La discusión pasó del machismo opresivo al feminismo exagerado
José Antonio Román, enviado, Cuernavaca, Mor., 29 de julio &3164; Nadie, ni siquiera entidades poderosas como el Estado, tiene la facultad de convertir un delito en un derecho. Esto es lo que se hace cuando se legaliza el aborto, afirmó el obispo Luis Reynoso Cervantes, y advirtió que la posición de la Iglesia católica es ``inamovible'' en este tema.
Es inaceptable, dijo, que los derechos humanos estén sujetos a plebiscitos, referendos o consultas. Son derechos que deben ser respetados siempre, en todo lugar y en cualquier caso. Lamentó que en torno al aborto se haya pasado ``de un machismo opresivo a un feminismo exagerado'', pero reconoció que la Iglesia ha fallado y cometido graves errores en su tarea de evangelización, pues la gran mayoría de las mujeres que se han practicado un aborto se declaran ``creyentes'' o abiertamente ``católicas''. Doctor en derecho canónico y constitucional, Reynoso Cervantes forma parte del Consejo Permanente del Episcopado Mexicano y en reiteradas ocasiones ha sido invitado en foros universitarios a exponer la postura eclesiástica sobre el tema. Es autor de varios libros sobre el aborto, el más reciente y completo ¿Legalización o penalización del aborto en México?, escrito durante la pretensión del Congreso chiapaneco de legalizar esa práctica.
Durante la entrevista realizada en su austera oficina del obispado, Reynoso Cervantes mostró la versión estenográfica de la conferencia del secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente -con la que hace un par de semanas se abrió este nuevo capítulo del debate-, la cual fue enviada a todos los obispos por la Subsecretaría de Asuntos Religiosos de Gobernación, pues se estima que los medios de comunicación malinterpretaron las palabras del funcionario.
-¿Se debe o no discutir el tema del aborto en este momento y cuál es la propuesta de la Iglesia católica?
-En principio, la mejor forma de evitar los abortos es que no haya embarazos no deseados. Es necesario que haya una planificación familiar adecuada y universal, con la posibilidad de elección libre respecto a tener acceso a estos métodos, pero debe ser una política recta, basada en el respeto a los derechos humanos y en los valores éticos. En las clínicas del gobierno se presenta toda clase de anticonceptivos y de aparatos intrauterinos para que las mujeres opten o el médico recomiende, pero me llama poderosamente la atención que entre estos métodos no se difunda ninguno natural, cuando algunos de ellos son hasta 98 por ciento seguros y eficaces, además de que compaginan con la consciencia cristiana.
-¿Acaso las autoridades tratan de favorecer a las empresas y laboratorios internacionales, que son las que tienen la mayor ganancia de la venta de estos artículos?
-Si nuestro pueblo está en condiciones económicas tan débiles, por qué el gobierno no hace un esfuerzo para dar a conocer y aconsejar los métodos naturales. Esta es una pregunta que me gustaría que me la respondieran las autoridades. Estamos de acuerdo con la planificación, pero no en sus métodos ni en el cómo.
-¿Cree usted que en realidad hay un intencionalidad detrás de las palabras del secretario de Salud de querer legalizar el aborto?
-Todo hace indicar que sí. La versión estenográfica lo deja ver implícitamente: está claro: abre la puerta al aborto para que este debate conduzca a su legalización. La Iglesia está abierta al debate para discutir con seriedad las formas en que puede resolverse éticamente el problema, para ayudar a la mujer, para atenderla, y encontrar las muchas otras alternativas que deben ser exploradas. Pero si la intención es otra, claro que nos oponemos abiertamente. No lo aceptaremos, porque los derechos humanos no pueden estar sujetos a plebiscitos, referendos o consultas.
-¿Es inamovible la postura de la Iglesia?
-Sí, inamovible. La Iglesia no se cierra a debatir, pero está convencida que desde el principio de la concepción ya hay vida humana y su misión es defenderla hasta su fin, pues es una exigencia de nuestro compromiso de fe como pastores. Es un deber irrenunciable que debemos cumplir.
-Esta posición ha traído fuertes críticas, pues se dice que la Iglesia prefiere entonces niños de la calle, niños no deseados, productos de hogares desintegrados, que una planificación familiar
-La culpa no es nuestra, sino de las autoridades y de la sociedad que no ha sabido crear una economía sana en la que se tome en cuenta a los que menos tienen. Se preocupan de la macroeconomía. El hecho de que haya estos niños de la calle no se debe a que nosotros estemos pidiendo que no se cometa el asesinato, sino a que faltan programas que resuelvan el problema de raíz. En primer lugar tenemos muchos desocupados, obreros con un salario ridículo, tantos hogares destruidos por la droga y la pornografía que transmiten los medios de comunicación. Entonces que no nos echen la culpa a nosotros, se debe a una falta de planeación, a que no se han creado polos de desarrollo, a la falta de empleos, de una educación integral y a un campo que ha sido abandonado. No nos vengan ahora ha hablar de empleos, de un campo que dé comida.
Las cifras ``elocuentes''
-Cientos de mujeres mueren anualmente al practicarse el aborto clandestinamente, convirtiéndose esto en graves problemas de salud pública. ¿No sería mejor crear las condiciones propicias para evitar la muerte de las madres?
-Esto no es una solución real, además de que se atenta contra los valores morales y sociales y no es razón válida para legalizarlo. Los hechos están demostrando que la legalización que facilita el aborto provoca su aumento y no sólo mantiene, sino que incrementa los clandestinos. Las estadísticas a este respecto son muy elocuentes, ya que muchísimas mujeres prefieren arriesgar la vida intentando realizar el aborto por sí mismas o por algunas personas contratadas, con tal de no quedar registradas entre las mujeres que abortan.
De manera sorpresiva, y sin que mediara todavía una pregunta sobre las agrupaciones ``feministas'', el obispo Reynoso tocó el tema. Dijo que las afirmaciones de que ``el cuerpo es mío y puedo hacer con él lo que quiera'' y que ``no puede afirmarse científicamente que el feto tiene vida'' son ``falsas, absurdas y retardatarias''.
Por un lado, agregó, el derecho romano que postulaba la propiedad del cuerpo ha sido rebasada y, por el otro, la ciencia de la biogenética ha demostrado científicamente que hay vida humana desde el momento de la concepción. Aunque el feto está dentro de la madre, éste es una realidad distinta a la de ella. El desarrollo embrionario es un proceso con un dinamismo propio. Con esto quiero decir que el feto no es propiedad de la madre, ya es una vida nueva.
``Pero lamentablemente se ha pasado de un machismo opresivo a un feminismo exagerado. Así que no vengan las feministas conque pueden hacer de su cuerpo lo que quieran, ya tienen un nuevo ser y si lo matan se es un asesino. Eso está claro'', afirmó el religioso.
-Las estadísticas revelan que la gran mayoría de las mujeres que se han practicado un aborto se dicen creyentes o abiertamente católicas. ¿Qué ha pasado aquí con las enseñanzas de la Iglesia?
-Sí, creo que no hemos podido llegar a las conciencias de todos. Ciertamente hemos fallado, la doctrina de la Iglesia no ha llegado con toda su fuerza a las conciencias de los católicos. No se ha dado la congruencia que debe existir entre la fe y la vida, pero no solamente en este tema, sino en muchos otros. Hay católicos que van a misa, pero que viven como perfectos paganos. Tal vez nosotros no hemos podido dar a conocer la doctrina. Además, porque el ambiente consumista, pansexualista, ha sido tan duro que invade prácticamente todos los campos de la vida del hombre que ha dificultado esta tarea de la Iglesia. No nos queda otra que tomarse más en serio la nueva evangelización a la que ha llamado el papa Juan Pablo II.
-Varios cánones del Código de Derecho Canónico establecen la excomunión para las mujeres y todos aquellos implicados en un aborto, aunque no se menciona al hombre que muchas veces abandona a la mujer.
-La excomunión es automática para todos, la mujer que lo practica y los que están implicados, también para el hombre si da su consentimiento o no hace nada para evitarlo. Esta pena no es para condenarlos, sino para que tomen en cuenta la gravedad de la falta y se arrepientan. Además, esta falta, según el código, puede levantarla el obispo diocesano o aquellos sacerdotes que han sido facultados por el mismo obispo. A mí varios sacerdotes me han pedido esta facultad y se las he dado, principalmente cuando se acerca la Semana Santa.