Fernando Benítez
Pobreza ancestral

Mi primer libro sobre los indios de México, Viaje a la Tarahumara, fue publicado hace 31 años. No sólo los niños estaban hambrientos, sino sus padres y sus madres. Los ladinos eran los dueños de tiendas muy bien abastecidas donde se vendían armas, maíz o frijol a muy altos precios.

El gran negocio era la madera; desde el aire se veían pilas de tablones recién cortados, que parecían edificios de una ciudad. Me admiró el valor del director del Centro Tarahumara, Francisco Plancarte, sabio antropólogo y hombre de acción, que se enfrentaba a los ladinos y siempre luchó por que los bosques de los indios les pertenecieran a ellos. Y también me asombró el trabajo del joven médico del centro. Ortiz, uno de tantos médicos que emprendían a diario minúsculas batallas contra la enfermedad y contra la muerte, pero anhelando siempre poder prevenir mejor los padecimientos y atacar el mal en sus raíces.

Podríamos decir que a cuarenta años de celebrado el quinto Congreso Tarahumara y presentadas sus conclusiones al entonces candidato a la presidencia Adolfo López Mateos, las viejas quejas de los indios siguen vigentes:

``Seguiremos sufriendo el despojo de nuestras tierras.''

``Se cometen atropellos en nuestros hogares.''

``Se nos roban nuestros escasos bienes y nuestro ganado.''

``No se cumple con la obligación de pagar el salario mínimo, ni con la jornada de ocho horas.''

``Muchas autoridades regionales, lejos de hacernos justicia, protegen a los que nos desalojan, nos maltratan, nos engañan y nos roban.''

``Queremos que se designen autoridades honestas, que sientan y entiendan nuestros problemas.''

``Solamente pedimos justicia.''

Esa justicia nunca se les ha dado y el resultado es el hambre no sólo de los tarahumaras, sino de todos los indios de México. El presidente Zedillo visitó la Tarahumara y ha reconocido que aún no se ha podido erradicar la pobreza entre tarahumaras y tepehuanes; entregó un hospital regional y, como él mismo lo mencionó, la demanda de la población para que se construyera el hospital tenía 30 años, casi los mismos que tiene de escrito mi libro. Eso prueba que la situación de los tarahumaras no ha mejorado gran cosa.