Mañana se vence el plazo otorgado por el PRD a la Secretaría de Gobernación a fin de que muestre a los partidos políticos la lista prometida de los beneficiarios del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa); pero si no hay cumplimiento, o un arreglo razonable (quiero creerlo) o si los nombres no coinciden, el partido del sol azteca hará del conocimiento público su propia lista el martes siguiente. Y entonces el ardor de Troya sólo se habrá pospuesto unos cuantos días, a menos que consigan sustraerle todos sus datos al PRD, como ya se ha intentado en San Lázaro, cosa que desde ahora resulta ilusoria.
Entre tanto, con el ímpetu de una irreversible fragilidad, se ha hecho todo lo posible por descalificar al PRD. Se ha dicho que está aprovechándose de una determinada situación financiera, con la idea de un tremendismo puesto en los sucesos electorales del cierre del siglo, lo que bien podría ser: para eso son los partidos. Lo que en el caso presente resulta por completo aborrecible, es que esa determinada situación se le haya colocado enfrente en un momento transitivo, cuando precisamente podría utilizarla para los propósitos anotados. Eso, que no es lo fundamental, equivaldría a pensar lo peor, y lo peor no es ilegítimo. En la más alta dirección de ese partido, y de ello estoy convencido, se actúa con responsabilidad, con seriedad republicana, conscientes del duro golpe que se propinaría a la economía de todos los mexicanos hoy, mañana, pasado mañana, hasta mucho después del año 2000.
Pensemos, por un momento, en las razones primigenias que dieron origen al Fobaproa. Se trataba de proteger a los ahorradores, vigilando los niveles de capitalización y saneamiento de los bancos, muy en la línea del Comité de Basilea, que comenzó centrándose en el blanqueo de dinero en l974 y del que participamos como invitados desde l988 en conferencias de supervisión bancaria en general.
Por eso se planteó como un medio para rescatar a los bancos de modo que pudieran hacer frente siempre a las obligaciones contraídas con los ahorradores. Pero los mecanismos de Fobaproa cayeron en manos de empresarios convertidos en banqueros a raíz de la desnacionalización del sistema, y éstos no vieron sino una forma de enriquecerse en lo particular a expensas del fondo, que se convirtió así en un cajón de cochambre con muchos ``ahorradores'' beneficiados del tipo de Lankenau e Isidoro Rodríguez, sólo para hablar de los ya reconocidos.
Y ahora el doctor Zedillo pide, casi bajo cuerda, que el Congreso acepte incrementar la deuda pública, que pagaríamos todos los mexicanos, con más de 60 mil millones de dólares, precio del borrón y cuenta nueva del Fobaproa. Después, los mismos muchachos, salvo uno que otro cartero, seguirán manejando los negocios financieros. Pero no. Que pague quien deba pagar, como dijo el titular de Gobernación. Más adelante, teniendo un trasfondo de castigo severo, nuevas formas de normatividad y vigilancia impedirán que se repitan los negocios privados con dinero público. Que sepamos todos, no hay otra forma, ni técnica ni política, de sancionar a los delincuentes.
Difícilmente hay un día, desde que el Fobaproa se hizo parte de nuestra vida, en que no se sepa algo nuevo sobre lo que estaba castigándosenos, mientras una gran cantidad de mexicanos, y muchos de los más lastimados, votaban por el PRI. Ayer, por ejemplo, en este diario se hizo público un informe legislativo según el cual los bonos carreteros puestos en el mercado de dinero por sociedades de inversión propiedad de los bancos, fueron rescatados por éstos en cuanto se enteraron anticipadamente de que habría rescate por parte del gobierno, y pasados a Fobaproa. En la operación, el único perdidoso fue el fondo, y por una cantidad al parecer muy superior a la que suele reconocerse.
Esas no son, en absoluto, altas finanzas. Son, a secas, bribonerías de individuos, públicos o privados, sabedores de que, finalmente, los favorece quien debiera meterlos al orden. En el fondo, es un verdadero desafío a la nación, dicho sea esto sin intensidades dramáticas. Es difícil saber qué es lo que trae el PRD entre las manos. En todo caso, en las palabras más recientes de su más alto dirigente, todo indica que de alguna forma, como sucedió hace años con las famosas cajas rechazadas por la Procuraduría General de Justicia, lo que trae es un emplazamiento.