Maltrecha después de los experimentos salinistas, la Confederación Nacional Campesina se empeña en estos días en dar muestras de renovación democrática... por la vía del candidato único. Pero en 1968 era todopoderosa en el campo mexicano.
Mientras el movimiento estudiantil crecía, Augusto Gómez Villanueva, entonces líder de la CNC -y uno de sus hombres influyentes aún-, hacía un balance de los logros del campesinado: ``México intensifica los trabajos de electrificación, construye caminos, presta al campesino los servicios de seguridad social, le suministra conocimientos técnicos, pone a su alcance fertilizantes e implementos''.
El paraíso que se traducía en el voto verde, pues.
Con sus infiernos particulares, en todo caso, porque en la víspera del 68 mexicano, la memoria de los campesinos guerrerenses registraba tres matanzas frescas: los copreros en Acapulco, mayo de 67 en Atoyac y El Campanario en la Costa Chica.
``Todos pedían mejores precios para sus productos y fueron acusados de guerrilleros. Los que quedaron se fueron a la sierra y se armaron como Lucio Cabañas'', recuerda Plutarco García Jiménez, guerrerense, marchista del 68 y a la postre fundador de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala.
Plutarco afirma que el movimiento campesino de entonces tenía su propia dinámica, pero que el 68 estudiantil lo enriqueció porque después de la matanza de Tlatelolco muchos jóvenes se marcharon al campo, donde aportaron sus conocimientos teóricos y su experiencia de lucha.
La mayoría de estos jóvenes aprendieron más de lo que enseñaron pero, como sea, su presencia y sus lecturas marxistas, leninistas y maoístas contribuyeron a la formación de un gran número de organizaciones campesinas que con el paso de los años le disputarían la hegemonía a las afiliadas al PRI.
Brigadistas del 68 hicieron trabajo en Sonora, Guerrero, Veracruz, Oaxaca, Baja California, Michoacán, Puebla y Morelos.
Uno de ellos fue Luis Meneses, en el 68 estudiante de física en el Instituto Politécnico Nacional y años más tarde fundador de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA).
``La respuesta violenta del gobierno nos abrió los ojos y descubrimos que si no se organizaba la sociedad no íbamos a avanzar, así es que muchos nos fuimos a esa zona desprotegida que era el área campesina'', recuerda Meneses, ahora diputado federal por el PRD.
En las batallas de 1969 y 1970, para demandar la libertad de los líderes presos, dice Meneses, fue que muchos estudiantes establecieron contacto con los campesinos.
Sin embargo, el tránsito de la ciudad al campo no fue sencillo.
``La ortodoxia marxista-leninista anterior al 68 nos hacía ver al sector campesino como parte de la pequeña burguesía; el movimiento estudiantil nos hizo entender que la lucha rural traía su propia dinámica y que se debía hacer un trabajo conjunto'', explica Plutarco García.
Otra es, por supuesto, la historia del sector que se radicalizó al punto de marcharse a las montañas, detrás de las huellas de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas.
Los que no se decidieron por la vía armada se fueron a entidades como Morelos, con la intención de ayudar a reorganizar ``lo que quedaba del jaramillismo'', o bien a los ejidos del norte, que entonces daban la batalla por la dotación de tierras.
Conciencias agitadas
``Las conciencias se agitan. (...) Frente a la angustiosa inestabilidad, México es un ejemplo insólito y reconfortante'', rezaba el editorial de la revista Mañana (mayo de 1968), en referencia a los movimientos estudiantiles de otras partes del mundo.
El estado insólito y reconfortante no duró mucho.
Tras el terrible trago de la represión, los activistas del 68 empezaron a denunciar los fracasos de la ``reforma agraria integral'' de Gustavo Díaz Ordaz.
``Después de la masacre de Tlatelolco, los grupos de estudiantes empiezan a salir porque el trabajo de brigadeo y de agitación es difícil, la represión es fuerte así es que se van al campo, donde intensifican su actividad'', reconstruye Plutarco García.
En 1968, pese al desarrollo estabilizador, la producción agrícola disminuía y México pasaba de ser exportador a importador de granos. La pobreza en el campo iba en aumento, recuerda Luis Meneses.
Ese fue el terreno para que a partir de 1968 comenzaran a surgir nuevas organizaciones. ``Aparecen las organizaciones regionales con demandas locales y una nueva actitud del movimiento campesino''.
Luis Meneses afirma, contra una creencia generalizada, que en el campo no tenían miedo a los estudiantes: ``Había desconfianza, pero no porque fuéramos estudiantes o comunistas sino por el control férreo de la CNC''.
Los campesinos no sabían ``casi nada'' del movimiento estudiantil: ``Les informábamos de los asesinatos de jóvenes. Pero siempre se nos imponían cosas más urgentes, como resolver los problemas de tierra y créditos''.
En Sonora, Meneses comenzó a trabajar con el líder Jacinto López en la tarea de demandar tierra y créditos, una lucha de los indios mayos y yaquis que culmina con la dotación de los ejidos.
Las batallas en el campo, como se ve, son materia de otra historia.