Por fortuna, los tímidos intentos por hablar de lo políticamente correcto, a la manera estadunidense, no prosperaron, lo que nos quita, a quienes expresamos públicamente una opinión, un motivo más para la duda. Yo prefiero hablar de lo éticamente correcto aunque en ocasiones lo haga a contrapelo de muchas certezas acumuladas. Sería ahora el caso, en que la embestida de un escritor contra un funcionario debería hacer que todos --casi por costumbre-- nos pusiéramos de parte del escritor. Me refiero al escándalo que el novelista Fernando del Paso arma en contra de Mario Espinosa. Ataca por igual a Rafael Tovar y de Teresa, Sergio Vela y Gerardo Estrada quienes, al parecer, prefirieron tender ramos de olivo al iracundo autor que los había insultado gravemente. Esto es penoso y preocupante porque abre la posibilidad de que una persona acumule tanto poder que ponga en jaque a las más altas autoridades culturales del país y, lo que es peor, sus proyectos nacionales: aunque La muerte se fue a Granada tenga todas las excelencias que le atribuye su autor, la singular arrogancia de Del Paso está mal encausada. Menos mal que no dio la lista de los 22 directores que ofrecieron dirigir su obra, porque hubiera sido exhibirlos inútilmente tras interesarlos de balde.
El trato que mantengo con Tovar, Estrada y Vela es cortés aunque muy lejano; ellos sabrán cómo manejar los dimes y diretes en que se ha convertido el triste asunto. Conozco la versión de Mario Espinosa, pero tampoco me voy a adentrar en ella, porque ignoro hasta qué punto sea confidencial. Sé que lo elegante es hablar bien de un funcionario cuando éste deja su cargo, pero la desproporcionada respuesta que han tenido los ataques de Fernando del Paso hacen temer --y en esto concuerdo con muchas personas del medio teatral que se encuentran muy indignadas-- que los apoyos que ha tenido Mario Espinosa para llevar a cabo sus proyectos no sean tan amplios como lo han sido hasta ahora. De estos proyectos es de los que quiero escribir, porque si bien he tenido amistad con teatristas que llegaron a dirigir el departamento de Teatro del INBA, a Mario lo conocí, y entablé amistad y lo respeté cada vez más, siendo ya funcionario.
Cuando Mario Espinosa estuvo al frente del teatro del IMSS, ideó varios proyectos, dos de los cuales ampliaría al llegar a la Coordinación Nacional de Teatro del INBA, de la que había sido funcionario menor durante la gestión de Alejandro Luna. En el IMSS impulsó coinversiones que lograron para los teatristas infinidad de escenificaciones que de otro modo no hubieran sido posibles. Los proyectos se daban a leer a dos personas, cruzando así opinión; yo fui una de esos lectores y así conocí a Espinosa. El año de la última coproducción fui también jurado y allí empezó mi simpatía por el joven teatrista y funcionario. Ese año no había presupuesto más que para 10 coinversiones, pero Espinosa logró gestionar los dineros para que se lograran cuatro más --que favorecerían a muchos otros colegas suyos, los que el jurado escogiera--. Lo hizo por apoyar, por verdadero amor al teatro.
Ya desde entonces tenía un proyecto que salvaría a los teatros del IMSS en riesgo de ser vendidos a la iniciativa privada. Con el apoyo de funcionarios sensibles del propio Seguro Social, y ya siendo coordinador de Teatro en el INBA, logró que se ofrecieran en comodato o bien en alquiler a grupos con un proyecto definido y supervisado por gente de diferentes tendencias teatrales, que darían un fallo acerca del destino de esos inmuebles. El beneficio de esta medida se ha dejado sentir de inmediato, sobre todo en los estados, donde los grupos elegidos han dejado atrás el amateurismo para tener un verdadero compromiso profesional.
También hacia los estados amplió un proyecto que ya había iniciado en el Seguro Social. El de dar funciones de teatro escolar con los teatristas de provincia apoyados y asesorados por actores, directores y escenógrafos de amplia trayectoria, con una producción muy digna del propio INBA. Los escolares, así, han visto teatro de buena calidad. La gente de teatro en provincia ha visto crecer sus conocimientos y expectativas, lo que poco a poco irá mejorando los montajes, no siempre buenos, que se hacen en los estados. Por otra parte, la Muestra Nacional de Teatro, generosa iniciativa que Víctor Sandoval tuvo con el apoyo de José Solé, ya daba muestras de agotamiento; Mario Espinosa, de acuerdo con los resultados de una convocatoria nacional, subvirtió los modos de encararla. El año pasado no fue una buena muestra, de eso estamos todos conscientes, pero ahora el experimento se va afinando. Habrá que ver la de este año.
Probablemente, Mario Espinosa y yo no coincidamos en muchas posturas políticas e ideológicas. Coincidimos en el interés por el teatro y estoy cierta que la comunidad teatral, que no es tonta ni necia, sabrá defender esos proyectos que a todos benefician y le darán un respaldo que, a lo mejor y estoy adelantando vísperas con lo aquí escrito, no necesita. Ojalá y así sea.