Arturo Alcalde Justiniani
Hacia un nuevo mundo del trabajo

La anunciada ruta hacia una reforma laboral se ha tornado difícil y confusa. Difícil porque el gobierno federal se ha enredado, con singular iniciativa, en problemas crecientes que le restan liderazgo para encauzar y conciliar una transformación en el mundo del trabajo, de por sí, vinculada al contenido de la política económica y a la propia reforma del Estado. Más difícil aún porque la prioridad en la agenda nacional transita hacia el logro de la paz en Chiapas y a resolver el cada vez más espinoso asunto del Fobaproa. En este entorno se reducen las expectativas para lograr en el corto plazo una reforma, cuya tarea esencial es modernizar el modelo de relaciones laborales, a partir de una concertación legítima entre los factores de la producción.

Además de los obstáculos hacia la consecución de estos consensos se generan signos de confusión que hacen más difícil el escenario. Los actores no definen con claridad sus intenciones y un día sostienen lo que en otro contradicen. El gobierno federal ha señalado que la reforma laboral pretende generar más empleos, sin clarificar la relación entre medio y fin, dando la impresión de coincidir con la tesis cada vez más desautorizada --atendiendo a la experiencia internacional-- de que el empleo inseguro y precario favorece la inversión.

En otro ángulo los representantes del sindicalismo oficial no definen si están conformes con una reforma, y en su caso cuáles serían sus propuestas, sólo repiten que no permitirán afectar los derechos fundamentales. Esta afirmación carece de contenido y ha estado presente en las reformas legales más retrógradas, como la reforma agraria salinista o las recientes modificaciones a la Ley del Seguro Social. Los partidos políticos PRI, PT y PVEM no han dicho esta boca es mía. El primero es obvio que hará depender su posición de definiciones presidenciales, sin embargo los dos restantes no tienen justificación para tal omisión, dada la importancia que puede tener para una auténtica democratización del país, el desarticular los mecanismos de control y subordinación que hoy prevalecen en el modelo de relaciones laborales vigente.

En otros espacios avanza la reflexión sobre los temas que podrían articular los ejes de una reforma laboral, fortaleciéndose la opinión de reducir la agenda a sus aspectos básicos: no afectar la estabilidad en el empleo, mantener el carácter protector de la Ley, suprimir la intromisión estatal y patronal en las organizaciones gremiales, garantizar la participación de los trabajadores en la contratación colectiva como fuente privilegiada de una concertación productiva de beneficio común y lograr mecanismos para obtener una justicia más eficaz. Más allá de limitarse a poner peros y de simplemente advertir riesgos, se trata de proponer soluciones concretas para lograr estos fines necesarios para ir superando los añejos vicios del mundo del trabajo, finalmente nuestro mundo.