Masiosare, domingo 9 de agosto de 1998
El autor sostiene que ``en el proceso de migración los indígenas han afianzado su identidad étnica'', se han organizado y siguen participando en las decisiones relevantes de sus comunidades.
Entre los lugares de origen y los migrantes en California ``se ha cimentado una relación tan estrecha que, de alguna manera, forman una sola comunidad. En la literatura sobre migración estas comunidades son denominadas transnacionales''.
El recorrido por la geografía de Oaxacalifornia se completa con un repaso a las organizaciones indígenas transfronterizas.
La migración mexicana a Estados Unidos ha cambiado de rostro. Según muestran estudios cuantitativos recientes la migración se intensificó dramáticamente durante la pasada década. Pero además de esto, es un hecho que han aparecido nuevos grupos de migrantes. La incorporación de indígenas mexicanos al flujo migratorio hacia Estados Unidos ilustra la profunda transformación de este fenómeno social (Colegio de la Frontera Norte, Colef, Encuesta sobre migración en la frontera norte. Tijuana, BC, México, 1994, y Zabin, 1993).
Trabajadores indígenas migrantes mixtecos y zapotecos de Oaxaca, totonacas de Veracruz, nahuas de Guerrero y purépechas de Michoacán forman la mayoría de esta nueva ola reciente de migrantes (ver Zabin 1993, Catharine Good, ``Marking the struggle One Big One: Náhuatl resistance to the San Juan Dam, México''. Unpublished paper presented to the Agrarian Studies Colloquium, Yale University, October, 1992).
Estudios recientes han documentado que los trabajadores indígenas migrantes como los mixtecos en California ya forman entre 5 y 7% de la fuerza laboral agrícola en ese estado. Existe un número considerable de zapotecos en el área de Los Angeles y el condado de San Diego que se estima entre 15 mil y 20 mil. También se ha documentado que un gran número de estos migrantes indígenas ingresaron a Estados Unidos por primera vez a principios y mediados de los ochenta y que tienden a concentrarse en los estratos más bajos del mercado laboral agrícola, e informal en áreas urbanas, empleándose en los trabajos físicamente más rigurosos y peor pagados (ver Zabin, 1993).
Sin embargo, lejos de ser víctimas pasivas de estas condiciones de explotación, estos indígenas migrantes han respondido de una manera muy creativa a los múltiples retos que enfrentan, construyendo organizaciones políticas binacionales que les permiten desplegar acciones colectivas tanto en sus comunidades de origen como en las que han establecido a lo largo de su circuito migratorio.
Las organizaciones de base que han construido estos indígenas migrantes forman parte de una larga experiencia organizativa que en diferentes épocas se ha desarrollado entre los migrantes mexicanos con variados niveles de éxito.
Proyectos transfronterizos
La mayoría de los nuevos migrantes proviene de regiones dentro de estados que tradicionalmente no se caracterizaban por la expulsión de trabajadores hacia Estados Unidos (Oaxaca, Puebla y Guerrero, entre otros); muchos de ellos son indígenas y se nota un incremento sustancial de mujeres y niños (Colef, 1994). También se debe anotar que muchas de estas regiones se localizan dentro de estados con una larga tradición migratoria, como la meseta purépecha de Michoacán.
Resalta que sea precisamente dentro de esta población de nuevos migrantes donde se pueden notar proyectos organizativos binacionales vibrantes. Se debe mencionar también que por vez primera surge la etnicidad como mecanismo identatario organizativo, respaldado por movimientos étnicos latinoamericanos y de México mismo (Chiapas).
Las organizaciones de base de carácter binacional que estos nuevos migrantes han construido contrastan, en gran medida, con las organizaciones menos politizadas, y más informales, que los migrantes mestizos del oeste mexicano (que comprende Jalisco, Michoacán, Guanajuato y Zacatecas) han desarrollado hasta ahora, pese a la larga experiencia migratoria de esta región, fuente tradicional de expulsión de mano de obra (ver Massey, 1986 y Cornelius, 1989).
Dentro de las propuestas de estas organizaciones transfronterizas se pueden visualizar proyectos innovadores que enfrentan el problema de la migración desde la perspectiva de las comunidades de origen y ofrecen alternativas de desarrollo para la política internacional, a fin de poder abordar esta nueva crisis en las relaciones entre México y Estados Unidos que el problema de la migración está creando.
A diferencia del enfoque exclusivo en el financiamiento de obras públicas de las asociaciones de pueblo, estas nuevas agrupaciones transfronterizas indígenas tienen como principal planteamiento un cambio social y político como parte de sus proyectos de organización.
Lo novedoso de los proyectos transfronterizos de las organizaciones indígenas es que existe una participación mucho más integral de los migrantes en sus comunidades de origen. Esto significa que los migrantes no son ajenos a los procesos políticos que se desarrollan en sus comunidades de origen, sino que participan activamente en éstos. Por lo tanto, los proyectos de desarrollo económico que sus organizaciones promueven surgen de un proceso de deliberación donde participan los que se van y los que se quedan.
California-Oaxaca
La migración de trabajadores indígenas oaxaqueños hacia el norte de México (a los valles de Culiacán, Sinaloa, y de San Quintín, Baja California) y a Estados Unidos (sobre todo a los estados de California, Oregon, Washington y Florida) es un fenómeno relativamente reciente pero que ha alcanzado niveles significativos, especialmente desde principios de los ochenta.
En un censo realizado en 1991 por el Instituto de Estudios Rurales de California se encontró que los indígenas migrantes mixtecos representaban entre 5% y 7%de la fuerza laboral en el sector agrícola del estado de California (David Runsten and Michael Kearney, A Survey of Oaxacan Village Networks in California Agriculture. Davis: California Institute for Rural Studies, 1994).
Esto quiere decir que durante la temporada de cosechas en California se empleaban casi 50 mil mixtecos. Esta cifra, por muy conservadora que sea, nos da una idea del número enorme de mixtecos que se incorporan a la red migratoria que se expande por varios estados de la Unión Americana y el norte de México. Al mismo tiempo se debe señalar que este censo sólo se enfocó en los trabajadores agrícolas y no recogió datos sobre mixtecos en centros urbanos como San Diego, Los Angeles y San Francisco, ni tampoco se consideró a los miles de zapotecos que se concentran principalmente en el área de Los Angeles y el Condado Norte de San Diego.
En este censo estuvieron representadas 203 comunidades de Oaxaca (entre comunidades zapotecas, chinantecas, triquis y mixtecas) pertenecientes a 81 municipios. Un total de 22 distritos, de los 30 que existen en Oaxaca, estuvieron representados en el censo. Estos datos sugieren que la migración de indígenas oaxaqueños proviene de muchas partes del estado, pero se tiende a concentrar en ciertas subregiones. Los distritos más representados en el censo del área estudiada (el Valle de San Joaquín) fueron Juxtlahuaca, Silacayoapan, Tlaxiaco y Huajuapan de León.
Pareciera a simple vista que la gran dispersión geográfica de la migración de trabajadores indígenas fuese un golpe fatal para las comunidades sometidas en este proceso de integración entre Estados Unidos y México. Sin embargo, las comunidades indígenas han respondido de manera creativa al reto de mantener el tejido social y cultural que permite la viabilidad de la comunidad a través de estos espacios geográficos. En el proceso de migración los indígenas han afianzado su identidad étnica, lo cual les ha permitido organizarse y mantener lazos muy estrechos con sus comunidades de origen. Esto ha hecho posible que participen directamente en los asuntos más relevantes de sus comunidades sin importar dónde se encuentren físicamente.
En el caso mixteco, los migrantes no sólo siguen siendo tomados en consideración en las decisiones importantes de la comunidad en general, sino que mantienen sus derechos y obligaciones como miembros de una comunidad específica. Esto quiere decir que el indígena migrante no sólo tiene el derecho de seguir participando en el proceso de normatividad de la comunidad, sino que está obligado también a participar en el proceso del ejercicio de la autoridad comunitaria al ser elegible a cargos públicos.
En este trabajo de campo se ha encontrado, una y otra vez, cómo muchos migrantes son llamados a sus comunidades de origen a desempeñar cargos para los cuales fueron elegidos por la asamblea popular local. En muchas ocasiones estos migrantes han permanecido ausentes de su comunidad por años. Sin embargo, debido al constante ir y venir de estos trabajadores y al flujo tan extenso de información, dinero y servicios de toda clase que esto conlleva, las comunidades indígenas migrantes y sus diferentes comunidades hermanas en California han cimentado una relación tan estrecha que, de alguna manera, forman una sola comunidad. En la literatura sobre migración estas comunidades son denominadas transnacionales.
Tequio
del otro lado
En este sentido, las organizaciones transfronterizas de indígenas oaxaqueños migrantes, como el Frente Indígena Oaxaqueño Binacional, la Organización Regional Oaxaqueña y la Asociación Cívica Benito Juárez, cumplen dos funciones básicas:
1) Institucionalizan prácticas políticas que permiten la acción colectiva en todos los puntos a donde ha llegado la diáspora oaxaqueña.
2) Institucionalizan ciertas prácticas de intercambio cultural y circulación de información, que le dan sentido a una comunidad política que trasciende muchas fronteras geográficas (a nivel comunidad, regional y nacionales). La circulación de información es vital para mantener los vínculos estrechos entre la comunidad de origen y las comunidades satélite asentadas fuera del territorio tradicional.
Cabe destacar que el activismo político de poblaciones migrantes como los indígenas oaxaqueños en California, y su capacidad de intervenir en los procesos políticos en sus comunidades de origen, tienen sus bases históricas en la fuerte identificación que estos migrantes desarrollan con sus comunidades. El otro aspecto que diferencia la experiencia de los migrantes indígenas de su contraparte mestiza, es su capacidad de adaptar formas tradicionales de organización y participación política al proceso migratorio. Estas formas tradicionales van desde el establecimiento de modos de liderazgo muy controlados por la asamblea popular hasta el mantenimiento de formas comunitarias de organizar el trabajo voluntario colectivo (como el tequio). Debemos de apuntar que la capacidad de las comunidades indígenas para adaptar al proceso de migración estas formas tradicionales de organización está relacionada con el alto grado de autonomía que tradicionalmente han ejercido para regular sus asuntos internos.
El futuro
El principal argumento detrás de muchas de las medidas anti-inmigrantes (propuestas como las 225, 209 y 187; Acta de Reforma de 1996) es que los trabajadores migrantes, sobre todo los indocumentados, son un peso para la economía en general y, en particular, para las finanzas públicas que los proveen de servicios. Perdido en este debate sobre migración y en el proceso de la elaboración de políticas encaminadas a resolver este problema, se encuentra el hecho de que el gobierno federal de Estados Unidos continúa su apoyo incondicional a la política económica del gobierno mexicano que ha propiciado altos niveles de pobreza entre las poblaciones urbana y rural, así como el achicamiento sustancial en el gasto público en los renglones de bienestar social.
Dentro de este clima anti-inmigrante se hace cada vez más difícil para las organizaciones comunitarias defender los derechos laborales y humanos de los trabajadores indocumentados. Esto ya es prácticamente imposible para aquellas organizaciones que reciben fondos federales en Estados Unidos, ya que una de las estipulaciones para recibir dinero federal es que no puede ser usado para proveer de ningún tipo de servicios a trabajadores indocumentados.
Por otro lado, el gobierno mexicano sólo recientemente se ha preocupado de este problema debido a que el debate sobre migración en Estados Unidos ha tomado tonos claramente anti-mexicanos. La Secretaría de Relaciones Exteriores, en coordinación con los consulados mexicanos en Estados Unidos, ha emprendido una campaña de información al público sobre el contenido de la nueva ley. Esto ha sido calificado por muchos analistas de ``muy poco, muy tarde''. Por otro lado, las políticas de abandono al medio rural y la caída del salario real de los trabajadores continúan.
Desde esta perspectiva, se hace cada vez urgente el trabajo de coalición de parte de organizaciones independientes de base en ambos lados de la frontera, para concretar propuestas innovadoras, organizativas y de movilizaciones que busquen la solución a la marginación y pobreza que enfrentan las comunidades migrantes en Estados Unidos y las comunidades rurales mexicanas con un alto índice de expulsión migratoria.
El reto del trabajo de coalición binacional es, por un lado, informar de los procesos organizativos democráticos (tanto en México como en Estados Unidos) en los sectores civiles y laborales, a partir de la experiencia de las redes sociales migratorias ya existentes. En este caso, esfuerzos organizativos como el de la United Farm Workers (UFW), con los trabajadores de la fresa en Watsonville y Salinas, y las campañas de resistencia contra proposiciones anti-inmigrantes como la 227, se beneficiarían en gran medida si se construyen sobre la base organizativa ya establecida por los clubes y federaciones de pueblo y otras organizaciones transfronterizas.
Por otro lado, el reto de las redes sociales transfronterizas es trascender la visión ``local'' de su campo de acción. Es decir, internacionalizar el problema migratorio visto desde las comunidades de origen y las receptoras, extendiendo sus vínculos con organizaciones y coaliciones en otros sectores sociales y políticos en ambos lados de la frontera, y utilizando los instrumentos internacionales que existen para la defensa de los derechos humanos.
*Gaspar Rivera-Salgado, mixteco, es candidato a
doctor en la Universidad de California en Santa Cruz y presidente del
Centro Binacional para el Desarrollo Indígena. Su dirección
electrónica es: [email protected]. Este texto es una edición de
un trabajo mucho más extenso titulado Las coaliciones civiles
binacionales
en México y Estados Unidos: balance y perspectivas
Existen tres organizaciones transfronterizas de indígenas oaxaqueños migrantes con una importante historia en California, que cuentan con niveles diferentes de institucionalización, así como diferencias políticas notables.
La principal diferencia política se da por su independencia en relación al gobierno estatal de Oaxaca y los diferentes consulados (especialmente en Los Angeles, San Diego y Fresno). A continuación ofrecemos una breve descripción de estas organizaciones transfronterizas y sus respectivos proyectos.
Organización Regional de Oaxaca (ORO)
Es una coalición de asociaciones de pueblo formada por zapotecas residentes en el área de Los Angeles. Su principal proyecto ha sido la organización del festival de la Guelaguetza en los pasados seis años. Este festival cultural oaxaqueño es el más importante en California y cuenta con una asistencia anual que rebasa las mil personas. También participan bandas de música de migrantes residentes en Los Angeles, financiadas casi completamente por ellos mismos. Los bailarines son presentados por asociaciones específicas de pueblo y cada asociación se organiza de manera independiente para financiar los gastos de las presentaciones y trajes tradicionales.
La ORO también canaliza proyectos de obras públicas para sus comunidades de origen. La estrategia de gestoría de esta organización ha sido, hasta ahora, canalizar sus demandas directamente con el gobierno del estado, aprovechando la buena relación entre el jefe de asesores del gobernador y la dirigencia de esa organización. La ORO también ha organizado varias visitas del gobernador de Oaxaca a California y, a su vez, ha sido invitada por el gobierno estatal -como organización representante de los migrantes oaxaqueños en California- a firmar convenios de apoyo a los migrantes. Sin embargo, la ORO no ha podido institucionalizar su organización y no cuenta con oficinas propias que le permitan desarrollar su trabajo cultural de manera más coordinada.
Asociación Cívica Benito Juárez-Cedri (ACJB)
La ACBJ, con sede en Fresno, es una de las asociaciones de mixtecos más antiguas en California. Su trabajo se ha concentrado sistemáticamente en el área de Fresno con la comunidad migrante de San Juan Mixtepec. Durante algún tiempo pudieron mantener sus propias oficinas y atraer fondos modestos de varias fundaciones progresistas (Vanguard y Levinson) para desarrollar diversos proyectos. Uno de ellos fue la construcción de una minicooperativa de producción agrícola en Fresno y otro, más ambicioso, la creación del Centro de Desarrollo Rural Indígena (Cedri) en San Juan Mixtepec, Oaxaca. La minicooperativa de producción nunca pudo despegar debido a muchas complicaciones estratégicas y el regreso a México del principal líder del proyecto.
El Cedri sigue funcionando en varias comunidades dentro del municipio de San Juan Mixtepec, aunque a una escala mucho menor de lo planeado debido a la falta de financiamiento. La meta principal del centro es la promoción de proyectos de producción agrícola sustentable y el desarrollo y preservación de tecnologías tradicionales. Estos proyectos han tenido un éxito relativo en las comunidades donde el Cedri trabaja, sin embargo, no se han podido expandir a otras comunidades de la región debido a los muchos problemas políticos en las comunidades y a la falta de financiamiento. Parece ser que el reto principal a que se enfrentan la ACBJ y el Cedri es el desarrollo y capacitación de nuevos miembros de base que pudieran darle continuidad y expandir estos proyectos, pues en la actualidad se encuentran sumamente localizados a un zona muy reducida.
Frente Indígena Oaxaqueño Binacional (FIOB) y Centro Binacional para el Desarrollo Indígena Oaxaqueño
El FIOB se creó de manera informal en 1991 como una coalición de organizaciones de migrantes indígenas oaxaqueños que habían estado operando en California desde principios de los ochenta, bajo el nombre de Frente Mixteco-Zapoteco Binacional.
Las organizaciones que integraron esta coalición te- nían la característica de funcionar como asociaciones de pueblo. Es decir, el enfoque principal de estas primeras organizaciones de indígenas migrantes se centraba alrededor de sus comunidades de origen. Estas seguían las pautas asentadas por otras asociaciones de migrantes mestizos que habían existido por muchos años entre los migrantes de los estados de Jalisco, Zacatecas, Durango y Guanajuato. La función principal de estas asociaciones de pueblo, como el Comité Cívico Tlacotepense, era de apoyar con financiamiento obras de infraestructura en sus comunidades de origen, en este caso dentro del municipio de San Miguel Tlacotepec. Así como esta organización, habían reunidas en el Frente Mixteco-Zapoteco Binacional (FM-ZB) seis asociaciones de zapotecos y mixtecos migrantes en California (Comité Cívico Popular Mixteco, Organización del Pueblo Explotado y Oprimido, Comité Tlacolulense en Los Angeles, Organización Pro-Ayuda a Macuiltianguis, Asociación Cívica Benito Juárez y Organización Regional de Oaxaca).
La ORO ya funcionaba como coalición de pueblos zapotecos del valle con el propósito, como se mencionó, de organizar la fiesta de la Guelaguetza.
En 1991, por primera vez, todas estas asociaciones decidieron unir sus esfuerzos como ``indígenas'' para coordinar sus actividades durante la campaña de protesta en el marco del quinto Centenario de Resistencia, opuesta a la celebración del ``descubrimiento de América''.
En noviembre de 1994 se llevó a cabo el primer Congreso Ordinario del FM-ZB donde se adoptó el nombre de Frente Indígena Oaxaqueño Binacional para reconocer la incorporación de triquis y chatinos a la organización. Para estas alturas la organización se había transformado de una coalición de asociaciones en una organización de base con su propia membresía y estructura. El FIOB mantiene una Coordinación General Binacional que se encarga de los trabajos a nivel general en ambos países, pero el trabajo de base se realiza a nivel regional. Se constituyen tres regionales básicos: en el Valle de San Joaquín, en California; en el Valle de San Quintín, en Baja California; y el regional de la Mixteca, en Oaxaca. Los miembros en cada regional siguen afiliados a sus comités de comunidades y representantes de éstos pasan a formar parte del Consejo Regional del FIOB. La misma estructura se repite en cada regional.
A principios de 1995 la Organización Regional Oaxaqueña decide separarse del FIOB y concentrarse en su trabajo cultural alrededor de la organización de la Guelaguetza en Los Angeles. También se han dado diferencias políticas en cuanto a qué posición adoptar ante el gobierno estatal y su creciente presencia en California. El gobernador anterior, Heladio Ramírez, había visitado California en dos ocasiones y el gobernador Diódoro Carrasco ya había realizado su primera gira como gobernador electo.
El FIOB ha desarrollado un proyecto de procuración de justicia encaminado a apoyar a comunidades indígenas migrantes, para encontrar una voz colectiva sobre aquellos temas que afectan su capacidad de sobrevivencia económica y cultural en el proceso migratorio y en sus comunidades de origen.
Este proyecto de ``Procuración de Justicia y Defensa de los Derechos Humanos de los Indígenas Migrantes'' tiene como principal objetivo lograr que la población indígena migrante cuente con un apoyo legal y las capacidades y conocimientos para la defensa de sus derechos humanos y laborales. Entre sus objetivos específicos se cuentan la asesoría y capacitación en defensa de los derechos humanos y procuración de justicia, la creación de un sistema binacional sobre esos temas y promover una mayor participación de las autoridades competentes en la procuración de justicia para los indígenas migrantes.
Como se aprecia, el alcance de los proyectos que actualmente el FIOB desarrolla en México es muy amplio, sin embargo es importante notar la ausencia de trabajo de coalición, sobre todo en Estados Unidos y con otras organizaciones de migrantes en diferentes estados de México. Es por eso que se necesitan desarrollar nuevas estrategias de coalición que permitan enfrentar el reto de la migración en ambos lados de la frontera, tanto en las comunidades de destino como en las de origen. Sólo así se podrán comenzar a construir alternativas viables que permitan desarrollar el potencial de los migrantes en donde quiera que éstos decidan ganarse la vida.