El título de esta nota es también el título general del programa ofrecido el miércoles pasado por el grupo de música nueva Aguavá, dirigido por Carmen Téllez, en la sala Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes. Como suele ocurrir con frecuencia, gracias a la apatía o la ineficiencia de quienes debieran encargarse de la difusión de este tipo de actividades, el concierto de Aguavá tuvo una muy pobre promoción, lo que dio por resultado una escasa asistencia. Me pregunto retóricamente si un programa que incluye a Takemitsu, Webern y Lavista no es suficientemente atractivo como para convocar a un público más numeroso. Quienes no asistieron porque no tuvieron cómo enterarse de la presentación de Aguavá, se perdieron una interesante velada musical. He aquí la reseña de lo escuchado esa noche.
Al margen de las condiciones de su encargo y de sus asociaciones ambientalistas y ecologistas (estimables en sí mismas pero finalmente anecdóticas), la pieza titulada Toward the sea (Hacia el mar), de Toru Takemitsu, es un ejemplo más de los alcances poéticos de la música del gran compositor japonés. Flauta baja y guitarra es su austera dotación, y con ella Takemitsu logra un discurso evocativo, cristalino y puro, cuya sobriedad no contradice su espíritu plenamente moderno. Dicho de otra manera, Takemitsu construye esta pieza sin utilizar ningún modo contemporáneo de producción sonora en los instrumentos, a pesar de lo cual logra un discurso que es, inconfundiblemente, de hoy, de mañana, de siempre.
Se realizó durante estos Itinerarios de la Noche el estreno mundial de La espera, del argentino Gerardo Dirié, quien es miembro del grupo Aguavá. Voces e instrumentos son combinados aquí en una continuidad musical diversa y diversificada, ecléctica y llena de referencias sonoras y culturales múltiples. Declamación y canto, monodia y polifonía, canturreo y vocalización sin texto son los procedimientos utilizados por Dirié en esta exploración suya sobre distintos modos de esperar y de percibir la espera. Cualidad particular de esta obra es su gran variedad de humores (moods sería la palabra inglesa más precisa para definirlo).
Se interpretaron después las fugaces Tres canciones para soprano, clarinete y guitarra, de Anton Webern, concisas y depuradas como toda su música, y caracterizadas por el empleo reiterativo del registro agudo del clarinete, cuyas interjecciones añaden a la obra momentos que pudieran ser calificados como de miniparoxismos expresivos.
Cary Boyce también es miembro del ensamble Aguavá, y suya es la pieza Noche oscura (basada en San Juan de la Cruz), que se interpretó en estreno mundial. Aquí, el compositor ha intentado, con distintos grados de éxito, dar a su discurso musical una identificación estilística precisa, referida directamente a los textos que utiliza, con base en el uso de ciertos recursos melódicos, armónicos y expresivos arcaizantes. Hay en esta Noche oscura algunos momentos en que las texturas vocales son muy atractivas, y un discreto y efectivo uso de ciertos procedimientos melismáticos.
La segunda parte del programa estuvo dedicada a la ejecución de la nueva versión de la Misa a Nuestra Señora del Consuelo, de Mario Lavista. Compuesta originalmente como una misa para coro mixto a capella, ha sido transformada por el propio compositor en una misa para voces solistas e instrumentos. Inspirada en misas y procedimientos musicales añejos, esta misa de Mario Lavista representa la culminación lógica de una serie de obras suyas en las que el elemento religioso está latente. Habiendo escuchado ambas versiones de la obra, puedo afirmar que si bien esta nueva conserva plenamente todos sus rasgos de identidad, tanto en el ámbito de lo contemplativo como en lo dramático, la pureza de la misa a capella es más evocativa, y su impacto sonoro más contundente.
Concluyo esta reseña retomando el tema del principio. Cuando uno asiste a un concierto escasamente habitado, y conoce al 90 por ciento de los asistentes, es claro que se trata de un concierto para los cuates, realizado y promovido más por compromiso e inercia que por vocación de difusión musical. Lástima, porque el repertorio y la calidad del ensamble Aguavá merecían un mejor trato y una mayor promoción y difusión.