Saúl Yurkievich,
Suma
crítica,
Colección Tierra Firme,
Fondo de Cultura
Económica,
México, 1997.
Suma crítica de Saúl Yurkievich es algo más que una antología. ``Lo que montan [estas] diversas partes reducidas a una'' -como define el Tesoro de Covarrubias esta voz- es en verdad un modelo -armado y para armar una historia de la literatura, lírica, narrativa y crítica hispanoamericanas. El libro se divide en dos partes: la primera -``Una modernidad en movimiento''- figura el canon del sumista que incluye discusiones sobre el Modernismo y la Vanguardia y toca a Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Julio Herrera y Reissig, Ramón López Velarde, Gabriela Mistral, Huidobro, Vallejo, Neruda y Girondo. La segunda -``Focos y enfoques''- interroga los avatares y filiaciones manifiestas del crisol, del cristal anterior y se ocupa de Borges, Cortázar, Octavio Paz, Lezama Lima, Onetti, Felisberto Hernández, Gabriel García Márquez, Alberto Girri, Humberto Díaz Casanova, Roque Dalton y Homero Aridjis. El libro cierra con unas consideraciones que lejos de concluir, invitan a incluir. En ``Consideraciones'', además, aparece un personaje poco asiduo de los libros de crítica; me refiero a Saúl Yurkievich como autor, quien en el ensayo ``La crítica sin uso de o en el ensayo'' titulado ``De la apropiación poética'' explaya su propia poética y en cierto modo una autobiografía literaria. Esta inclusión evoca formalmente la de Connolly en Enesies of promise, y es prenda de la modernidad movediza, de la incertidumbre explícita que va acompañando como una sombra leal la interpretación de Saúl Yurkievich.
Yurkievich pertenece como poeta a la generación de escritores nacidos en torno a 1930, como Alejandro Rossi, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, en México, en España José Miguel Ullán y Juan Goytisolo, o Blanca Varela en Perú. Como poeta podemos seguir la asociación propuesta por él y ubicarlo dentro de un paisaje neorrealista configurado, entre otros, por Ernesto Cardenal, Carlos Germán Belli, Jorge Enrique Adoum, Juan Gelman, Roque Dalton, Roberto Fernández Retamar, Enrique Lihn, Antonio Cisneros, José Emilio Pacheco y Rodolfo Hinostroza.
Como crítico y ensayista su figura ha de ubicarse generacionalmente junto a las de Julio Ortega, Guillermo Sucre, José Miguel Oviedo, Carlos Monsiváis, Juan Gustavo Cobo Borda.
Así que de una parte comprobamos que nuestro sumista se encuentra en una rica encrucijada generacional y genérica -es un hombre de varios géneros, un poeta y ensayista, un andrógino literario, una personalidad dúctil y móvil, en cierto modo mercurial, capaz de contaminar lo lírico con lo conceptual, a la teoría con la experiencia fantástica y sensitiva.
Pero Yurkievich no sólo se encuentra en una encrucijada generacional y de género (quienes practican varios géneros pertenecen a varias generaciones). Estar en un cruce de caminos, después de todo, resulta algo, perdón por la redundancia, trivial. No. A Yurkievich no sólo le ha tocado habitar ese viacrucis transgenérico sino darse cuenta de ello, sacar o ensayar las conclusiones y aun derivar una práctica, inventar una actitud crítica y poética a partir de ese conocimiento del cruce. Y ello en varios planos. Por ejemplo, uno de los relatos subyacentes a lo largo de esta Suma es el del paso de una América hispana exuberante, optimista y en cierto modo autosatisfecha de su condición de sucursal exótica de las Metrópolis -como sucedió con el Modernismo- a una América quebrantada por el descorazonamiento: ``El desaliento se generaliza'' -dice Yurkievich en ``El relato limítrofe'' (263) o más allá a una confabulación cultural a partir de la enunciación y la fabulación verbal.
La otra encrucijada de la que está consciente y de la cual en cierto modo se responsabiliza Yurkievich es la que concierne a la fricción entre la expresión poética y literaria hispanoamericana del siglo XX y el saber contemporáneo. En ese orden, la crítica desplegada por Saúl Yurkievich practica un juego cultural muy amplio y sistemático de inter-relación entre los saberes cada vez más específicos del arte, de la ciencia, y las teorías literarias de la crítica cultural y las fábulas literarias. Esta fricción tiene un carácter augural: Yurkievich no sólo es capaz de ver a la literatura latinoamericana desde adentro, reconstruyendo las derivaciones de sus propios relatos sino también desde afuera creando una fronda entre los árboles del saber crítico -por el psicoanálisis y el estructuralismo- y los árboles de la poiesis autóctona. Esta bifocalidad no es casual y es ostensible: ahí está esa portada, sugerida por él mismo, donde aparece un Saúl Yurkievich con espejuelos bifocales y bicromáticos, prendas manifiestas de su pertenencia a la estirpe andrógina de Tiresias, de su mirada doble y duplicante. No sé por qué cuando vi por primera vez esa foto, pensé en Swann, el de Proust, el enamorado sufriente, el celoso dandy que agoniza por la belleza, el seductor seducido. Son de sobra conocidas las relaciones tensas y fértiles que asocian a Swan con el narrador proustiano: el sedoso seductor es en muchos sentidos una prefiguración del narrador de En busca del tiempo, y ¿no es la efigie de la portada una pre-figuración del sumista, un augurio de este filólogo radical que sabe re-volver la lengua ajena y, para evocar un texto definitivo suyo, conoce los calendarios y ritmos que rigen la boca abierta y la boca cerrada, el amor a la lengua propia y ajena? Ese conocimiento versátil lo sitúa espontáneamente en el centro, y él lo sabe: Por eso dice: ``Acometo mi actividad crítica siempre desde el centro.'' Ese centro aspira a ser desde luego el Centro desde el cual del escritor escribe.