La Jornada lunes 10 de agosto de 1998

Rodrigo Morales M.
Entre la transparencia y la impertinencia

La revelación de las listas de presuntos beneficiarios del Fobaproa sin duda constituye una de las apuestas más audaces y riesgosas que partido alguno haya ensayado. Tras la convicción de que hay que hacer público lo privado, y que las negociaciones deben tener transparencia, el PRD ha traspasado las fronteras de la prudencia y ha dado a conocer --mediante un fraseo por demás maniqueo-- una serie de nombres que por el hecho de aparecer en esa lista se hacen acreedores del escarnio. Según esa lógica, ellos son los autores intelectuales y materiales de todos los males habidos y por haber.

Es posible que dicho gesto le reporte al partido del sol azteca algún rendimiento electoral, pero lo que estaría por verse es si la incubación del escándalo produce algún aporte a la gobernabilidad. No se trata de asumir la impunidad, no se trata de renunciar a iluminar uno de los pasajes más oscuros del accionar público, simplemente habría que considerar que convertir en indiciados de un tribunal popular a todos aquellos créditos que pasaron a formar parte del Fobaproa es una peligrosa reducción de una situación, que sospecho, es un poco más compleja.

Como en muchas otras cosas de la vida, la radicalidad casi nunca es unilateral; en este caso, hay que decir que el gesto perredista ha sido sistemáticamente correspondido por una actitud oficial que más que disponerse a negociar, parece hacer una simple solicitud de adhesión. El empecinamiento con que las autoridades han querido ocultar cualquier indicio, e incluso rodear con un aura de misterio y sospecha el tema del rescate al sistema financiero, ha encontrado una respuesta.

Ahora bien, si intentamos situar la estrategia perredista en una perspectiva más amplia, no resulta fácil de entender. Acaso en lo inmediato (y eso estaría por verse) la tentativa maniquea de ubicar el problema como un conflicto entre los buenos inmaculados y los malos perversos, tenga algunos beneficios, pero en el largo plazo no es fácil imaginar que un partido que aspira seriamente a ser gobierno se confronte de manera tan severa con actores de la sociedad tan inamovibles como el sector financiero y los empresarios. Insisto, el reproche no es porque hayan hecho pública información que eventualmente debiera serlo, el punto es que, en primer lugar es falaz la idea que iguala crédito con personaje, es inexacto también que estar en el Fobaproa sea sinónimo de delito, y me parece que poco contribuye a la construcción de opciones entender el problema del rescate financiero como una operación propiciada y animada por una banda de ladrones. Descreo de la imagen --que juzgo primitiva-- según la cual hemos vivido en el engaño y una justiciera cruzada nos ha revelado las malévolas entrañas de un sistema empeñado en causar miseria.

Sin por supuesto comulgar con la impunidad, y suscribiendo la sospecha de que hay consecuencias políticas, e incluso penales detrás del desaseado rescate financiero, no me parece prudente hacer del escándalo el método para arribar a acuerdos. Pero mientras no aparezcan opciones razonables de solución, esquemas verdaderos de negociación y acercamiento, parece que estaremos condenados al cruce de acusaciones, reproches y revelaciones escandalosas. Seguiremos entre la transparencia y la impertinencia.