Gabriel Vicente Gahona Pasos (Picheta) lucha por permanecer en el recuerdo de sus paisanos. Discretas alusiones pretenden dejar constancia de su quehacer artístico (una placa que recuerda el domicilio donde vio la luz primera en la ciudad de Mérida. Un centro comercial, artesanal y gastronómico que ostenta con rimbombancia el título de: ``Pasaje Picheta'', situado a un costado del Palacio de Gobierno. La modesta Galería de la Escuela de Bellas Artes que lleva este nombre), y... dzokí, es decir, nada más.
Yucatán y México esperan el moderno museo vivo que contenga los datos más importantes de la vida de este ilustre artista plástico. Al mismo tiempo que exponga en forma permanente sus quince o dieciséis maderas originales de zapote, al igual que sus grabados y litografías. En este recinto bien podrían considerarse para ser exhibidos un excelente retrato de don Gabriel anciano, salido del pincel de su alumno Juan Gamboa Guzmán, un grabado iconográfico de Emilio Vera que representa al maestro Gahona más joven, y un cuadro de Cordero que le hiciera este pintor a Gahona en alguna visita a Yucatán de este artista mexicano. Es oportuno remover el recuerdo de tan importante autor plástico.a los nuevos grabadores bajo el recuerdo válido del gran Picheta. Bien harían las autoridades, la sociedad entera, en patrocinar esta idea. Mucho mejor se vería la respuesta positiva del INBA y desde luego del gobierno estatal para emprender esta tarea que dignificaría a México y sería sin duda una obra de buen gobierno.
Gabriel Vicente Gahona, conocido en el mundo del arte como ``Picheta'', es técnicamente considerado un verdadero innovador del arte del grabado nacional. Anterior al gran Posada, autodidacta, apenas iniciado en los cánones de la xilografía, logra, con la ayuda de una vocación dirigida al dibujo, excelentes trabajos. Su juventud sin miedo y un sentido crítico poco común en artistas de su edad, recogen escenas de la vida del México peninsular que se estrenaba como independiente y que luchaba en el siglo XIX por obtener su verdadera autonomía.
No en balde lo declara Francisco Díaz de León como ``uno de los más grandes intérpretes de la vida popular mexicana en el siglo pasado''. No le importaron la confusión y el peligro que significaba criticar con una sana sátira social los aspectos fundamentales en los que descansaba la vida del Yucatán de aquel entonces.
Se me ocurre, en una válida analogía, pensar con Pedro Henríquez Ureña en la mexicanidad de Juan Ruiz de Alarcón. Este ilustre dominicano no duda ni un instante del nacionalismo de profundas raíces populares que se observa en la obra del ``gran Juan de México'' a través de sus personajes. Picheta representa en sus grabados, escenas del entorno que rodeara a este artista yucateco en los momentos difíciles de la vida de México, en donde centralistas y federalistas se disputaban el botín del poder en una guerra triste e inútil, además de injusta, de la que nuestra patria sale cercenada de gran parte de su territorio. Mientras tanto en Yucatán los herederos del indio maya, cansados de la explotación secular se lanzan a una contienda de exterminio: la guerra de castas, que dura más de cincuenta años. En tanto, los grupos políticos se pelean abierta o soterradamente los huesos de la presa, no sin antes temblar ante el avance de los rebeldes mayas cuando en los inicios de la insurrección bélica capitaneados por Jacinto Pat y Cecilio Chi pusieron en jaque a los dzules.
No escapan al ingenio de Gahona ninguna de las escenas que rodean la vida política en Yucatán. Su juventud liberal no cesa en su esfuerzo de criticar las conductas humanas al destacar sin recato las costumbres perversas, los abusos cometidos por los pudientes que se manifiestan en sus figuras masculinas voluminosas, plenas y golosas que permiten dejar ver sus abultados vientres. No hay temor a la persecución oficial, ni al denuesto de los poderosos. Los redactores del D. Bullebulle, incluido su grabador, no cesan en su ironía, ni en su crítica social incisiva. Nadie escapaÊal trazo agudo del buril en manos de Gahona.
Allí en la provincia, pequeño mundo apartado y aislado geográficamente, dispara Vicente Gahona sus dardos con tan certera puntería, que hacen blanco en autoridades y personajes de la medianía del siglo decimonónico, lo que hace pensar a sus lectores al tiempo que ríen de buena gana por sus ocurrencias gráficas.
Picheta es un hombre del siglo XIX, el máximo exponente de la plástica yucateca de esta centuria y sin duda uno de los más altos representantes del grabado nacional en esos primarios tiempos no muy dados a este arte, mucho antes que el genio de Posada diera vida a la ironía en el centro de México, descontado el hecho de que este ilustre artista de Aguascalientes hiciera su trabajo con más conocimientos técnicos, mejores herramientas y en materiales más nobles y menos duros que los utilizados por Gabriel Gahona Pasos.
El mérito del artista yucateco se agiganta en su mismo autodidactismo que deja rienda suelta a su libertad, al margen de las normas utilizadas para expresar su más profunda inspiración. Se me ocurre, con perdón por la pontificial postura, recordarle al estudiante contemporáneo de las artes plásticas, la importancia que significa el dominar los secretos del dibujo. Sus grabados, realizados con alarde en la dura madera del zapote, sin la ayuda de buriles, gubias y otros adminículos altamente desarrollados, son antes que nada, dibujos perfectos que muestran la firmeza del trazo y la seguridad de sus líneas, al tiempo que no esconden limitaciones que le impone su insuficiente técnica.
No escatima Francisco Díaz de León los elogios al hablar sobre el trabajo de Gabriel Gahona. Describe en una conferencia dictada en el Paraninfo de la Universidad Yucateca en el año de 1943, un paralelo entre los dos genios del grabado del siglo XIX: José Guadalupe Posada y Gabriel Gahona Pasos, ambos críticos sociales de fuertes raíces populares.
A Picheta, su más reciente biógrafo Michel Antochiw lo llama: ``un artista olvidado''. Con motivo de los ciento cincuenta años de la aparición en Yucatán, en el año de 1847, de la publicación titulada: D. Bullebulle, el Patronato Pro-Historia Peninsular A.C. de la ciudad de Mérida publicó el año pasado este importante trabajo que incluye la información más completa sobre su vida y escasa formación académica, que lleva a pensar al señor Antochiw lo improbable de un viaje de Gahona a Europa, como había sido asegurado por sus biógrafos anteriores, en usufructo de una modesta beca concedida por el entonces exiguo erario estatal, mucho antes del advenimiento del emporio henequenero.
Insiste el investigador Antochiw al señalar que en vez de la asistencia a las escuelas italianas o francesas del viejo mundo, parece ser que Picheta se quedó en la capital de la isla de Cuba, en donde se inició en las técnicas del grabado en el Taller de la Litografía de la Real Sociedad Económica, probablemente bajo la tutela de Francisco Costa, maestro cubano que realiza las litografías publicadas en el Registro Yucateco, el periódico literario redactado por una sociedad de amigos e impreso en Mérida en la imprenta de Castillo y Compañía en el año de 1845 y que recogiera en sus páginas, entre otras, las más importantes narraciones del doctor Justo Sierra O'Reilly, patriarcaÊde las letras peninsulares mexicanas.
En los años de 1880, ``cuando sus años de juventud y sus actitudes explosivas habían pasado'', Gahona se vuelve protector del bien común, de carácter tranquilo y reflexivo. Sirve al poder público y le roba tiempo a sus obligaciones burocráticas para seguir con sus tallas y su arte. Termina sus años dedicado a su empresa de molinos de maíz. Es uno de los primeros en establecer una fábrica de nixtamal en la ciudad de Mérida. El que esto escribe recuerda esta máquinaÊde tortillas en el meridano barrio de Santa Anna, administrada por sus descendientes, los Gahona Revueltas, bisnietos de don Gabriel.
De su nota necrológica, publicada en Mérida en El eco del Comercio del 4 de marzo de 1899, recogemos un fragmento a manera de colofón de este artículo: ``El Sr. Gahona falleció el primero de los corrientes, después de sufrir dilatadas dolencias que lo tuvieron varios meses en un estado de decaimiento y de visible postración de sus energías físicas, hasta que tuvo que guardar lecho y dejar de salir por completo a la calle...''
A pocos meses del centenario de su fallecimiento se antoja oportuno organizar los festejos que recuerden esta efeméride como un acto de justicia para uno de los más importantes grabadores de México.