Victoriano Garza Almanza
La esfera de Vernadsky
En 1928, Vladimir Ivanovich Vernadsky escribía el prefacio a la
edición francesa de La biosfera, una de las obras cumbre del
pensamiento ambiental contemporáneo, que publicó en ruso en 1926 y en
francés en 1929. En él señalaba: ``El propósito de este libro es
llamar la atención de los naturalistas, geólogos, y especialmente de
los biólogos, sobre la importancia de los estudios cuantitativos de
las relaciones entre la vida y los fenómenos químicos del
planeta''.
El término biosfera fue introducido por el austriaco Eduard Suess en 1875, aunque la idea fue planteada antes por Cuvier y Lamarck. Sin embargo, Vernadsky asumía que por bella que fuera esa idea para la ciencia, no era ciencia, hasta que no fuera científicamente puesta a prueba y validada. Esto fue lo que él hizo con sus estudios sobre la rotación biogeoquímica de las sustancias de la Tierra: ``demostrar que la vida es un fenómeno planetario''.
Considerado como el padre de la biogeoquímica, Vernadsky atendió en su juventud las conferencias magistrales de Mendeleiev, creador de la tabla periódica de los elementos químicos, y tuvo como tutor a Dokuchaiev, padre de la pedología (rama de la geología que estudia la formación de los suelos).
Como químico especializado en mineralogía, Vernadsky tuvo que luchar consigo mismo para abstraerse del especialismo y ``aprender a ver lo grande en lo pequeño''. En 1891, ya aseguraba que la Tierra era un gigantesco laboratorio en el que los componentes químicos migraban de un lugar a otro, y que esos movimientos eran una manifestación de la vida de la superficie terrestre.
Para comprender la estructura de la Tierra como laboratorio, abordó la caracterización de lo que llamó geosferas: atmósfera, hidrosfera y litosfera (corteza terrestre). Luego comprobó que el mundo viviente es un factor que transforma el mundo mineral de la Tierra, y que de esa interacción emergen los suelos, la atmósfera y la calidad de las aguas.
Al principio, Vernadsky pensaba que el tiempo era el elemento básico en la génesis de los minerales. Años después mostraría que el hombre tiene una importancia significativa en los cambios que sobre la corteza terrestre ocurren a corto plazo: ``El hombre ejerce una influencia todavía mayor (que el tiempo), cambiando por completo el semblante de la Tierra, y este cambio es cada vez mayor a medida que se desarrolla la cultura y se difunde el influjo de la humanidad civilizada''. Afirmaba que el impacto del hombre sobre la naturaleza era de tal magnitud que revestía un ``carácter cósmico''.
Anticipándose a los tiempos, observó: ``A medida que los conocimientos científicos abarcan cada vez más la vida circundante, se difunde la preocupación sobre el futuro sobre la protección para nuestros descendientes de las riquezas naturales y su aprovechamiento prudente''. Así, enunció lo que hoy es el espíritu del llamado desarrollo sustentable.
También, como una idea vaga de lo que conocemos como reuso y reciclaje, Vernadsky aseguraba que la humanidad se vería obligada ``a concentrar las menas y pasar muchos de los recursos no renovables a la categoría de renovables''.
La firme voluntad y curiosidad científica de Vernadsky prevalecieron en el fragor de la Primera Guerra Mundial y durante la Revolución rusa. En ese escenario fundó comisiones y centros científicos, promovió estudios y dictó conferencias. Según Balandin, en noviembre de 1919 leyó en la Universidad del Don, en Rostov, la conferencia Sobre la significación del estudio de la materia viva desde el punto de vista geoquímico, que ya esbozaba su ensayo La biosfera. Mientras, alrededor cam-peaban la guerra y el Ejército Blanco.
En La biosfera Vernadsky sentó las bases de un nuevo paradigma científico explicado en 160 tesis distribuidas en dos partes: La biosfera en el cosmos y El dominio de la vida.
Vernadsky fue uno de tantos científicos a los que Occidente sistemáticamente les ha desconocido su aportación al mundo de la ciencia. Empero, en un tardío pero loable intento por dar a conocer La biosfera a los estudiosos estadunidenses, los autores del prefacio de la edición inglesa de 1998 justifican el escaso conocimiento de Vladimir Vernadsky en las universidades occidentales al efecto de la Cortina de Hierro y a la guerra fría que se sucedió después de la Segunda Guerra Mundial.
Colofón: ``El peor crimen en el mundo no es negarle alimento y albergue al animal humano, sino privar al hombre de su legado de pensamiento y de la posibilidad de expresarlo completa y constructivamente''. John D. Bernal
Comentarios a:
[email protected]