México necesita, a un tiempo, paz y soberanía, los nutrientes básicos de cualquier nación con futuro. Hoy, sin embargo, el conflicto en Chiapas se ha enredado al extremo de que la paz y la soberanía parecen conceptos excluyentes: para lograr la paz habrá que aceptar el intervencionismo extranjero. Lo cierto es que la verdadera paz va tan junta a la soberanía como a la democracia.
Con ese enredo, típico en una guerra de baja intensidad, las paradojas se multiplican. Por un lado, los guerreristas insisten en enarbolar la defensa-de-la-soberanía (expulsión de observadores extranjeros por delante); no obstante, la guerra civil -a la vuelta de la esquina, gracias a su guerrerismo- es la mejor invitación al intervencionismo. Y a pesar de que ellos mismos alientan, todos los días, el intervencionismo económico, político y demás.
Por otro lado, el gobierno de Estados Unidos por fin comienza a trabajar a favor de una solución pacífica del conflicto chiapaneco. Pero al mismo tiempo, mantiene su apoyo al clan guerrerista de México: venta y hasta donativos de equipo bélico, labores de espionaje, indoctrinamiento de militares mexicanos no sólo en EU y en sitios paradigmáticos de la barbarie (Escuela de las Américas), también en el propio territorio nacional, según lo ha informado Roderic Ai Camp en una reciente audiencia del Congreso estadunidense (La Jornada 30-VII-98). Ello, para no hablar de apoyos económicos, políticos y hasta culturales (indoctrinamiento en Yale, Harvard y similares) a la élite guerrerista de México que maneja igual o mejor el guerrerismo socioeconómico, tan encubierto como letal: generación de hambrunas y revueltas por la vida de las genialidades macroeconómicas.
Y, por si fuesen pocas paradojas, muchos nacionalistas auténticos, pero anclados en el antiyanquismo visceral, insisten en repudiar todo lo que venga de EU, incluso posturas evidentemente favorables a una solución pacífica y justa (``aceptable para todos'') del conflicto en Chiapas. Es el caso de las posturas anunciadas en una próxima resolución del Senado estadunidense: desarme de los grupos paramilitares, retraimiento del Ejército, garantías de que la ayuda de EU no sea utilizada para fines bélicos, respeto a observadores extranjeros, mediación de la ONU (La Jornada 28-VII-98). Y ese antiyanquismo transcurre, no obstante la influencia de alguien sobre los gobiernos del México ``moderno''; si hay alguien que pueda poner en orden al clan guerrerista, son las autoridades de EU. Triste, pero cierto.
¿Cómo desenredar tamaña madeja de paradojas? Salvo la mejor opinión del mago Houidini, tal vez convendría iniciar con una reflexión actualizada en torno a la soberanía y el antiyanquismo. Aquí sólo hay espacio para (ultra)resumir lo que hemos apuntado en otras ocasiones (Soberanía herida, Nuestro Tiempo, 1994).
Ante la globalidad real de ciertos problemas, las naciones tienen que aprender a diseñar soluciones conjuntas, en vez de escudarse en la vieja soberanía-concha (la que tanto manipulan gobiernos dictatoriales). La violación de derechos humanos es un problema sin duda global. Hoy Chiapas sufre una crisis absoluta de derechos humanos, comenzando con el derecho a la paz, a la vida. Todos en el mundo pueden y deben preocuparse por esa crisis, y hacer lo que esté a su alcance para solucionarla. No hay bandera ni himno nacional que valgan en contra. Más aún, la mejor forma de defender hoy a México es logrando una paz tan firme como justa.
Al mismo tiempo, es preciso distinguir entre ayuda genuina y ayuda tramposa. La primera no sólo es inevitable en estos tiempos de globalización, sino indispensable para humanizar a ésta. En cambio, la segunda es simple y llano intervencionismo, tan ilegítimo como repudiable... ayer, hoy y siempre.
EU merece el beneficio de la duda. Entre muchas otras razones, porque ya es del todo caduco su análisis, como el imperio monolítico y el Satanás omnipresente. Fruto de presiones ciudadanas, las posturas pacifistas estadunidenses en Chiapas bien pueden corresponder al rubro de la ayuda genuina. No así sus posturas como artífice de guerras sucias, con alta o baja intensidad. Cuidado, entonces, de aventar al niño que deseamos bañar, junto con el agua sucia.
Y cuidado con cerrar de antemano, sólo por inercias mentales, la posibilidad de un EU congruente con la necesaria globalización de la ayuda genuina. Y congruente con la urgida edificación de una sana vecindad con México.
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