MURIO FRANCISCO ZUÑIGA
Merry MacMasters y Pablo Espinosa Ť El escultor costarricense nacionalizado mexicano Francisco Zúñiga falleció ayer a las 12 horas, en la ciudad de México, a consecuencia de un paro cardiaco, luego de una prolongada enfermedad originada precisamente en la naturaleza de su trabajo artístico: un cáncer provocado por el contacto, durante años, con las sustancias útiles en el trabajo del tallado para escultura.
Francisco Zúñiga, declaró ayer a La Jornada la crítica de arte Raquel Tibol, ``entró a la cultura mexicana por una puerta privilegiada, la del talento del malogrado Oliverio Martínez. Nunca deberá olvidarse que ante la muerte prematura de Martínez le tocó a Francisco Zúñiga, que llevaba poco tiempo en México, concluir algunas de las transferencias a gran formato de lo que habían sido las creaciones de Oliverio Martínez.
``Zúñiga -agrega Raquel Tibol--supo respetar ese estilo austero que a la vez marcó su propio estilo. La síntesis verdaderamente insólita para su tiempo dentro de la corriente mexicanista o nacionalista y simbólica que entrañaba Oliverio Martínez sería después el fundamento de gran parte de la obra de Francisco Zúñiga, escultor monumental, escultor sensible de un tipo de figura de mujer que reúne tanto el dolor ancestral de la marginación como la herencia de una cultura superior.
Conocía el oficio de la A a la Z
``A la vez, hay que tomar en cuenta que Zúñiga fue de los pocos escultores mexicanos de los últimos cincuenta años que conocía el oficio de la A a la Z. No sólo en las reconocibles figuras que han sido muchas veces tan corrientemente imitadas, sino en tallas de mármol muy finas en las que supo sintetizar con gran lirismo el desnudo femenino, por ejemplo. En su obra mayor, habrá que destacar siempre los relieves de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, que felizmente no fueron destruidos por el temblor de 1985. Todavía en su etapa consciente, aunque ya estaba, asistió a la reinauguración de esta pieza notable.
``Fue a la vez un maestro que supo inspirar a escultores de las generaciones siguientes. Fue maestro de Pedro Coronel, de Armando Ortega y de muchos otros, porque enseñó en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura y tuvo un taller en la Escuela de Artesanías. Zúñiga fue un escultor que mientras pudo estuvo activo. Ya ciego, modeló algunas piezas con esa voluntad de ser artista, siendo una persona que había perdido lo principal para un artista plástico, que es el sentido de la vista, además del vigor físico, porque él tallaba; al contrario de otros escultores que dan a tallar''.
Francisco Zúñiga Chavarría nació el 27 de diciembre de 1912 en San José de Costa Rica, donde realizó estudios iniciales en la Escuela de Bellas Artes. Por algunos años -documenta Lily Kassner- fue ayudante de escultor en el taller de su padre, quien se dedicaba al arte religioso principalmente; allí aprendió la técnica de la talla en piedra y en madera.
En 1936 proyecta viajar a Europa, pero se lo impide la guerra civil española, por lo que decide trasladarse a México, donde estudia pintura con Manuel Rodríguez Lozano y trabaja en la Escuela de Talla Directa desde 1938. En 1943 es fundador y maestro de La Esmeralda, donde imparte sus conocimientos hasta 1970, año en que se jubila. Entre sus alumnos están: Pedro Coronel, Alberto de la Vega, Rosa Castillo, Manuel Felguérez, Jorge Du Bon y Armando Amaya. Colaboró con el escultor Oliverio Martínez en los trabajos del Monumento a la Revolución y con el escultor Guillermo Ruiz en sus obras monumentales en bronce, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.
Recibió numerosos reconocimientos: en 1974 el Premio Nacional de Cultura Magón 73, en San José, Costa Rica; en 1981 medalla de oro y nominación de académico en Parma, Italia; en 1982 el Chancellor's Award UCLA, nombramiento del Día Francisco Zúñiga en la ciudad de Los Angeles, California, y el Premio Elías Sourasky.
En 1986 adquiere la nacionalidad mexicana y un año después ingresa a la Academia Mexicana de las Artes. Desde 1993 es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, como creador emérito. En 1994, con motivo del 40 aniversario del edificio de la Secretaria de Comunicaciones y Transportes y de la realización de los bajorrelieves que hizo el maestro Zúñiga en ese edificio, se organizó una gran exposición-homenaje. Su tendencia artística, define Lily Kassner, es figurativa, y los materiales que utiliza son bronce, ónix, mármol, piedra, madera, cemento, yeso y terracota.
En agosto del año pasado se inauguró en el antiguo Palacio del Arzobispado la exposición Francisco Zúñiga. Del dibujo a la escultura, en la que por vez primera la línea dibujística de este autor fue protagonista. Aunque la luz de sus ojos se había apagado, esa exposición fue apreciada por el público invidente, merced al acondicionamiento de una sala de percepción táctil libre, con obras originales del maestro provenientes de la colección Pago en Especie, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y de la Fundación Zúñiga-Laborde.
El dibujo, principio y fin en sí mismo
El dibujo es principio y fin en sí mismo; de ahí su cualidad de expresión, escribió en el catálogo de esa muestra el cineasta Ariel Zúñiga, hijo del escultor, quien definió al dibujo escultórico como su ``estructura interna, su radiografía'', la cual permite ``definir aspectos de la figura, volumen y transposición a materiales diversos, sin intervenir en cada caso en lo que será su forma definitiva''.
En su libro titulado Zúñiga. La abstracción sensible, Marcel Paquet anota: ``En todas las obras de Zúñiga hay de lo mismo que se afirma y se expresa en las distancias conjuntantes, como el ejemplo de lo que ocurre en las Juchitecas en conversación, que lejos de separar las figuras unas de otras, por el contrario, las ligan, las instalan en su diálogo. Aun cuando ningún sonido sale de sus bocas, aun cuando sus gestos están en suspenso, las mujeres están las unas y las otras con las unas y las otras; están unidas por el vacío, por ausencia de obra, por aquello en lo cual se es necesariamente abstracto, separado: lo sensible en tanto que sensible. Es en ese sentido que la obra de Zúñiga pertenece sin duda a la abstracción sensible''.
El pintor y escultor Luis Nishizawa lo recuerda de la Academia de Artes. ``Conmigo siempre fue una persona generosa y abierta, un gran maestro y un gran escultor'', dice por teléfono. ``Sus modelos -resalta- fueron principalmente los tipos indígenas. Fue la gente juchiteca, del Istmo, que Zúñiga ponderó. Recreó la forma haciendo sus figuras más expresivas y más vivas. Para mí tenía una cosa muy interesante: dibujó y pintó como escultor, mientras que hizo una escultura pictórica''.