La Jornada 23 de agosto de 1998

De nuevo, las letras mágicas están de luto: Tovar y de Teresa

Merry Mac Masters; Mónica Mateos, enviada, y Francisco Guerrero Garro, corresponsal Ť La novelista y dramaturga Elena Garro falleció ayer en el hospital Cuernavaca, víctima de un paro cardiaco ocurrido a consecuencia de un enfisema pulmonar. El 11 de diciembre habría cumplido 78 años. Por la tarde sus restos fueron trasladados a una conocida agencia funeraria de la ciudad de Cuernavaca, Morelos, donde residía desde 1993, cuando regresó a su país natal después de un largo autoexilio en Francia.

Hoy, a las 12 horas, el cortejo fúnebre saldrá para el panteón Parque de La Paz donde su cuerpo será sepultado. Considerada por muchos como una de las escritoras más importantes de México y Latinoamérica del presente siglo, su hija y única sobreviviente, Helena Paz Garro, no quiso que se le hiciera ningún homenaje en la ciudad de México.

``Las letras mágicas de México están de luto nuevamente, ayer por Octavio Paz y hoy por Elena Garro, dos grandes del siglo XX'', lamentó el titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Rafael Tovar y de Teresa, al referirse a la muerte del Premio Nobel el pasado 19 de abril, de quien Garro fue su primera esposa.

Autora de libros como Los recuerdos del porvenir, que en 1963 recibió el Premio Xavier Villaurrutia, Garro ingresó el pasado lunes 17 al nosocomio con un cuadro fuerte de deficiencia respiratoria y cardiaca, que se complicó y derivó en el paro caridiaco, informó su médico de cabecera, Marco Aurelio Islava.

Precisó que este sábado desde las 02:00 horas sus signos vitales comenzaron a debilitarse y su corazón empezó a fallar. A las ocho de la mañana sobrevino el paro que le quitó la vida. Agregó, sin embargo, que ``murió en forma apacible, tranquila y en paz''.

El presidente del CNCA, Rafael Tovar, y la secretaria técnica de este organismo, María Cristina García Cepeda, ofrecieron sus condolencias a Helena Paz. Autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes propondrán a la hija de Octavio Paz realizar una serie de actividades con las que se recordará, en días posteriores, la vida y obra de esta destacada escritora. Tovar, así como Jorge Morales Barud, gobernador de Morelos, montaron una guardia de honor frente al féretro.

A las pocas horas del deceso de quien nunca recibió el Premio Nacional de Artes, Tovar arribó al Hospital Cuernavaca, y visiblemente consternado expresó, ``México ha perdido a la escritora contemporánea más importante del siglo XX. El país ha perdido en Octavio Paz y Elena Garro, a sus dos mejores escritores, hoy de nuevo las letras mágicas están de luto y por ellos hay que guardar un minuto de silencio''.

Igualmente, informó que como un eterno homenaje, el CNCA publicará sus obras completas y una biografía. Sobre los gastos del sepelio, indicó que correrán a cuenta del organismo a su cargo. Tovar lamentó la pérdida de Garro, a quien calificó como una gran amiga y de quien se considerá uno de los más grandes admiradores de su obra ``si bien no se le pudo hacer un homenaje o entregarle un premio, yo creo que el mejor reconocimiento es la publicitación de su obra''.

Por su parte, el gobernador Jorge Morales Barud se sumó al duelo que encierran las letras mexicanas y el mundo intelectual. Reconoció la trayectoria de la Garro, cuyo trabajo, dijo, perdurará para toda la vida, pues su legado, es ya parte de un capítulo del siglo que está por terminar.

Los gatos tienen fama de poseer nueve vidas. Elena Garro, famosa también por los innumerables meninos que la rodearon, acaba de gastar su novena.

EN EL FUNERAL

Apenas siete arreglos de flores blancas, rosas, crisantemos y margaritas, rodean el féretro donde reposan los restos de Elena Garro, ``la más grande escritora de habla hispana'', como siempre la recordará su hija Helena.

Hasta el cierre de esta edición, muy poca gente había acudido a despedirla. Apenas sus familiares cercanos, el gobernador del Estado, Jorge Morales Barud; el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), Rafael Tovar y de Teresa; el director general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Gerardo Estrada; el titular del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), José Luis Martínez, el escritor Eduardo Langagne y un par de vecinas que comentaban que la familia había tenido que comprar por la tarde un vestido para arropar el cadáver. De hecho, en la agencia Gayosso había más reporteros que dolientes.

Helena Paz, con la mirada fija en el ataúd, apoltronada en un sillón, lucía serena. Apenas un leve temblor de manos delataba su cansancio y su voz al decir ``ha sido golpe tras golpe. Este año sí que me ha ido... Primero se muere Ernst Junger, después se suicida mi mejor amiga, después, aunque te dé risa, se murió mi gato favorito, luego mi papá y ahora mi mamá, pero, ¿a poco no me veo tranquila?''.

Helena da un sorbo a su Coca Cola Lignt, suspira, pero en su rostro no se asoma ninguna lágrima, aunque sus primos tienen a la mano una caja de pañuelo desechables: ``hay que hablar de mi madre. ¡Quiero hablar de mi madre! Muchos dicen que ella es la mejor escritora de este país, pero yo diría que no sólo es la mejor escritora de habla hispana, es la mejor del mundo; es magnífica y no lo digo porque sea mi mamá, ¡eh! Es la mejor escritora del Siglo XX, del mundo. Es mucho mejor, incluso, que Virgina Wolf.

La hija de dos destacadas figuras de la literatura nacional viste de negro, pero luce muy elegante. Una pañoleta negra estampada con cadenas doradas descansa sobre sus hombres, la hace ver digna: ``Los chicos de la prensa hicieron a mi mamá, con lo cual estoy muy agradecida, porque mi madre no perteneció a ninguna mafia política ni cultural. ¡Bueno! Rafael Tovar y de Teresa la apoyó siempre, siempre, siempre, con su beca. A ella la hicieron la prensa y los estudiantes. Y como dice Junger, no hay que buscar la gloria, la gloria tiene que llegar''.

La charla se interrumpe porque los primos de Helena Paz se acercan a pedir ``que se le deje descansar, ¡mirénla cómo está!''. Helena vuelve a preguntar ``¿no me veo tranquila?'', y pide el bolígrafo para escribir el nombre de su amiga suicida, Olga George-Picot, y el de su ``padre espiritual'', Ernst Junger.

Cerca de las 21:00 horas llega Gerarda Estrada a abrazarla, a decirle que lo siente mucho. Los reporteros le preguntan al director del INBA si Elena Garro recibirá un homenaje en el Palacio de Bellas Artes, a lo cual contestó que no. Estrada dice, ``los familiares dijeron que no... El homenaje se lo haremos más tarde, de alguna manera''.

A las 22:00 los pocos dolientes se refugiaron en la cafetería, luego de que una fuerte lluvia provocó que la temperatura descendiera. Mientras tanto, en la capilla número tres, Elena Garro, sola, rodeada de olorosas flores blancas, el rumor de la lluvia y muy pocos recuerdos del porvenir.


En diciembre de 1991, el periodista Luis Enrique Ramírez publicó en La Jornada una charla que sostuvo con Elena Garro durante tres días en Cuernavaca. Estos son fragmentos de aquella entrevista con la escritora ``frágil, pálida, delgadísima, (que) lleva en su rostro la desolación como un tatuaje''. El texto completo se encuentra en el libro La muela del juicio, editado en la colección Periodismo Cultural del CNCA, en 1994.

Su relación con los campesinos:

``Para mí los indios eran gente como yo, nomás que muy pobre... Me crié entre campesinos, y no veía diferencia entre ellos y yo. Me empecé a dar cuenta de la diferencia al irme a vivir a México... Odio que traten mal a los campesinos de todo el país. Se corrió la voz, y como no tienen madre que los envuelva, acudían a mí... dormían en la biblioteca (de la residencia que compartió con Octavio Paz, en Las Lomas), en el salón, toda la casa se llenaba. Hacíamos tlacoyos para cenar todos. Los habían echado a patadas de la Casa del Agrarista, y ellos necesitaban quedarse en la capital mientras realizaban sus trámites en el Departamento Agrario. Hacían muchas barbaridades con los campesinos, ¿eh? O hacen, no sé... A mí los niños indios siempre me han ayudado. Yo tengo que hacer muchos cuentos con ellos porque siempre los encontré como ángeles de la guarda.''

El Premio Nacional de las Artes 1991

``No me parece anormal que le hayan dado el premio a Fernando del Paso. Helena (su hija) me decía: `Te lo van a dar a dar a ti', pero yo le dije no, es imposible que me lo den a mí. Pues sí, porque mire: estuve tanto tiempo desconectada, me fui se puede decir de mala manera de México, y no vine invitada por el gobierno. Así es que no, no, no, qué me van a dar a mí. Ese premio se lo dan a escritores que tienen méritos sociales, políticos y literarios.

-¿Usted no los tiene?

-Yo los únicos que podría tener serían literarios. Políticos no, ni sociales. Todo lo social que hice era contra el gobierno. Yo analizo toda mi conducta y pues no merecía el premio. Lo merece más Fernando, que es cónsul, que es muy obediente al régimen y que es muy buen escritor... se peleó con Octavio, ¿verdad?

- Esos 30 millones del premio...

-¡Hombre, me hubieran caído re bien! Pero no eran para mí...

1968:

``Lo que hizo ahora Cuauhtémoc Cárdenas, eso iba a hacer (Carlos A.) Madrazo desde aquellos años... un día, en 1968, fui con mi sobrino Paco a ver a Madrazo a su despacho en Miguel Laurent y nos topamos con una manifestación, de las primeras, la que encabezó el rector. Vimos que había muchos coches sin placas. Le pregunte a Carlitos qué estaba pasando. `Mire -me dijo-, es un complot con muchos vasos comunicantes; tenga usted mucho cuidado; no firme nada, no escriba nada, no se meta en nada porque si nos metemos, los madracistas vamos a ser los primeros chivos expiatorios'. Le prometí que no. Y pasó la manifestación. Ese es el conocimiento más grande que tengo del movimiento del 68.

Sin embargo, añade:

-Tiempo después, todavía en los inicios del movimiento, Carlos Monsiváis nos llevó a Helena y a mí a una junta en el Auditorio Che Guevara de Ciudad Universitaria. Era con líderes del movimiento y con profesores. Dos días antes Genaro Vázquez, que era guerrillero, me había mandado con una campesina unas hojitas que decían: Llamamiento de las montañas del sur a los maestros de la capital, y ahí explicaba que él también era maestro y que pedía el apoyo para su lucha. Genaro era guerrerense, era un hombre bueno. Helena llevaba esos papeles en su bolsa. Cuando empezaron a decir en la reunión que había que enjuiciar a Díaz Ordaz y a Echeverría ante la ONU por crímenes contra la humanidad, Helena pidió la palabra y dijo que estaba de acuerdo con que enjuiciara a Díaz Ordaz y a Echeverría, pero también a Barragán, el ministro de Guerra, y citó a todo el gabinete. Les quitó la máscara a muchos líderes del movimiento porque les dijo que muy izquierditas pero que todo era una movida de ellos. Y además pidió que le dieran el apoyo a Genaro Vázquez. ¡Qué barbaridad! Se soltó una desbandada...

-Ya ni te acuerdes de eso, mamá -interrumpe Helena-, porque de ahí nos...

-De ahí nos vino el desmadre -completa Elena.

Las amenazas telefónicas

``¿Elena Garro? Cabrona, hija de la chingada. Sabes muy bien quién soy, no te hagas pendeja. Ahora sí no te escapas, porque te hemos puesto una bomba que va a volar tu casa y te vas a morir tú con todo y tu hija...''

-Todo eso me dijeron. Ya me habían insultado muchas veces antes, pero yo conocía esa voz, y no pude identificarla, se me vino un borrón en la cabeza. Cuando colgó, intenté hacer una llamada de auxilio, pero el teléfono ya estaba muerto. Entonces le dije a Helena: ¡Vamonos!... Se me cayó la casa encima en 68 y aquí sigo. Otra se suicida, ¿eh?

(Selección: Mónica Mateos)