Antonio Gershenson
¿Hay o no una crisis?

La discusión sobre si hay o no una crisis en México depende de cómo entendamos la palabra crisis, así que lo mejor es empezar por reflexionar sobre los hechos de la vida económica reciente del país. Como es claro que las afirmaciones en el sentido de que no hay crisis se apoyan en buena medida en el hecho de que la economía del país, medida por el producto interno bruto (PIB), sigue creciendo, veamos cómo ha evolucionado este indicador.

Después de haber crecido hasta 8.6 por ciento en el segundo trimestre de 1997, en relación con el año anterior, el mencionado indicador ha bajado sostenidamente a 7.9 por ciento en el tercer trimestre de ese año y a 6.7 en el cuarto. En 1998 la baja se acentúa con las medidas recesivas como los recortes presupuestales y los retiros de dinero de la circulación por el Banco de México, asociados éstos a una tendencia al aumento en las tasas de interés. En el primer trimestre del año en curso el PIB ya sólo creció 6.6 por ciento anual y en el segundo, 4.3 por ciento.

En lo que va del tercer trimestre se han producido desajustes financieros adicionales: alzas del dólar y de los intereses en mayor grado que antes, nuevas bajas de la Bolsa Mexicana de Valores y reducción en las inversiones. Los funcionarios del sector de las finanzas ya no encuentran a quién echarle la culpa. Hace una o dos semanas el culpable era el PRD por andar divulgando información sobre el Fobaproa, y ahora ya tienen la culpa, según el declarante y su humor, Japón, Rusia o los dragones.

Si bien la polémica sobre el Fobaproa es un elemento adicional en un proceso que lleva ya más tiempo, el problema está en que el uso indebido de miles de millones de pesos o de dólares haya ocurrido, no en que se haya hablado de ello. Cuando el condenable asesinato de Colosio afectó a la economía, a nadie se le ocurrió culpar a los medios y a los testigos por haber transmitido los sucesos, tomado fotos y videos que ponían en duda la versión oficial e informado ampliamente sobre el suceso. Ahora, no se ve por qué el problema no está en los hechos ocurridos sino en hablar de ellos en público.

En cuanto a los culpables externos, los adictos a esta variante del ``yo no fui'' no toman en cuenta que no en todos los países sucedió lo mismo, y que aquellos con economías más sólidas apenas resintieron algún efecto. Las causas centrales del problema son internas, tienen que ver con el agotamiento de una política económica y con la persistencia en quererla seguir aplicando. Vienen de antes y, como lo muestran las cifras mencionadas al principio de este escrito, llevamos cinco trimestres, sin contar todavía al actual, de baja sostenida en el ritmo de crecimiento, el cual ya llegó a menos de la mitad del mayor nivel alcanzado.

Aunque aún no hay cifras negativas en las variaciones del PIB frente al mismo periodo del año anterior, es difícil conseguir trabajo no sólo para muchas personas, sino para muchas empresas, sobre todo las que trabajaban para un sector público tres veces tijereteado. Hay sectores de la economía más golpeados, y el poder de compra global ha disminuido. Con estas características, es claro que la tendencia declinante de la economía sigue y, por lo menos por un tiempo o si hay un cambio en la política económica, seguirá.

Una solución al tratamiento que deba darse al Fobaproa puede representar un alivio, por lo menos temporal. Más vale que eso se dé. En cualquier caso, los problemas de fondo deben ser atacados, si queremos volver a crecer de verdad.