José Agustín Ortiz Pinchetti
El PRI en el 2000. ¿Sobrevivirá?

Cada día cambia la escena política y cambian también los futuros políticos de los protagonistas. El panorama para el Presidente y para su partido parece negro. Cae el peso, baja la bolsa, hay nuevas revelaciones sobre la corrupción. El presidente del PRI anuncia medidas democratizadoras. El PAN ofrece una salida política al Fobaproa, que no sólo parece ``seria'' al gobierno sino que es calificada por el PRD, el opositor más intransigente, como ``positiva''. Una solución de consenso podría aliviar la terrible tensión que está sufriendo el Presidente.

Las 14 elecciones locales de este año le han dado triunfos claros al PRI y le van a dar otros. Pero como dice Octavio Rodríguez Araujo, estos signos no implican ninguna certeza respecto de lo que va a pasar en las elecciones federales del 2000 ni para los electores ni para el país en su conjunto.

De lo que podemos estar ciertos, es que el PRI no ganará las elecciones del año 2000 si se producen dos o más de los siguientes hechos: 1) Si la popularidad del Presidente Zedillo baja a menos de 40 por ciento. 2) Si no se encuentra una solución adecuada para el rescate de la banca mexicana y/o si se precipita como un acto de desesperación la adquisición de la banca por el capital extranjero. 3) Si se desploma el peso de modo dramático en un periodo corto, digamos al doble del nivel de deslizamiento del último año. 4) Si la Bolsa Mexicana de Valores sufre un quebranto semejante al de 1987. 5) Si las indagaciones respecto del Fobaproa y el financiamiento de campaña de Zedillo hacen evidente el encubrimiento por parte del actual gobierno de megafraudes cometidos a favor de la nomenklatura mexicana, es decir, de la red de grupos de interés económico. 6) Si vuelve a frenar la economía en el último semestre de 1998 o en el año de 1999 más abajo del 2.0 del PIB. 7) Si la oposición se une en un solo bloque y ofrece un candidato único. 8) Si el PRI impone al Presidente un candidato.

Pero el PRI puede ganar las elecciones. Los cálculos opositores de su derrota ``inevitable'' son alegres. Su triunfo tendría que significar: a) Que el presidente Zedillo logre disciplinar a su partido y transmitir el poder a una persona de su confianza. b) Que el triunfo del PRI sea inobjetable, que no genere una impugnación seria. Entenderíamos por impugnación seria un fenómeno de protesta post-electoral que se extendiera por lo menos a diez de las grandes ciudades del país y que generara resistencia civil. c) Que lograra por lo menos 40 por ciento para controlar la oposición que representaría, unida, 60 por ciento. Si la oposición gana más allá de ese punto, el nuevo gobierno tendría que organizarse en coalición y el triunfo del PRI sería pírrico.

El triunfo del PRI dependería de que se reúnan casi todos estos hechos: 1) La popularidad de Zedillo superara claramente 50 por ciento. 2) Que el gobierno lograra acuerdos importantes con Estados Unidos y con las cúpulas empresariales para conjurar la crisis de final de sexenio, es decir, que el crecimiento económico fuera superior a 2.5 por ciento del PIB y que la fuga de capitales se controlara para evitar una caída en talud del peso entre octubre de 1999 y julio del 2000. 3) Que las encuestas sobre la intención de voto fueran claramente favorables al PRI desde el principio para no generar un expectativa triunfal de la oposición. 4) Que el PRI logre iniciar una pre-campaña de modo tal que cuando se inicien formalmente, lleve una clara ventaja (hasta hoy la ley electoral tiene un control apropiado para los gastos de campaña, pero endeble o pésimo por lo que toca al periodo anterior, que es el decisivo). 5) Que la oposición no logre coaligarse de modo eficaz para presentar un solo candidato a la Presidencia o al menos para defender el voto e impugnar las condiciones inequitativas con mucha anticipación al año 2000. 6) Que el PRI ofrezca o imponga un fuerte candidato alternativo al del Presidente, porque esto lo dividiría mortalmente. 7) Que los partidos de oposición tengan disputas internas respecto de sus propios candidatos suficientemente feroces como para debilitar a uno, a otro, o a ambos.

No será fácil el triunfo del PRI en el 2000. Ni necesariamente benéfica su derrota.