Una noticia lamentable fue proporcionada por El País (26 de julio) bajo el encabezado ``México deportó a 40 inmigrantes ilegales de Centroamérica en un camión de recoger basura''. De acuerdo con esta nota periodística se trató, en su mayoría, de mujeres y niños de nacionalidad salvadoreña, quienes habían ingresado a nuestro país bajo la condición de indocumentados y fueron detenidos en La Concordia, Chiapas.
El trato sufrido por estos seres humanos en manos de las autoridades fronterizas llevó al gobierno de El Salvador a elevar una protesta ante el gobierno de México por lo que consideró ``graves violaciones a los derechos humanos, entre ellos el derecho a la dignidad, a la integridad física, psíquica y moral en contra de los centroamericanos''.
Estos migrantes tenían como destino final Estados Unidos, por lo que se ven en la necesidad de atravesar por nuestro país, lo que les supone un verdadero via crucis. En caso de ser capturados por las autoridades policiales mexicanas son maltratos y extorsionados, y en algunos casos las mujeres han sufrido abuso sexual.
De acuerdo con la misma nota, José Ignacio Piña, embajador de México en ese país centroamericano, aseguró que ``su gobierno está realizando las investigaciones para encontrar a los responsables del denigrante acto''. ¿Puede haber duda al respecto?
Es inaceptable que el gobierno mexicano someta a los indocumentados que cruzan nuestra frontera sur a la deportación, a la humillación, a la extorsión, etcétera, cuando estos hombres y mujeres abandonan sus países con la esperanza de encontrar un nuevo horizonte de trabajo que les permita sobrevivir. No se diferencia de la situación de los migrantes mexicanos, que en estos momentos está llegando a situaciones límite al intentar pasar la frontera norte pues, el calor que afecta a Estados Unidos ha causado la muerte de 83 mexicanos en los primeros seis meses de 1998, la cifra más alta en los últimos años de acuerdo con la Secretaría de Relaciones Exteriores. En su mayoría se trató de hombres jóvenes que fallecieron por hipotermia, deshidratación, inanición, asfixia y ahogamiento a lo largo de los 3 mil 200 kilómetros de la franja fronteriza. ¿Qué hace el gobierno mexicano? A los extranjeros los deporta en condiciones infrahumanas y para nuestros connacionales la indiferencia, engrosan las frías estadísticas y son un número más, cuyos nombres se difuminan en una especie de anonimato.
El gobierno del presidente Zedillo está lesionando gravemente la reputación que nuestro país se había ganado a fuerza de ejercer una política de asilo generosa, solidaria, que le valió el respecto del mundo entero. Los actos que se derivan de la Secretaría de Relaciones Exteriores colocan a México en un lastimoso papel: cuestionado por la violación de los derechos humanos que se han perpetrado en diversas zonas del país, por los crímenes, como el de Acteal que siguen impunes, por obstaculizar el tránsito a la democracia al ejercer todo tipo de violencia contra los grupos que quieren expresar sus diferencias. El gobierno mexicano es cuestionado por sus acciones y por sus omisiones.
Si la obligación hospitalaria es el reto de la democracia para compartir nuestras libertades, como diría un autor, se explica que nuestro país, en estos momentos, sea incapaz de cumplir con tan enaltecedora tarea.