Luis Hernández Navarro
Fobaproa: matrimonio por conveniencia
La decisión del PRD de publicar una primera lista de los beneficiados por Fobaproa, organizar una consulta sobre el tema y realizar una amplia campaña informativa acerca de las consecuencias que tendrá para el país la propuesta gubernamental de convertir en deuda pública los costos del rescate bancario, ha caído en las élites como escobazo en avispero.
Todos a uno, grandes banqueros y gobierno federal, han acusado a los perredistas de polarizar el ambiente político nacional y de pretender buscar ganancias electorales ilegítimas. Curiosamente, quienes hoy se rasgan las vestiduras ante lo que consideran es el regreso de la lucha de clases, son los mismos que hasta hace muy poco tiempo anticipaban la llegada del apocalipsis si Cuauhtémoc Cárdenas triunfaba en los comicios de 1994 o en los de 1997.
Lo cierto es que la iniciativa del PRD, las acciones titubeantes del PAN y la investigación de los medios de comunicación han evidenciado ante amplios sectores de la población el matrimonio por conveniencia celebrado entre los señores del poder y los señores del dinero. Una alianza que ha servido para enriquecer ilegítimamente y mantener en el poder a unos y a otros, y que muestra cómo, a pesar de los avances en la ciudadanización del proceso electoral y de la organización de elecciones cada vez más competidas, los comicios en México siguen careciendo de equidad entre los contendientes.
Fobaproa ha puesto en el centro del debate nacional no sólo la pretensión del matrimonio por conveniencia de socializar sus pérdidas de acuerdo con la vieja máxima oficial de ganancias públicas, subsidios privados, sino también el ilegítimo financiamiento del PRI (las consultoras Bursamétrica y Standard & Poor's prevén nuevos escándalos sobre el tema), las graves irregularidades en la privatización bancaria y algunos de los vínculos existentes entre franjas del capital financiero y el narcotráfico. Quienes hoy zumban como avispas aturdidas ante el escobazo son, en parte, los beneficiarios directos de estos manejos.
Fobaproa es el espejo invertido en el que se refleja la lógica electoral existente en nuestro país: abajo, coacción y compra del voto, uso de recursos públicos para garantizar lealtades; arriba, créditos bancarios para hacer donativos al PRI, que después son perdonados. En suma, ha hecho visible para amplios sectores de la población lo que hasta hace poco se encontraba oculto en las recámaras gubernamentales: los estrechos vínculos existentes entre el poder y los negocios, al margen de la ley, la rendición de cuentas y el ejercicio transparente de la administración pública.
Para quienes creen que la transición a la democracia en México es un hecho porque el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara, y el poder reconoce algunas de sus derrotas, Fobaproa es una incómoda evidencia de su ilusión. Recomiendan a los partidos ``irse a lo oscurito'' a negociar un arreglo en nombre de la gobernabilidad y la concordia. Por mucho menos de lo que hoy sucede en México, el Partido Socialista Italiano se derrumbó y su principal dirigente fue encarcelado.
Más allá de la necesidad de contar con un programa de rescate, airear las cloacas de Fobaproa, esclarecer públicamente sus malos manejos y castigar a sus responsables son hoy asuntos de salud pública. Sin transparencia en la administración pública y rendición de cuentas de los gobernantes no habrá transición a la democracia. La relación perversa entre el mundo de las cúpulas empresariales y el PRI debe terminar. El nudo que los ata es un impedimento para el desarrollo del país.
Que el PRD haya decidido que, además de participar electoralmente, debe educar, movilizar y consultar a la población sobre Fobaproa, lo convierte en una fuerza de centroizquierda a la altura de los retos del momento. Ver en la propuesta de acción perredista un mero cálculo electoral es tanto como querer limitar la función de los partidos políticos a su participación electoral. La pretensión de que la modernidad de la izquierda consiste en que el PRD sea como el PRI quiere que sea y que la oposición no se oponga naufragó cuando el buque modernizador salinista se fue a pique. A la modernidad política no se llega por la vía del cochupo y los acuerdos cupulares para resolver problemas sustantivos del país, sino de la negociación razonada que se acompaña de la movilización social.