Pocos recuerdan el dato: la última escuela en levantar el paro fue la Normal Superior, donde la suspensión de labores terminó el 8 de enero de 1969.
Esa batalla la dieron los integrantes del Comité Coordinador de Comités de Lucha del Magisterio, a quienes desde entonces, y por varios años, se conoció como los Cocos. ``Nos gustaba decir que éramos los cocos de los charros sindicales''.
El arranque
En mayo de 1968, los maestros fueron convocados por los líderes oficialistas a una reunión en el auditorio de la sección 9 del SNTE. La intención era informarles sobre el gran esfuerzo que los líderes hacían para lograr un aumento salarial. Tras los informes de rigor, un maestro moreno, de nombre Antonio, se subió a su asiento y arengó: ``La respuesta insatisfactoria... los charros no ponen plazos para exigir solución... los maestros de banquillo no tienen información...''
Los líderes le gritaron ``loco'' y ``agitador'', y abandonaron la reunión, que casi se disolvió. Los pocos que no se fueron, se citaron de nuevo. Para julio, las reuniones ya eran cosa de todos los días, mientras crecía el empuje del movimiento estudiantil.
Los maestros disidentes lograron formar 105 comités de lucha en igual número de escuelas: colocaban mantas y carteles en las fachadas de los planteles, organizaban asambleas con padres de familia y asistían a las reuniones del Consejo Nacional de Huelga.
Redes
Jesús Martín del Campo, hoy diputado federal por el PRD y organizador de los Cocos en el 68, recuerda: ``Además del ambiente generalizado de rebeldía juvenil, los de mi generación normalista habíamos tratado a Genaro Vázquez Rojas, quien escapó de la prisión de Iguala en 1967 y andaba alzado en armas. En la Normal conocí a los Bracho y también a Demóstenes Onofre Valdovinos, quien igual que yo estudiaba en la Prepa 7.
``También sabíamos de Lucio Cabañas, ya que el magisterio tenía sus propias redes de comunicación, y siendo Guerrero uno de los estados con mayor producción de maestros, pues los exportaba y exporta a todo el país; la difusión de información se facilitaba''.
El objetivo principal de los Cocos era vincular el movimiento magisterial con el estudiantil. ``Muchos maestros nos veían como seres raros, porque les decíamos que era tan importante pedir la libertad de Vallejo y Campa, como el 40% de aumento salarial''.
Algunos Cocos eran estudiantes de la UNAM, pero muchos otros, aunque también jóvenes, trabajaban como maestros de primaria o secundaria y ya tenían familias que mantener.
Enrique Avila, representante de la Escuela Normal Superior ante el Consejo Nacional de Huelga, reconstruye: ``Algunos piensan que el movimiento terminó el 2 de octubre. Pero no, porque tuvo varias vertientes, una de ellas la magisterial, que se sostuvo hasta noviembre. Otros creen que el movimiento terminó el 4 de diciembre, con el Manifiesto del CNH al pueblo de México. Tampoco es cierto. La última escuela que levantó el paro fue la Normal Superior, el 8 de enero de 1969. Ha sido una de las huelgas más largas y combativas en la historia del magisterio''.
De esas batallas surgió una generación de activistas que fue a trabajar al campo y a las colonias populares, pero que también mantuvo la resistencia dentro del sindicato magisterial. No debe olvidarse que entonces faltaban cuatro años para que Carlos Jonguitud tomara por asalto la sede del SNTE e instaurara su ``liderazgo moral'' de 17 años.
El compañero noción y las modas magisteriales
La vinculación no fue sencilla, pero el lenguaje estudiantil se fue incorporando en las reuniones magisteriales. En una asamblea realizada en Zacatenco, por ejemplo, un profesor quería intervenir sin importar el tema. Desde el fondo de la sala, levantaba las palmas abiertas y las unía. Como no le hacían caso comenzó a gritar: ``¡Noción, noción!'', en lugar de moción. Ante la carcajada de muchos, sólo dijo: ``Uno tiene derecho a estrenar palabras, ¿o qué no?'' Desde entonces se le conoció como ``el compañero noción''.
Como en el lenguaje, el movimiento influyó en la moda: muchos maestros cambiaron vestuario y peinados. Hasta entonces muy formalitos, comenzaron a dejar ``el saquito de Milano por un estilo más informal''.
Varios profesores de entonces recuerdan: ``Muchos abandonamos la brillantina que aplacaba y relamía los cabellos lacios para dejarnos la melena, cosa que no fue muy bien vista en las escuelas''.
Con ese nuevo look, los Cocos formaron brigadas para ir con los ferrocarrileros y los petroleros. ``Con los segundos nos fue muy mal. En la refinería de Azcapotzalco los mismos trabajadores nos delataban con la policía y algunos hasta gozaban con que nos macanearan y aprehendieran''.
Mientras, en la Normal Superior -cerrada por Jesús Reyes Heroles en 1983- se producían a diario miles de volantes para ir a las escuelas y a los centros fabriles.
El final
Las vacaciones escolares eran diciembre y enero, pero en 1968 se adelantaron a septiembre y octubre, para que coincidieran con la Olimpiada. Las clases se reanudarían el 4 de noviembre.
Jesús Martín del Campo recuerda: ``Muchos maestros estuvimos el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas. Varios no regresamos a nuestras casas. A Enrique Avila lo llevaron al Campo Militar Número 1, a mí a la Crujía ``C'' de Lecumberri''.
Después de la masacre varios maestros, aterrorizados, abandonaron la batalla, pero muchos otros continuaron.
El gobierno autorizó un aumento de 125 pesos al mes para el magisterio de primaria, a partir del primero de noviembre. Pese a ello, los Cocos convocaron a un paro para el 12 de noviembre. ``La decisión era temeraria, tomando en cuenta el efecto de la masacre del 2 de octubre''.
La mitad de las escuelas del DF pararon, aunque la SEP sólo reconoció que hubo paro en 40 de los mil 455 planteles.
Al siguiente día, la SEP dio a conocer una lista de 63 profesores cesados. ``Varios no habían participado en el paro, pero eran destacados militantes del Movimiento Revolucionario del Magisterio''.
Los maestros cesados tuvieron el apoyo de los padres de familia. ``En mi caso -dice Martín del Campo- hubo una marcha de 500 padres por la Calzada Ignacio Zaragoza pidiendo mi reinstalación. Una vez lograda, el compromiso con ellos era muy fuerte; había que prepararnos y ser buenos maestros''.
De esa experiencia, los Cocos sacaron una de sus divisas: ``Hay que ser rojos y calificados''.