Los ataques militares estadunidenses contra una fábrica de productos farmacéuticos cercana a la capital sudanesa y localidades afganas han provocado una ola de protestas en diversos ámbitos de la comunidad internacional.
Algunas reacciones de repudio, como las de Rusia y China, provienen del hecho de que el Pentágono actuó por cuenta propia, sin informar a la ONU ni a los miembros del Consejo de Seguridad, arrogándose el papel de gendarme mundial y poniendo a todos los otros gobiernos, una vez más, ante hechos consumados. Son, por lo tanto, protestas en nombre de la legalidad internacional violentada por Washington, con menosprecio incluso de sus aliados, así como por el resto de la comunidad mundial. Asimismo, en las reacciones críticas de Moscú y Pekín debe advertirse la preocupación de dos potencias que tienen intereses históricos y geopolíticos en Asia central.
En otras reclamaciones, más frías y diplomáticas pero no menos tajantes, como la de Francia, se recoge la preocupación por combatir el terrorismo a secas (por los cruentos ataques explosivos contra las embajadas estadunidenses en Kenia y en Tanzania), pero se rechaza que la respuesta correcta a tales acciones sea el terrorismo de Estado, al margen de Naciones Unidas y de las reglas de la vida civilizada.
El Departamento de Estado y el Pentágono dan muy escaso peso a la reacción internacional, la menosprecian, y de esta forma expresan una visión de la humanidad según la cual Estados Unidos es un pueblo elegido y los restantes no merecen ni ser consultados. Tal actitud puede servirle al vecino país para obtener el apoyo del gobierno fundamentalista de extrema derecha de Israel, que la comparte, pero lo lleva al aislamiento ante casi todo el resto del mundo.
Una de las más fuertes reacciones contra Washington ha sido la árabe, incluso en países con gobiernos moderados aliados a Estados Unidos, y ha dado nuevas alas al fundamentalismo islámico que el Pentágono pretende golpear.
Los bombardeos estadunidenses no han tenido en cuenta la terrible hambruna que padece parte de la población sudanesa, ni el hecho de que su acción militar es vista por el mundo islámico como semejante a las provocaciones israelíes contra Palestina. Esa arrogancia, combinada con la ignorancia de las culturas y la historia ajenas, puede tener como consecuencia una mayor radicalización y expansión de las organizaciones terroristas orientadas hacia el integrismo islámico; una posibilidad que dibujaría un escenario internacional más ominoso e incierto, el cual acentuaría las acciones violentas y pondría en jaque a los aliados de Washington en Medio Oriente y Asia central.