La pérdida de vidas y los destrozos causados por las lluvias de los últimos días en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, llaman a la reflexión rigurosa sobre la pérdida de sustentabilidad ambiental y social de la gigantesca metrópoli. Estamos habituados a altos niveles de contaminación atmosférica; olvidamos las miles de toneladas de basura con las que contaminamos el suelo periférico o los torrentes de aguas negras cargados de residuos peligrosos que vertimos al sistema hidráulico del centro del país; vemos con pasividad u orgullo ingenuo porque ``es desarrollo inmobiliario'', la destrucción de áreas rurales y naturales por el fraccionamiento legal o ilegal; pero nos espantamos por los incendios forestales del estiaje. Sin embargo, son componentes de un proceso de modificación y destrucción de la naturaleza, generación de fuentes incontroladas de contaminación y creación de condiciones de vulnerabilidad, construidos por ciudadanos y gobiernos durante décadas, que se muestran crudamente cuando los eventos naturales o sociales salen de los marcos aparentes de ``normalidad''. Estos desastres evidencian la pérdida de sustentabilidad ambiental y social de la ciudad de México.
Los desempleados y pobres no pueden elegir: la vivienda de empresarios privados es muy cara; la de organismos estatales, escasa. Sólo les quedan los terrenos inadecuados (barrancas, entre ellos), ocuparlos ilegalmente y construir viviendas insalubres, inseguras, vulnerables y correr los riesgos derivados. Muchos medios de comunicación, sobre todo algunos ``informadores'' de televisión, que culpan a la ``ineficiencia del actual gobierno del Distrito Federal'', no ayudan a comprender el problema ni a su solución; muestran ignorancia, superficialidad, sectarismo e interés político desestabilizador; es sospechoso su encarnizamiento contra el gobierno capitalino y su silencio respecto a los del estado de México y sus municipios conurbados, que son parte integrante del problema. Igualmente inaceptable es su ignorancia de las causas emanadas del sistema económico, social y político que ha llevado a esta crisis ecológico-social.
Ni el capitalismo con intervencionismo estatal y planeación territorial formal, carente de instrumentos reales, ni mucho menos el neoliberalismo actual, donde el Estado cede su lugar al mercado y la planeación territorial se hace discurso demagógico y decorativo, han creado condiciones para la sustentabilidad ambiental y social urbana. La ciudad ha crecido sin orden, devorando tierra, consumiendo recursos naturales crecientes, contaminando al medio ambiente, reproduciendo una estructura fragmentaria, segregada e ineficiente, con base en las decisiones individuales de empresarios de todos los sectores, sobre todo inmobiliarios, en función de la mayor ganancia posible; de las necesidades de subsistencia de los sectores populares empobrecidos; y de las políticas y programas gubernamentales, definidos sin participación ciudadana.
La ciudad es un todo, donde cada parte actúa sobre (y afecta a) las demás; pero los actores urbanos deciden sin tener en cuenta el interés colectivo y las implicaciones de sus actos sobre el todo. Aunque hay planes de desarrollo urbano, también fragmentarios, para pedazos de la gran ciudad, no existe un proyecto integrado del futuro de la ciudad y el proceso de su construcción; se trabaja sectorial, desintegradamente, sin tener en cuenta que los procesos urbanos son resultado del impacto territorial de todas las acciones económicas, sociales, políticas, culturales y demográficas que ocurren en su interior, su periferia y todo el territorio nacional, de una u otra forma relacionado.
Hoy más que nunca, a pesar del neoliberalismo o contra él, es urgente armar un proyecto futuro de ciudad y condiciones societarias para reconstruirla; el instrumento debe ser una forma muy distinta de planear y gestionar la ciudad: con base científica, flexible, integradora, eficiente y, sobre todo, democrática. Proyecto futuro y planeación democrática tienen que construirse para toda la megalópolis; no sólo para el DF. Aunque parezca utópico, es una necesidad de sobrevivencia de la ciudad, los ciudadanos y la naturaleza.