Arnoldo Kraus
Género: inequidad y violencia

Las diferencias de género afectan a las mujeres y no a los hombres. Implican desigualdad y discriminación. En promedio, trabajan más que los hombres pero no se les reconoce. Según un boletín de las Naciones Unidas (1991) se les paga entre 30 y 40 por ciento menos que a los hombres, pero sólo ostentan entre el 10 y 20 por ciento de los empleos administrativos. Agrego que su segundo trabajo, el hogar, incrementa considerablemente sus responsabilidades pero no el reconocimiento.

Simone de Beauvoir solía decir que ``en un mundo definido por y para los hombres, las mujeres son `las otras' ''. El universo de la ciencia avala el pensamiento anterior y resalta el binomio --desigualdad y discriminación-- que frena, incluso en países del Primer Mundo, las actividades de la mujer; en 1990, en Inglaterra, Noruega, Estados Unidos, Alemania y Japón, menos del 4 por ciento del personal académico universitario en los departamentos de física pertenecía al sexo femenino.

La inequidad y la discriminación no sólo carecen de coto sino que fertilizan males más profundos. Enlisto cuatro ejemplos de una larga historia. En algunos países asiáticos y africanos persiste la costumbre de mutilar el clítoris a temprana edad; mujeres africanas --una son todas-- y sus vástagos padecen sida pues los hombres rehusan usar condón; al menos 600 mil mujeres fallecen cada año por abortos mal practicados y el número de niñas empujadas por sus padres a la prostitución temprana es incalculable. La opresión, instituida casi como una cultura de la preeminencia masculina, tiene en México, otras caras.

En Ciudad Juárez no ha sido posible detener la ola de asesinatos contra mujeres jóvenes. En el DF, al igual que en Morelos y Durango, la policía viola mujeres. Recuérdese, por ejemplo, el caso de Yéssica Díaz, quien después de haber sido vejada y amenazada se suicidó. Encuestas del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social encabezados por Elena Azaola, demostraron que el 66 por ciento de las prostitutas de La Merced son víctimas de violencia y malos tratos por parte de su pareja y que el 10 por ciento son menores de edad. En Chiapas, varias voces han denunciado violaciones y agresiones contra mujeres zapatistas; quienes abortan, amén de las consecuencias físicas de procedimientos inadecuados, sufren con frecuencia desprecio y maltrato. Suele también aseverarse que en nuestro medio, en trabajo y estudio, las oportunidades no son las mismas.

Dada la carga anterior, preocupa que las incipientes polémicas acerca del aborto y la educación sexual hayan finalizado pronto, casi incluso, antes de haber iniciado. Extenderlas hubiese sido positivo, pues amén de la sanidad y urgencia de debatir públicamente esos temas, los vínculos existentes entre inequidad, violencia y asesinatos de mujeres, aflorarían necesariamente. Es evidente que al postergar las discusiones sobre el aborto o la educación sexual, quienes pierden son las mujeres, y, sobre todo, las pobres. Es también obvio que la ausencia de diálogo perpetúa y agrava los males señalados. La desinformación y el silencio le impide a la mujer ser y le permite al sexo masculino fomentar su hegemonía. Hace poco leí en el pizarrón de una cafetería: ``if you think education is expensive, try ignorance'' (``Si piensas que la educación es cara, prueba la ignorancia''. Derek Book). Es cierto: las víctimas carecen de voz.

La iniciativa de la Secretaría de Educación Pública para fomentar la educación sexual a partir del quinto grado de primaria fortalecerá sobre todo a la mujer. Políticas similares --sembrar temprano en el mundo femenino conocimiento, dudas, preguntas-- deberían extenderse a otros ámbitos de la educación ya que es poco factible que cambios sustanciales devengan del sexo masculino.

Las vías para evitar otros Ciudad Juárez, para disminuir los sermones huecos contra quien aborta y lucha por su vida y contra la infinita caterva encerrada en la misoginia depende de la información. Nuevamente, la cultura de la educación es la única herramienta que puede acortar la brecha entre violencia, muertes por abortos mal practicados, y el uso y abuso de la mujer como objeto.