ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Sometido durante largo tiempo al más tradicional ejercicio cetemista del poder, Nayarit no parece caminar al mismo ritmo que el país en materia de transición democrática.

Políticamente atrasada, socialmente controlada, económicamente estancada, la entidad (sujeta a concesión corporativa en favor de Rigoberto Ochoa Zaragoza) se encamina a un relevo en el poder que, por los indicios disponibles, ofrece pocas expectativas de cambios verdaderos.

Sin presencia nacional, gobernada con demagogia y altisonancia verbal, sometida a la cultura política priísta más añeja y asfixiante, la tierra nayarita ni siquiera tiene, como otras entidades, la esperanza de que los comicios de julio de 1999 pudiesen abrir un resquicio por el cual se colase una opción viable de alternancia en el poder.

De hecho, en este momento hay un abanico de siete políticos priístas (cuyos punteros podrían en dado caso significar una modificación en el elenco de actores políticos, pero no un proyecto político distinto, moderno, abierto, de transformaciones reales) y, en el colmo del surrealismo nayarita, como único opositor real, al hombre más rico del estado, un ex militante que supo combinar la docena de años que fue secretario de Finanzas en dos periodos consecutivos de gobierno estatal con el éxito de sus negocios personales.

Los priístas explícitos

Son siete los priístas hasta hoy mencionados oficialmente como precandidatos a la gubernatura de Nayarit, y de cada uno de ellos se da cuenta a continuación:

Alvaro Vallarta Ceceña, al igual que José Antonio Valdivia en Baja California Sur, es general y senador. Vallarta preside la Comisión de Defensa Nacional del Senado, y sus posturas políticas son ortodoxas en los planos castrense y partidista. En una entidad como Nayarit, donde la pelea interna de los priístas no es enconada y se podrá maniobrar para sacar adelante al candidato tricolor deseado sin riesgos de fracturas peligrosas, el general y senador es visto con grandes posibilidades. En su favor tiene una amplia familia que participa en política, sobre todo su hermano Lucas Vallarta Robles, quien ha sido alcalde del municipio de Santiago, dos veces diputado local, presidente del PRI estatal y tal vez el único político nayarita que no milita en las dos corrientes esenciales del priísmo local que son la emilista, vigente y fuerte a pesar de que su fundador, Emilio M. González, ya ha fallecido, y la celsista, de Celso H. Delgado. Además, Vallarta se ha posicionado como una opción para los adversarios, desplazados y resentidos que cuidadosamente ha cultivado Ochoa Zaragoza en cinco años de absolutismo.

Por el bando del continuismo está otro de los dos punteros: Félix Torres Haro, actual presidente municipal (por segunda ocasión) de Tepic, quien antes ha sido diputado local y federal y secretario general de Gobierno. Desde ahora se mueve con todo el apoyo económico y político del gobierno estatal, y en su derredor se congregan las fuerzas que desean mantener vigente el llamado emilismo. Dados los estragos que Ochoa Zaragoza ha cometido en la entidad, parecería natural que la idea de continuidad tuviese rechazo de entrada, pero frente a una oposición débil, infiltrada y adulterada por el echevarrismo, y sin riesgo real de derrota electoral, el PRI podría optar sin problemas por postular a Torres Haro.

Aparte de esos dos personajes principales, y con una visión distinta de la política, están José Luis Medina Aguiar y Antonio Chumacero Gómez. Ambos tienen una formación intelectual distinta a la dominante en Nayarit, relaciones con hombres importantes de nivel nacional y, por otro lado, desarraigo y una débil inserción en la política local.

Medina Aguiar es senador. Su padre fue gobernador del estado y tuvo su momento de mayor fuerza con Luis Donaldo Colosio, en cuyo equipo de trabajo participó. Actualmente se le relaciona con Carlos Rojas. Se le considera preparado, ``intelectual'' (con la carga peyorativa que ello puede significar en la tierra del gran Rigoberto, que apenas terminó la primaria).

Chumacero Gómez acaba de renunciar a la tesorería del Instituto Nacional Indigenista. Antes había sido senador suplente de otro celsista, Salvador Sánchez Vázquez, y secretario de Planeación y Desarrollo del gobierno estatal.

Luego hay otra terna de aspirantes, que más bien parecen atenidos a circunstancias coyunturales que a la batalla directa: el citado Sánchez Vázquez, Liberato Montenegro Villa y Miguel Angel Navarro Quintero.

Sánchez Vázquez tiene una carrera política y administrativa importante. Ha sido diputado federal en dos ocasiones, una de ellas a la fecha, y senador. Es la carta fuerte del grupo celsista pero, por edad y falta de fuerza real, parece más esperanzado en jugar al tercero en discordia que en pelear abiertamente la candidatura.

Liberato Montenegro Villa ha sido el cacique magisterial de Nayarit. Su hijo, Gerardo Montenegro Ibarra, es actualmente el secretario general de la sección 20 del SNTE. Con todo y que en Nayarit se podrían cometer muchas pifias, no parece haber ninguna posibilidad real para don Liberato, más que la de presionar para conseguir prebendas para su grupo.

Miguel Angel Navarro Quintero tiene a su favor el único hecho de ser, o parecer, amigo del secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente. Es diputado federal, y el político de la familia es uno de sus hermanos, quien ha sido presidente estatal del PRI y alcalde.

Y aunque usted no lo crea...

Pero donde la tragedia nayarita se muestra en toda su dimensión es en el plano opositor. El PAN no cuenta con un aspirante que dé la talla. Tiene al único presidente municipal de oposición, Salvador Muñoz, quien gobierna Ixtlán del Río, pero él parece preferir la búsqueda de una diputación federal para el 2000. En el PRD, mientras tanto...

En Antonio Echevarría encarnan los hechos y circunstancias contra los que el PRD dice teóricamente luchar. En el peor de los pragmatismos, un partido con congruencia política no permitiría que candidaturas como las de don Antonio prosperaran. Pero lo cierto es que hoy, en ese laxo y pervertido terreno de las ambiciones electorales, el PRD considera que con este personaje podría ganar y, por tal motivo, le está entregando el registro para que compita por la gubernatura.

Echevarría es dueño de tantos negocios y empresas que los nayaritas lo etiquetan como el hombre más rico de la entidad. (La Coca Cola se está revelando como la bebida gaseosa más productiva en cuanto a aspirantes al poder: Jaime Castrejón, en Guerrero, y Echevarría, en Nayarit, son dis- tribuidores de ese refresco. En el PAN, Vicente Fox fue ejecutivo de esa firma.) Luego de su docenio a cargo de los dineros públicos, don Antonio fue secretario general de Ochoa Zaragoza durante los primeros años de su gobierno. Hace unos meses, el olfato de Echevarría le hizo entender que don Rigoberto lo vetaría en su aspiración de ser gobernador y, hábil, se convirtió en opositor que hoy es virtual candidato por PRD, PVEM, PT y un partido local.

Pero la fortuna de Echevarría creció al mismo tiempo que era secretario de Finanzas de los gobiernos del militar Rogelio Flores Curiel (de nefasta memoria para los grupos de izquierda, entre ellos, se supondría, el PRD) y el cetemista Emilio M. González. Nadie podría hoy demostrar judicialmente que la prosperidad del empresario Echevarría se dio gracias a los favores del secretario Echevarría, pero ese conflicto de intereses ha sido causa de enérgicas descalificaciones perredistas de personajes que como, por citar un clásico, Carlos Hank González han combinado las funciones del negociante con las del funcionario.

Un panorama árido

Sin embargo, no parece haber opciones en Nayarit. Cualquier priísta parecería ofrecer mejores expectativas que don Rigoberto, pero difícilmente se podría pensar en posibilidades reales de cambio. El PAN no tiene presencia y el PRD está subastando sus siglas a quien es, indudablemente, el mejor postor.

¡Ah, esta columna olvidaba decir que hoy don Rigoberto rinde su quinto Informe de Gobierno!