La Jornada Semanal, 2 de agosto de 1998
Tenemos que rodear este tiempo de pájaros, dijo la prima Eva,
que
sabía
de la inutilidad de todo esfuerzo, por lo cual
-ella
agónica- me sorprendió. ¿Te acuerdas que
reía?, musitó
como en
fiebre
y fue cuando el relámpago partió en dos su árbol.
Partía
ella
hacia el fondo de sí, hacia la sangre
ya nunca
apresurada. Nadie muere después de nadie.
Nadie -le
iba yo
diciendo
desde el avión- vive, después de todo. Vamos,
pues,
como dices
a rodear
esta espuma de pájaros, esta risa
que dices que
reías
y consolémonos de tu adiós con el fuego de
tu aún
estoy llegando