Como la mayoría de los Estados coloniales, la formación de Sudáfrica se caracterizó por la exclusión de los pueblos originarios y por sus rebeliones y movimientos para obtener derechos políticos. Una historia similar a la de los pueblos indios de México. La Sudáfrica del apartheid y México comparten la formación de modelos políticos híbridos, que ignoran la legitimación tradicional. La negación de la herencia amerindia en México ha impedido construir modelos polêticos endógenos y mantiene la discriminación bajo la forma de un apartheid larvario.
La naturaleza de las demandas del Congreso Nacional Africano (CNA) y las estrategias del gobierno del apartheid durante el proceso de negociación nos refieren con tal fuerza a la posición del gobierno mexicano respecto al conflicto en Chiapas, que cualquier parecido a la realidad no resulta mera coincidencia. Sirvan estas notas para una lectura del proceso de Chiapas a la luz de la transición sudafricana.
Actores y colores
El CNA surgió como una organización militante en contra de las leyes de segregación racial (1912-1950). Con la llegada del Partido Nacional (PN) al poder en 1948, el crecimiento del nacionalismo y el racismo Afrikaner y la imposición del apartheid, el CNA se transformó en un movimiento de masas.
El gobierno del PN encarceló a los dirigentes del CNA y a sus aliados acusándolos de comunistas. En 1960, la masacre de Sharpville y la proscripción del CNA, pusieron fin a una década de movilizaciones pacíficas. El CNA se transformó en una organización clandestina y formó su ala armada Umkhonto we Sizwe (MK), que en 18 meses realizó 200 actos de sabotaje. El régimen endureció la represión, arrestó a los dirigentes de MK, entre ellos a Nelson Mandela.
Violencia y diálogo: 1986-1991
El gobierno y el CNA estuvieron trabajando en dos vêas: la militar y la polêtica. El PN cambió su estrategia y combinó reforma y represión. Introdujo modificaciones al apartheid pero ningún cambio sustancial, a la vez que fortalecía la militarización. Pretendía ganarse a los sudafricanos negros y hacer creer al mundo que el apartheid se estaba reformando.
Para dividir al CNA de sus aliados, el gobierno propuso crear un parlamento de tres cámaras (blancos, indios y gente de color). Era un ofrecimiento de juguete, pues toda acción parlamentaria estaría sujeta al veto blanco, pero buscaba dejar solos a los negros. El 80% del electorado indio y de color boicoteó la elección.
Como un contrapunto al CNA, el gobierno promovió el poder de los jefes tradicionales negros. La gente respondió, destruyó los organismos impuestos y estableció sus propios sistemas democráticos y autónomos. Las Fuerzas de Defensa Sudafricana incursionaron en las comunidades para destruir las bases del CNA.
La estrategia de largo plazo para rendir al CNA fue formar una tercera fuerza -los paramilitares- y enfrentar a los negros entre sí. El PN construyó una alianza anti-CNA con Inkatha (IFP), un partido de supuesta liberación étnica formado por un jefe zulú.
A mediados de los ochenta el CNA era la organización política más popular. La lucha anti-apartheid había captado la atención del mundo y el gobierno de Sudáfrica estaba bajo una presión internacional creciente. Algunos países le impusieron sanciones económicas y Mandela recibió en la prisión a varios representantes políticos de Occidente.
Para el CNA una victoria militar carecía de sentido pues cobraría miles de vidas. El diálogo era la única solución deseable y propuso se llevara a cabo en dos fases. Primero debían eliminarse los obstáculos que el gobierno había creado para el diálogo: legalizar al CNA y a las otras organizaciones prohibidas, liberar a los presos políticos y permitir el regreso de los exiliados, poner fin al estado de emergencia y retirar al ejército de las comunidades.
Para dialogar, el gobierno demandaba al CNA: renunciar a la lucha armada, romper con el Partido Comunista (PC) y aceptar la regla de minoría blanca.
Mandela respondió: ``No nos toca renunciar a la violencia sino al gobierno; siempre es el opresor quien dicta las formas de lucha, optamos por la lucha armada sólo cuando nos cerraron las otras vías. Queremos igualdad política, no nadar en las piscinas de los blancos. No podemos vencer al gobierno en una batalla pero podemos hacer que la gobernabilidad se le dificulte''.
Desde la óptica racista del gobierno Afrikaner la relación con el PC -integrado por blancos e indios- significaba que el CNA era manipulado por intereses e ideologías ajenas. El rechazo del gobierno a la regla de mayoría era un simple disfraz para mantener el poder, pretextando que los derechos de la minoría blanca serían pisoteados.
En las elecciones blancas de 1987 los nacionalistas ganaron por abrumadora mayoría y el Partido Liberal Progresista (PLP) fue reemplazado como oposición oficial por el Partido Conservador, que demandaba mano dura.
En 1989, la violencia y la presión internacional continuaron en ascenso. Las sanciones económicas se mantuvieron y la mayoría de las compañías extranjeras abandonaron el país. Peter Botha, presidente de Sudáfrica y del PN, renunció. Lo relevó Frederik de Klerk, quien declaró su compromiso con la paz y las reformas y desmanteló algunas piezas del apartheid. Disolvió el Sistema de Administración de Seguridad Nacional, una estructura secreta para combatir a las fuerzas del CNA. Legalizó en 1990 al CNA, al Congreso Pan Africanista y al PC. Liberó a los presos políticos encarcelados por acciones no violentas, entre ellos a Mandela, y eliminó varias restricciones del estado de emergencia.
Pero en los temas constitucionales no había acuerdo. El gobierno introdujo el concepto de derechos de grupo para preservar la dominación blanca. Era una medida para sacar al apartheid por la puerta de enfrente y dejarlo entrar por la trasera. El CNA demandaba un gobierno de transición formado por representantes de todos los partidos, con participación proporcional en base a elecciones y una nueva Constitución.
Con todo y las reformas el CNA decidió mantener la lucha armada: el ejército se mantenía en los municipios y los negros seguían sin derechos políticos. Mandela y Tambo fortalecieron el apoyo internacional contra el apartheid.
Abril de 1990 era la fecha propuesta para el inicio del diálogo, pero el gobierno tenía una doble agenda. En marzo, Natal, la provincia en que Inkatha tenía más influencia, se convirtió en una tierra de muerte. Los paramilitares de Inkatha declararon la guerra a las bases del CNA. Incendiaron pueblos, asesinaron a docenas, cientos fueron heridos y miles se convirtieron en refugiados. El gobierno del apartheid financió en secreto a Inkatha.
La masacre de Natal y la represión de la policía en contra de manifestantes del CNA provocaron la suspensión del diálogo.
En julio, la violencia creció. La guerra sucia alentada por el PN a través de Inkatha se extendió. La policía confiscaba armas un dêa y al otro el CNA era atacado con ellas por Inkhata.
El CNA avisó al Ministerio de Justicia y a la policía que Inkatha atacaría una población el 22 de julio. Ese día los partidarios de Inkhata, escoltados por policías, asesinaron en Sebokeng a 30 personas.
En agosto el CNA y el gobierno firmaron una minuta de acuerdo de suspensión de la lucha armada y de liberación incondicional de presos. El CNA pensaba que mientras la negociación avanzara disminuiría la violencia, pero ocurrió lo contrario. El gobierno estaba atrás de la violencia y la violencia impedía la negociación.
En noviembre un grupo de Inkatha entró a un campo invadido por gente del CNA, asesinó a varios y robó sus propiedades. La respuesta del gobierno fue que las tribus africanas desde tiempo inmemorial acostumbraban matarse entre sí y que además el CNA no tenía derechos sobre la propiedad pues era una ocupación ilegal. En marzo de 1991 las fuerzas de Inkhata atacaron un barrio negro de Johannesburgo y asesinaron a 45 personas.
En abril, el CNA demandó que dimitieran el ministro de Defensa y el de Justicia y Orden, desmantelar los albergues de trabajadores ocupados por Inkhata, prohibir el uso de armas tradicionales, desmantelar las unidades secretas de contrainsurgencia y crear una comisión independiente para verificar las demandas contra las fuerzas de seguridad. En mayo, al vencer el plazo, el CNA suspendió el diálogo.
El diálogo y las trampas del poder: 1991-1993
Después de año y medio de dialogar sobre el diálogo, la Convención para una Sudáfrica Democrática (Codesa), representó, en diciembre de 1991, el primer foro de negociación formal entre el gobierno y el CNA. Participaron 18 delegaciones que cubrían el espectro político de Sudáfrica, además de observadores africanos y de todo el mundo. El CNA y el gobierno fueron los sujetos de la negociación. Las decisiones se tomaban por consenso suficiente, que en la práctica significaba el acuerdo entre los dos actores.
Los temas fueron las elecciones, la Constitución, la Asamblea Constituyente y el gobierno de transición. Firmaron una declaración de propósitos que comprometía a todos los partidos en apoyar una Sudáfrica unida, con una nueva Constitución que garantizaría la igualdad de los ciudadanos y protegería las libertades civiles.
El gobierno apostaba al desgaste del CNA, alargando la negociación. En la clausura atacó al CNA acusándolo de no cumplir los acuerdos de paz al mantener al Ejército del Pueblo. El CNA respondió que había suspendido la lucha armada para mostrar su compromiso con la paz, a pesar de que el gobierno estaba coludido con la guerra de baja intensidad: ``Sólo dejaremos las armas cuando seamos parte del gobierno recogiendo las armas, nunca antes''.
En mayo de 1992 Codesa se reunió por segunda vez. La credibilidad del gobierno estaba minada por revelaciones recientes: corrupción del departamento encargado de dar asistencia a las comunidades negras; participación de oficiales de seguridad en asesinatos; implicaciones de la policía en la masacre de Natal y la sospecha de operaciones encubiertas realizadas por el Departamento de Inteligencia Militar.
Codesa 2 se rompió en cuatro puntos fundamentales: el gobierno no aceptó aprobar las reformas constitucionales por mayoría de votos, mantuvo su propuesta de un Senado que tendría el poder de veto sobre la legislación de la cámara principal, pretendió atrincherar a los poderes regionales para mantenerlos en la futura Constitución y reafirmó la propuesta de una Constitución interina.
Con las negociaciones instaladas el CNA y sus aliados reiniciaron una política de movilizaciones para demostrar que la gente de Sudáfrica no esperaría indefinidamente. Las movilizaciones iniciaron el 16 de junio y culminaron el 3 y 4 de agosto con una huelga nacional.
Inkhata respondió a las movilizaciones. Atacó el municipio de Vaal y mató a 46 personas. El CNA informó al gobierno la suspensión del diálogo hasta que se castigara a los responsables. El gobierno amenazó que si el CNA hacía ingobernable al país, estaría forzado a considerar opciones no deseadas. El 7 de septiembre una marcha del CNA fue reprimida por el gobierno de la reservación de Bishop.
Las movilizaciones -una huelga general de 4 millones de personas y una marcha de 100 mil- tuvieron efecto. De Klerk decidió por fin apostar a la transición y el 26 de septiembre el CNA y el gobierno firmaron un protocolo de entendimiento en el que el segundo aceptó establecer un cuerpo independiente para supervisar las acciones de la policêa, desarmar a los paramilitares, eliminar a Inkhata de las negociaciones y elegir una asamblea que redactaría una nueva Constitución y conduciría la transición.
Codesa 2 definió como fecha para la primera elección nacional democrática y no racial el 27 de abril de 1994, en ella cada persona participaría con un voto para elegir a 400 representantes de la asamblea que redactaría la nueva Constitución y funcionaría como parlamento del gobierno de transición.
El CNA ganó las elecciones con un amplio margen (62.6% de los votos). Obtuvo la mayorêa en el Parlamento, con 252 asientos y la presidencia del país para Mandela hasta 1999.
Los sudafricanos saben que las diferencias de raza y etnicidad nunca son las causas de los conflictos, sino sus mediadoras. Las luchas étnicas y raciales son finalmente argumentos por la justicia. Sudáfrica enseña que un movimiento nacional de raíces histórico políticas no puede eliminarse por voluntad, y retardar las soluciones de justicia no cancela sino hace estallar los conflictos. El gobierno mexicano está en la disyuntiva de reconocer de una vez los derechos de los pueblos indios o mantener su postura de rechazo y endurecimiento pagando un altísimo costo social. La solución que Zedillo dé al conflicto de Chiapas puede colocar al país en la vía de una transición a la democracia como en Sudáfrica o, por el contrario, en la vía de la guerra civil, como en Ruanda y Burundi.