Los derrumbes económicos se suceden y hasta ahora el yuan y el dólar de Hong Kong, a éste ligado, son como los diques sobre el Yangtsé, una última barrera agrietada que impide una catastrófica inundación. Como lo han declarado sus autoridades, el Fondo Monetario Internacional cuenta sólo con 15 mil millones de dólares para tapar los agujeros de ese gruyre que es la economía mundial. Mientras tanto, sigue tirando miles de millones de dólares en la economafia rusa y no está tan lejano el día en que deba arrojar un salvavidas pequeñito, pequeñito, a Brasil, Argentina, Venezuela o incluso México, porque para los demás, los chicos, no hay nada y, como en el Titanic, se deben salvar sólo los más ricos. ¿Qué sucederá si el patatús se generaliza, con un sistema financiero internacional totalmente desestabilizado y con un FMI agotado en sus funciones y exangüe?
La burbuja financiera internacional, en efecto, parece a punto de estallar y mientras la producción mundial en los 15 años que van de 1982 a 1997 (los de la mundialización) aumentó 3.5%, las bolsas tuvieron un crecimiento de 17% y existe una sobrevaluación financiera de 1000%. ¿Hasta cuándo? Hasta ahora China ha quemado miles de millones de dólares para sostener su paridad. No le conviene devaluar porque depende del ingreso masivo de capitales extranjeros para enfrentar su recalentamiento y los efectos sociales de su enorme crecimiento y porque cifra todos sus planes de desarrollo en el aporte de dinero y de tecnología del exterior, pero ``a la fuerza ahorcan'' y se podría ver obligada a hacerlo ya que sus inmensas reservas en dólares no son inagotables.
En tal caso la devaluación de los activos de las empresas extranjeras que encontraron en el Imperio del Medio la gallina de los huevos de oro no sólo alejaría de China nuevos capitales, sino que provocaría una fuga masiva de muchos capitales ya instalados. Una devaluación del yuan, además, traería aparejada la del rublo y dicha fuga se reproduciría en Rusia, aunque en proporciones menores. Las pérdidas se contarían entonces mundialmente por cientos de miles de millones de dólares y el derrumbe de las acciones de las grandes empresas estadunidenses o japonesas (la Boeing tuvo ya un colapso porque no vende ya sus aviones en Asia) sería espectacular. Ya los exportadores europeos (Alemania, Italia) han visto disminuir su producción y la economía de Estados Unidos detuvo su crecimiento. ¿Qué pasaría si el yuan no resiste el embate de la marea o si una crecida del Yangtsé (las inundaciones ya le costaron a China 24 mil millones de dólares) provoca un desastre tan grande que Pekín no puede seguir tirando al mercado millones de dólares para sostener su moneda? ¿Y qué pasaría si Brasil devaluara, arrastrando a Argentina? ¿O si se enfriara tanto la economía de Estados Unidos que congelara a México? En la hora de la búsqueda de realizaciones y de liquidez, ¿qué pasaría con la especulación bursátil? En todas las grandes crisis mundiales los países latinoamericanos se salvaron por su atraso, por la fuerte proporción de sus habitantes que vivían del sector agrícola. Incluso se vieron estimulados a la industrialización al hundirse los grandes países industriales. Pero ahora su agricultura no está basada en el mercado interno, su población es urbana, su consumo depende de las importaciones. Además, todo lo privatizable ha sido casi regalado y buena parte del ahorro nacional integra el capital financiero y está en el exterior. Una crisis mundial que se sume a la actual crisis económica, social, política y moral de los círculos gobernantes de muchos de estos países, impotentes y manchados por continuos escándalos, podría tener consecuencias sin precedentes. ¿Cuántos Chiapas podrían surgir entonces, cada uno con sus propias características, pero todos con la misma voluntad de cambio? ¿Es sensato seguir pensando en términos de plazos electorales para 1999 o el 2000 sin hacer previsiones, elaborar diversos guiones, prepararse para otras eventualidades? ¿Es lógico, como hizo la Alianza opositora argentina, que defiende la política económica oficial, no pensar ni siquiera teóricamente en alternativas? ¿ No ha llegado acaso el momento de tomar medidas de sostén del mercado interno, de distensión social y política, para preparar por lo menos el paraguas antes de que el nubarrón se transforme en lluvias torrenciales?