La Jornada domingo 16 de agosto de 1998

ABERRANTE CULTO A LA VIOLENCIA

En casos como el del atentado perpetrado ayer en Omahg, Irlanda del Norte, con la fría determinación de matar o mutilar al mayor número de personas posible y de hacer volar por los aires el proceso de paz en curso, se justifica la idea --en otros casos falsa-- sobre los ``opuestos extremismos''.

En efecto, una mayoría aplastante de la población del Ulster, tanto católica como protestante, votó por la paz y por soluciones políticas y de compromiso para alcanzar, a la vez, el retiro de las tropas inglesas y del cese al fuego duradero. A esa decisión democrática y legítima se opusieron algunos miembros fanáticos y terroristas del Ejército Republicano Irlandés --que rompieron con éste y con el partido Sinn Fein acusándolos de colaboracionismo con los británicos-- y también facciones ultrarradicales de la derecha protestante, que mantienen el terrorismo para hacer ingobernable la región e impedir la partida de los efectivos militares que Londres mantiene en el norte de Irlanda.

Ambos sectores terroristas se oponen entre sí, pero coinciden en violar la voluntad de la población y, por diferentes motivos, en lograr que se mantengan la presencia militar británica y una situación de guerra abierta en la que sea imposible el diálogo entre las dos comunidades y todos deban definirse, de forma intolerante y excluyente, por unos o por otros. Esa lógica aberrante que lleva a atribuirse la representación de un pueblo o de una parte del mismo mientras se le asesina y se le niega violentamente su voluntad es propia del fanatismo religioso de siglos que se creían lejanos --tiempos en que los fieles, para salvar las almas ajenas, estaban dispuestos a terribles violencias sobre sus cuerpos e incluso hasta a eliminarlos-- y de los regímenes totalitarios de este siglo que, en aras de una unidad étnica o ideológica, destruyeron sistemáticamente a sus propios pueblos y sociedades. La reaparición de esta barbarie fundamentalista en Europa, primero en la ex Yugoslavia y ahora en Irlanda, es elocuente. La misma civilización está en peligro, porque negar la humanidad del otro y asumir para sí mismo el papel de profeta y juez de una ``verdad'' que debe ser impuesta a sangre y fuego conduce a un retroceso terrible a la barbarie.

Pero cualquiera que fuere el criminal, la lógica de la violencia primitiva es la misma e igualmente repudiables e infames son sus motivaciones. Sólo la paz puede llevar a la paz y no hay verdad ni progreso sin ella y sin dar la palabra a la razón y al consenso democrático en lugar de a las armas. Las creencias religiosas o las causas políticas que recurren al terrorismo y al sacrificio de víctimas inocentes se oponen a la más elemental civilización porque ésta se basa en el respeto de los otros, de los diferentes.