PANORAMA
Bebés de probeta


Cuando Louise Brown vio la luz el 25 de julio de 1978, era toda una sensación: había nacido el primer bebé fecundado en un tubo de ensaye. Entre tanto, lo que hoy se llama técnica de fertilización in vitro (FIV), o fecundación artificial, se ha convertido en simple práctica médica cotidiana.

En todo el mundo han nacido hasta la fecha, con ayuda de esa técnica, 300 mil niños de padres incapacitados para engendrar un hijo de manera natural.

En Alemania, donde han nacido ya cerca de 30 mil bebés de probeta, uno de cada siete matrimonios se queda contra su voluntad sin hijos. Esto es, hay más de un millón de parejas con ese deseo insatisfecho.

Las razones para ello son múltiples: junto a la influencia dañina del medio ambiente, las exigencias de la vida profesional obligan a la pareja a postergar sus planes de tener un hijo a una fase de la vida en que ha disminuido ya la fecundidad natural de la mujer.

La edad promedio de las alemanas para parir a su primer hijo era, en 1970, entre los 24 y los 34 años. En 1996 estaba entre 28 y 35.

``Hoy en día, agotando todas las posibilidades terapéuticas, se puede asistir a entre 60 y 80 por ciento de las parejas que van al médico con problemas de falta de descendencia'', dijo el profesor Klaus Diedrich, director de la Clínica Universitaria de Obstetricia en la ciudad alemana de Lübeck.

Junto con la FIV, que ayuda a la mujer cuyos conductos ováricos no son funcionales, se emplea hoy con iguales posibilidades de éxito la IICE (inyección intracitoplasmática de espermatozoides), aplicada especialmente en casos de esterilidad masculina. Según esta técnica, una única célula espermática masculina es inyectada mediante una finísima aguja directamente en el óvulo.

``El tratamiento de la pareja se ha hecho en los últimos años muchísimo menos complicado'', señaló Diedrich. Por ejemplo, el óvulo ya no se extrae a la mujer mediante una complicada operación a través del vientre, sino directamente a través de la vagina. Asimismo, han disminuido considerablemente los efectos secundarios de las hormonas utilizadas en la estimulación de la producción del óvulo.

``Las probabilidades de quedar embarazada mediante una fecundación artificial es de 25 por ciento, y con esto tenemos casi tanto éxito como la naturaleza'', afirmó Diedrich. Otros médicos citan una cuota menor.

En todo caso, sigue existiendo un elevado riesgo de parto múltiple, pues en cada tratamiento se implantan hasta tres óvulos fecundados en la matriz. Las posibilidades de tener trillizos es de 2 por ciento. Las de nacimiento de mellizos es de 18 por ciento. Los temores de que puedan nacer niños con defectos congénitos no se han visto comprobados por la experiencia.

``Los bebés de probeta son tan sanos como los normales'', aseguró Diedrich. Tampoco en su desarrollo posterior muestran diferencias con sus compañeros de escuela.

No obstante, el profesor Heriberk Kentenich, de la Clínica para Madre e Hijos de la Cruz Roja en Berlín, advirtió no abrigar excesivas esperanzas en la fecundación artificial.

``La presión psíquica que aqueja a muchas parejas es enorme'', señaló. Sobre todo la mujer se hace excesivas ilusiones durante el tratamiento, y la decepción es igualmente grande cuando no resulta. El médico sostuvo que por ello es necesaria una asistencia psicológica de la pareja. ``La vida tiene que seguir su curso, aunque el deseo de tener un hijo no se vea satisfecho''.

La maternidad suplente, en que una mujer se presta para llevar a término en su vientre un óvulo fecundado de otra, está vetada en Alemania, al igual que la conservación y donación de óvulos. Además, una ley de 1990 sobre protección a los embriones prohíbe experimentar con éstos, tal como se hace libremente en otros países. (Dpa)