¿En dónde quedó el toreo brujo a punto de muerte, el de citar con el medio pecho, en la perpendicular de la teztuz del toro y parar, templar y mandar y una vez domado el toro, matarlo a volapié? En el dolor de las coplas se escapó el aliento que fue el último. El de citar cruzado y repetir el cruce, cada pase, en medio de los pitones, traerse al toro embarcado en la curva del pase natural, templado, muy templado, debido al mando que le obliga al toro, a doblar la esquina y luego recrearse el toreo en el juego de las formas y colores.
Toreo doloroso que tejía un misterio del ritmo curvo y desapareció dando un paso a un nuevo toreo -a toros inválidos, pastueños, sin casta, sin trapío--fuera de cacho, con el pico en la muleta, a pitón contrario, el viaje marcado hacia fuera, enmendando el terreno, repetido hasta el insomnio. ¿Dónde quedó el toreo eterno al que se le han puesto crespones de muerte? Cuatro toritos negros se lo llevaron al matadero, para preservarlo del desmoder actual.
¿Volverá de la antesala de la muerte -el toreo--que rompe y desgarra con ayes, lamentos y olés, que retumban en la pirámide monumental? ¿Volverá el día que llegue un torerito a quien se le vaya la vida en torear y le quite los lazos negros que ahora lleva el crespón y vuelva a dibujar en el centro del redondel la curva de la verónica o el pase natural?
¿Volverá el torero promotor de los gritos de pasión -que dejará de lado--la ilusión de encasillar el toreo en un negocio? ¿Volverá el toreo que es vibración del espíritu, y algo más, mucho más, que dar pases a destajo y poner a dormir a los cabales, como sucedía salvo milagro, casi todas las tardes en los últimos años.
Esta grave el toreo, pero lo conserva la sencillez de su gravedad y un dramatismo que esconde y reprime la tragedia que fue el alma de las corridas de toros y nos recuerda con cruel plasticidad los golpes secos del toro a los toreros, que, remueven las entrañas del campo bravo con sus melodías toreras y saetas tumultosas de esperanzas y delirios.
Parsimonioso y terco el toreo, más martillo que campana, más angustia que tintineo, estremeció hasta lo más hondo las conciencias y llegó a lo recóndito del alma de la ciudad y vibró en lo íntimo de las cosas, arrancando al mismo silencio un escalofrío... ¿Adónde se fue?