Es paradójico que algunos artistas se quejen de no poder supervisar ``el uso de sus impuestos'' en relación con la promoción, las ofertas culturales, las exposiciones, etcétera del INBA, cuando que de todos es sabido y de ellos también que la mayoría de las veces los acontecimientos se verifican como si fueran un milagro, dadas las drásticas reducciones presupuestales que como es archisabido afectan la cultura.
Es una cobardía inenarrable escribir insultos dirigidos a artistas y a curadores en los libros de las exposiciones, mismos que a final de cuentas se convierten en material de archivo, por todos consultable, omitiendo firmarlos o firmando con seudónimo. Tales párrafos obedecen no sólo a una crítica rezongona, sino francamente calumniosa. Aquí me refiero a lo que con correcta caligrafía escribió quien se firma ``Auguste Rodin'' a propósito de la exposición escultórica en el MAM. Cualquier anónimo omite toda posible actitud crítica, pues está generado primordialmente por envidia.
Resulta sorprendente que de los cientos de notas que se publican cada quincena sobre cuestiones artísticas, sólo un porcenyaje mínimo se ocupe de la inminente desaparición (aunque sea temporal) de uno de los espacios auténticamente avant garde de esta capital. Respecto de eso, el gremio artístico ha permanecido prácticamente mudo, siendo que el Centro Cultural Arte Contemporáneo (CC/AC) ha permitido revisiones la mayoría de las veces espléndidas de corrientes artísticas no sólo encontradas, sino opuestas.
En este aspecto puede ser que la palma se la haya llevado la exposición del expresionismo abstracto del año pasado.
Los defensores de los lenguajes de la globalización y de la ultravanguardia debieran expresar a gritos su pésame por esta cancelación, ahora que es posible examinar con detenimiento un sustrato bien elegido de la colección permanente en dicho recinto. Da cuenta de una perspicaz capacidad de adquisición por parte del director y no sólo eso, pues complementa las colecciones oficiales ortodoxas y da a conocer al público tanto amateur como especialista una visión documentada mediante las obras, de corrientes vigentes y encontradas. Es posible, por ejemplo, comparar una propuesta de la feminista Nancy Spero, teniendo como eje la escultura de la Diana de Gabies, con otra de Louise Bourgeois: una casa de metal cuyos pisos son peldaños que sostienen módulos testiculares en cera. O bien comparar el ``retablo'' de Gerhard Merz, pieza de aliento religioso, con la estrella de Gilberto Zanon apoyada en macetas fragmentadas.
Entre otras obras soberbias están Niño bueno, niño malo y I am alive, you are alive, de Bruce Nauman. Hay sombreros en forma de sillón diseñados por Karl Lagerfeld, como hay también un soberbio aguafuerte de Lucien Freud, alternando con una pieza de Nahum B. Zenil. Uno transcurre por los espacios felicitándose de tener la oportunidad de confrontar desde homenajes a Malevitch hasta la preciosa instalación de Boltanski realizada con motivo del día de difuntos de 1992. Le sigue en importancia la de Paolo Calzolari que ofrece alguna convergencia con las obras de Kiyoto Ota que se exhiben en el MAM.
Objetos hay muchos: las sillas de Friedeberg, Mano derecha, mano izquierda, realizadas en 1962 con perfecto artesanado alternan con las fotografías en revelado cromógeno high tech de Miguel Calderón. 4 mil 50 piedras de río integran el círculo de Richard Long, similar al que presenta el Museum of Contemporary Art de Chicago, cuya exposición inaugural en el nuevo edificio ofrece algunas analogías con la que podemos admirar en el CC/AC, con la ventaja de que en ésta los artistas mexicanos alternan en igualdad con los de otros países. Hay una pintura de Sergio Hernández, La fábrica (1952) que me hizo extrañar a aquel Sergio Hernández, cosa que sucede y que recientemente observé en el MACO de Oaxaca, su bonita exposición El circo. Un circo dulce, carente de dramatismo.
Para quienes persiguen la gráfica hay maravillas que admirar: como la serie First Light (1989), de James Turell, quien exhibe con lujo de recursos en el Museo de Arte Contemporáneo de Houston, Texas. También a partir de los efectos de la luz, la danesa Kirsten Ortwed está representada en el CC/AC con un círculo de acero que soporta el panel perforado de cera: los vacíos proyectan sombra clara en la pared. El montaje de la exposición contribuye a su realce y puede advertirse que no se escatimaron medios para que la selección luciera al máximo.
La muestra combina algunas ramas del tronco habitual con las de otros troncos que al oponerse al mainstream han terminado por disputarle la primacía implícita en el término. Una visión muy interesante de examinar.