El sexo, factor clave en Washington desde el escándalo Mills en 74
David Brooks, corresponsal, Washington, 17 de agosto Ť En el principio fue sexo. ¿O fue la política? Bueno, el sexo y la política (sazonados, obviamente, con mentiras) se entremezclaron desde los inicios de este país; hasta se podría argumentar que el país nació de la unión de sexo y política.
O sea, el asunto Lewinsky no es novedoso, y Bill Clinton no fue el primero.
Algunos de los nombres mas distinguidos de la política estadunidense han sido manchados por acusaciones de actividades sexuales consideradas indebidas: Thomas Jefferson, Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy, Dwight Eisenhower, Lyndon B. Johnson, entre muchos más.
Mucho de esto nunca se manufestó públicamente en ese entonces y los medios, al parecer, eran más discretos, o tal vez los propios políticos eran más hábiles en mantener en secreto sus hazañas.
Pero durante los últimos años el sexo se ha convertido en un factor político explícito. Todo empezó con el escándalo del poderoso diputado Wilbur Mills, entonces de 65 años de edad, presidente del Comité de Formas y Procedimientos. Una madrugada de 1974, una desnudista de un antro para adultos saltó de un auto y cayó en las aguas frente al monumento a Thomas Jefferson en esta capital. En el auto se encontraba Mills borracho, y fue detenido por la policía. Mills primero negó todo, pero después admitió que había participado en una pequeña fiesta con la mujer. Fue destituido de la presidencia del comité, y, aunque fue relecto, sólo cumplió un periodo más en la Cámara.
Desde entonces ocurrieron alrededor de 10 incidentes mayores involucrando a políticos nacionales y sus deseos sexuales, lo que fue documentado recientemente por la agencia Reuters. Entre ellos figuran que en 1976 otro presidente de un comité de la Cámara, Wayne Hays, fue acusado de contratar en su oficina a una mujer que, de hecho, era su amante.
En 1980, el legislador conservador Robert Bauman fue acusado de solicitar favores sexuales de un joven de 16 años. La esposa separada de un diputado, el demócrata John Jenrette, quien renunció tras ser condenado por ofrecer sobornos, se expuso semidesnuda en Playboy, y confesó que ella y su esposo una vez tuvieron sexo en las escalinatas del Capitolio.
En 1987, los escándalos sexuales costaron la candidatura presidencial demócrata al senador Gary Hart, quien en un principio retó a la prensa a comprobar que los rumores sobre sus affaires eran ciertos. Un periódico aceptó el reto y lo fotografió ``jugando'' con la modelo Donna Rice.
Dos diputados demócratas fueron formalmente censurados por sus colegas por haber tenido sexo con dos adolescentes de 17 años que trabajaban en el Congreso. En 1990, el influyente diputado Barney Frank fue censurado por intentar ``arreglar'' multas de trafico impuestas a un amante, quien resultó ser un prostituto. En 1989, un diputado republicano fue condenado a cárcel por haber tenido sexo con una adolescente de 16 años de edad. Seis años después, un diputado demócrata fue a la cárcel por el mismo delito.
En 1995, el senador Bob Packwood renunció antes de ser expulsado de la cámara alta por hostigar sexualmente a mujeres que trabajaban en su oficina. La controversia sobre acusaciones de hostigamiento sexual por el ahora juez de la Suprema Corte Clarence Thomas casi le costó su carrera.
La presidencia de Clinton tuvo un fondo sexual desde su candidatura en 1992, cuando Gennifer Flowers declaró haber sido amante del gobernador demócrata, cosa que Clinton negó primero y después admitió. A ello siguieron las acusaciones de acoso sexual de Paula Jones, que llevaron a lo ocurrido hoy: el escándalo de la relación con Monica Lewinsky. Es evidente que en la historia política estadunidense hay manchas sexuales en más lugares que el vestido de Lewinsky en esta capital. ¿Estará enterado el FBI?