Sólo en la superficie son distintos los problemas más obvios del México moderno: Chiapas y Fobaproa. En el fondo tienen muchos puntos de contacto, así en causas como en soluciones. Y es bueno saberlo para que la superación de tales problemas, lejos de dispersar energías, puedan sumarse.
A final de cuentas, Chiapas y Fobaproa se encuentran en el epicentro de la transición hacia la democracia o, en su defecto, hacia el peor de los autoritarismos. De la forma como se resuelvan ambos problemas dependerá el final de la famosa transición. Si no se atienden las raíces de la insurrección zapatista, tarde o temprano tendremos nuevas rebeliones que permitirán hablar de todo menos de normalidad democrática. Y si no se evitan desastres como el Fobaproa, de nada servirá o a nadie importará tener un sistema vigoroso-de-partidos, o un Congreso independiente o, inclusive, elecciones-limpias-y-competidas.
Con la antidemocracia como tronco común, las ramas de Chiapas y Fobaproa son múltiples. La vez pasada ya vimos las referentes a la violación sistemática del estado de derecho y, en el mejor de los casos, la aplicación arbitraria de un sistema normativo ora elitista ora dictatorial. Muy ligado a ello está el problema de los fraudes crónicos y la impunidad ya clásica. Si algo significa Fobaproa, es fraude financiero equivalente a un delito de lesa patria y colosal fábrica de impunidades. Y si algo explica el levantamiento en Chiapas, es el fraude étnico y cultural (también conocido como racismo) perpetrado contra los pueblos indios de México desde que éste nació como ``país de iguales''. Nada sino la impunidad ha permitido que dicho fraude se perpetúe, ahora por medios tan sofisticados como la iniciativa presidencial sobre derechos y cultura indígenas que, al traicionar los acuerdos de San Andrés, impide la paz.
Cerca aflora el problema del Estado-irresponsable, nutrido de lacras como su incapacidad para rendir cuentas, la falta de transparencia y el encubrimiento. De ejemplos a cuenta del Fobaproa están tapizadas estos días las páginas de los periódicos serios. Con un poco de perspicacia, también pueden encontrarse en Chiapas. A más de cuatro años del conflicto, el gobierno simplemente no puede rendir cuentas claras ni convincentes sobre su ``estrategia de paz''. Prefiere el encubrimiento de gravísimas fechorías (Acteal, virtual asesinato de la Conai, estado de sitio contra comunidades) y conspicuos malhechores (bandas paramilitares, gobernadores espurios, mercaderes de la desinformación).
Luego aparece el problema de la corrupción, muy ligado al de un gobierno tan antidemocrático como elitista. Porque la corrupción empieza ahí donde un gobierno comprometido a gobernar para todos, lo hace para pocos. ¿Con cuántas corruptelas y prebendas para los empresarios poderosos y desfalcos para la gente indefensa está tejido el Fobaproa? La verdad es que bien podría llamársele el Robatoda, porque despoja a toda la sociedad; y no sólo de dinero, sino de toda esperanza en una vida decorosa y en un país regido con un mínimo de moralidad. Chiapas no se queda atrás. ¿Quién se ha robado tanto dinero de los contribuyentes dizque destinado a aliviar la pobreza en esa entidad? ¿Cuánto tiempo más se gobernará a favor de terratenientes y caciques sin importar las insurrecciones que así se provocan?
Por si fuera poco, Chiapas y Fobaproa también comparten los estragos de una propaganda casi fascista, en la que sólo la verdad del gobierno vale y tal verdad suele ser pura mentira. Así, sólo es posible una democracia pinochetiana: no sólo por Pinochet sino por Pinocho. Comparten, pues, el estatuto de guerra: Chiapas, guerra (para)militar; Fobaproa, guerra burocrático-financiera. En ambos casos, guerra contra la transición a la democracia.
Pero la sociedad mexicana sabe de guerras y ya vuelve a guerrear. No está dispuesta a dejarse más. Gracias a su pujanza, la transición todavía camina. En Chiapas y en Fobaproa, la mayoría exige negociaciones transparentes que fructifiquen en reformas lo suficientemente profundas para que no vuelva a darse un levantamiento armado ni un Fobaburla.
Y ya está la mesa puesta para el primer ingrediente de cualquier democracia seria: consultas a la sociedad, como las promovidas por el PRD (Fobaproa) y el EZLN (Chiapas). Porque la antidemocracia es la fuente común de ambos problemas, no hay más solución que una misma lucha, de toda la sociedad, en pos de la democracia.