a las oficinas administrativas del TLC en materia laboral de Sprint y el promovido trinacionalmente en contra del ITAPSA, que ha impedido con violencia la afiliación de los trabajadores al sindicato de su preferencia. Están también los esfuerzos ambientales en la frontera, como el que se libra para impedir el establecimiento de un basurero tóxico en Sierra Blanca, Texas. Por supuesto, están las experiencias solidarias con los pueblos indígenas en Chiapas; la obtención de la doble nacionalidad y la pugna por el voto de los mexicanos que residen en el extranjero. Están las denuncias por el trato a migrantes y su explotación y el trabajo de redes que ha facilitado el conocimiento de contrapartes, dada su composición intersectorial, y la elaboración de propuestas comunes al convertirse en espacios de encuentro y reflexión. Están la observación electoral como elemento coadyuvante del proceso democrático y los intercambios entre agricultores, incluyendo experiencias comerciales. Recuerdo una de café (CNOC) con una cooperativa de helados, muy famosa en EU, Ben and Jerry.

Están la mayor coordinación y dimensión de los grupos de derechos humanos y la apertura de nuevos canales de cooperación y financiamiento para las ONG. En suma, la constancia de un nuevo actor que, como decía Luis Hernández, ha irrumpido en la escena social y aspira a incidir en la construcción de un mundo más interrelacionado sí, pero también más habitable e incluyente.