Gerardo Bocco
Medio Ambiente y evaluación


La idea de la objetividad en el desarrollo de la ciencia es polémica. Esto es crítico, porque de la manera en que se acepte (o no) esta premisa, se desprende un conjunto de temas que deben ser manejados en forma explícita. A la idea de la supuesta objetividad se opone la de un desarrollo de la ciencia explicado, al menos de manera parcial, pero sustancial, por el desarrollo de agendas de investigación. Estas son definidas y consensadas por grupos de científicos, que tienen poder para participar en la definición de agendas, generar los eventos en los que se definen agendas, etc.

Estos grupos residen en los departamentos ``exitosos'' de universidades, en general del primer mundo, caracterizados por la disponibilidad de mayores recursos, mayor cantidad de estudiantes graduados, mayor cantidad de profesores provenientes de universidades de prestigio, mayor cantidad de publicaciones en revistas arbitradas, etc. Este es un sistema que se autorregula y garantiza su autoperpetuidad. Un grupo define las reglas, luego premia a quien las sigue. Las siguen quienes las conocen y conocen los dividendos que se obtienen. Al seguirlas, se distribuyen premios y reconocimientos que fortalecen el aparato.

Asimismo, estos grupos están integrados por algunos individuos o grupos en zonas periféricas que comparten la pertenencia a un ámbito y dan cierta universalidad a la creación de agendas. Es el caso típico de los científicos tercermundistas relacionados con grupos originados y basados en el primer mundo, respetuosos de sus prioridades económicas y sociales.

En estas agendas se definen los temas de investigación a partir del interés y conveniencia de este grupo de científicos. Esto sesga, de hecho, el desarrollo de la investigación, la adjudicación de recursos (proyectos, becas para ciertos temas, etc.), la asignación de reconocimientos-recursos (premios, pilones, personal técnico de apoyo, etc.), la aceptación de artículos por parte de revisores, la dirección de sociedades científicas, etc.

En la práctica, los mecanismos de evaluación de la ciencia, en cualquier lugar de la galaxia, están influidos más por este tipo de procedimientos que por una epistemológicamente cuestionada objetividad de la ciencia. Esto sin duda es polémico, como ya se mencionó, y se puede revisar una abundante bibliografía al respecto. Pero si bien puede no ser necesario adoptar una de las dos opciones, sí es preciso reconocer su existencia y sus implicaciones.

De esta manera, la supuesta evaluación por pares (peer-reviewing), tanto de proyectos como de manuscritos o bien asignación de reconocimientos, es, en parte, una ficción. La pregunta es ¿quiénes son pares? Par implica igualdad, mismo nivel. Pares, entonces, son aquellos que, independientemente del nivel académico (¿qué es el nivel académico?), comparten la agenda y participan en su creación y actualización. Pares, en realidad, es un grupo de poder. En nuestro medio, desgraciadamente, hay un elemento que está ausente pero que sí forma parte del funcionamiento de las agendas científicas: la transparencia en el establecimiento y funcionamiento de reglas. No las escritas, sino las que en realidad se juegan.

Basar la evaluación de nuestra actividad académica solamente en la aceptación de artículos en revistas arbitradas de circulación internacional, práctica común en la UNAM, por ejemplo, implica un sometimiento absoluto a la agenda dominante, a los científicos que la controlan y al grupo que representa a la agenda vigente en una dependencia específica. La alternativa es multiplicar el número de criterios de evaluación para depender, en todo caso, de más de una agenda, es decir de más de un grupo.

Esto no quiere decir que debamos quedar fuera de las agendas dominantes. No debemos perder los logros obtenidos: el que parte de nuestra actividad se refleje en publicaciones como las mencionadas en el párrafo anterior. Pero al menos no debemos ser evaluados por pertenecer o no a los grupos que las controlan. Deberíamos encontrar formas de evaluar actividades independientemente de agendas o grupos. Una forma posible es aceptar que nuestra agenda debe definirse, en parte al menos, a partir de las necesidades y problemas ambientales de la sociedad que financia el grueso de nuestra formación y actividades científicas.

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