En una época, los guardianes de las buenas costumbres recomendaban que se tuviera cuidado con el chocolate, pues era un brebaje despertador de las concupiscencias. La píldora milagrosa prolonga los entusiasmos, pero éstos, dice Sollers, dependen sobre todo de ``lo que nos pasa por la cabeza''. En fin... cada quien su píldora, su fantasía y su chocolatito (¡cuidado, eminencias anticondónicas!).
Yo estoy por el progreso y no me molesta para nada que se
quiera tomar la Viagra. Lo único que observo es que este pequeño
invento va a amasar enormes cantidades de dinero y que esta píldora
viene a justificar una intensa miseria simbólica. ¡Qué fascinante
vuelco de un siglo a otro! A finales del XIX, el sexo era considerado
como algo diabólico, al punto de llevar directamente al infierno, de
desestabilizar el poder. Una creación artística formidable, como por
ejemplo Madame Bovary y Las flores del mal, se veía así
condenada en nombre de la represión sexual. Un siglo después, mientras
florece una literatura convencional, la censura golpea todo, salvo el
sexo. Al contrario, se hace propaganda bajo todos los aspectos y se
nos dice que no hay nada mejor que tener una erección y ser
``niagaresco'' -¡una fantasía de eyaculación bastante loca si se
piensa en ello! He ahí lo que me parece sintomático de una concepción
del ser humano como una serie de funciones animales, en la línea de
todos esos artefactos para la reproducción artificial, contra la
depresión, etcétera. Por qué no... Pero esas no son solamente técnicas
de consuelo. Hay también dominio en esa consternante voluntad para
normalizar la sexualidad, partiendo del principio de que todo el mundo
tiene su oportunidad. La censura sólo ha cambiado de trinchera: hoy,
está mal visto si uno no se siente verdaderamente dotado o si se
quiere hacer otra cosa. ¡El sexo es obligatorio, señora! De hecho, no
nos escapamos: después de la erección del falo mítico, uno intenta
hundirlo, pero siempre resurge. De la hostilidad extrema a la
adoración extrema, se permanece en la fascinación: ¡bien investido se
halla ese horrible falo!
Lo que es interesante en ese dominio, no es saber si eso funciona,
sino lo que ocurrió realmente -el verdadero erotismo proviene de
allí. Que alguien que ha alcanzado su orgasmo nos diga de qué está
hecho su goce. Pero, como siempre, no se puede formular realmente la
pregunta. De hecho, la miseria sexual es mucho más grande de lo que
uno se atreve a decir. Por tanto, todo el mundo debería saber que la
sexualidad en general y los problemas de erección, en este caso, no
dependen de una función solamente mecánica, sino también de lo que
pasa en la cabeza. Desde este punto de vista, no hay ningún progreso y
habrá siempre pocos individuos dotados para ese género de música. Se
podría decir que estoy a contracorriente al afirmar que el sexo no es
obligatorio, que todo eso no tiene ninguna importancia, que ni
siquiera es tan interesante. Un discurso de indiferencia del que tengo
conocimiento de causa: mi deseo, yo sé cómo procurármelo de una manera
que no le pertenece a nadie más que a mí. Yo no escribo libros de
obseso sexual, al contrario: yo escribo libros de singularidad. De la
misma manera que no existen dos huellas digitales idénticas, no hay
dos sexualidades semejantes, con píldora o sin píldora.
Tomado de L'événement du Jeudi.