La Jornada domingo 26 de julio de 1998

EDUCACION, PRIORIDAD NECESARIA

En un periodo en que en todo el mundo se señala la necesidad de elevar el nivel cultural y la capacitación de los trabajadores para obtener una mayor calidad y productividad y lograr, de esa forma, países más integrados, justos y competitivos, la enseñanza y la investigación sufren en México lamentables restricciones. El director general del Instituto Politécnico Nacional, Diódoro Guerra, reconoció que los ajustes presupuestales han tenido un impacto negativo en el desarrollo de la ciencia y la tecnología y demandó un incremento sostenido de las partidas presupuestales destinadas a tales actividades, así como un mayor apoyo de parte de la iniciativa privada.

El titular del IPN propuso como meta destinar a la investigación y el desarrollo una cantidad equivalente al 0.1 del producto interno bruto (PIB); pero, aun en el caso de que se alcanzara ese objetivo, los recursos serían entre diez y quince veces inferiores al monto que los países desarrollados destinan a la investigación.

Por lo que hace a la educación superior, la situación no es menos desoladora. En las vísperas de cada ciclo escolar se repite el problema de decenas de miles de jóvenes que no logran ingresar a una universidad pública, ya sea por la falta de lugares en éstas o por las graves deficiencias en la preparación escolar previa de los aspirantes. Las universidades privadas son una alternativa sólo para una pequeña minoría, la que tiene la capacidad económica para solventar las colegiaturas. Aunque la población en edad escolar y universitaria se ha multiplicado en años recientes, la oferta educativa pública no ha experimentado incrementos significativos desde los años setenta, cuando se crearon los Colegios de Ciencias y Humanidades y el Colegio de Bachilleres, para el nivel medio superior, y la Universidad Autónoma Metropolitana y las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales, para el nivel de licenciatura.

Por lo demás, el problema no es meramente cuantitativo: la calidad de la enseñanza ha experimentado un deterioro pronunciado como consecuencia de las limitaciones presupuestales impuestas a las instituciones universitarias públicas, y los pocos afortunados que logran acceder a ellas se enfrentan con las limitaciones planteadas por los escasos fondos destinados a su preparación. Los salarios de la inmensa mayoría de los profesores, desde la primaria hasta la enseñanza superior, les impiden mejorar su preparación, ponerse al día e incluso consagrarse de lleno a la enseñanza. Los planteles no pueden mejorar sus instalaciones, sus equipos y su capacidad técnica, lo cual no sólo repercute negativamente en la educación superior sino que frena, también, la investigación científica y tecnológica.

De esta manera, fuera de los campus de las universidades privadas -en los cuales se encuentra sólo una pequeña porción del estudiantado nacional--, los aspirantes a profesionistas no cuentan con el instrumental que hoy en día se considera básico e imprescindible para la formación académica. Sin buenas bibliotecas y hemerotecas especializadas, privados de acceso a las bases de datos modernas, los estudiantes mexicanos, en su gran mayoría, se quedan al margen de los más recientes desarrollos científicos y culturales internacionales y pierden competitividad. Al mismo tiempo, en tales condiciones, resulta por demás difícil que la investigación genere tecnologías y soluciones acordes a las necesidades nacionales.

Al no invertir en el futuro, en la formación de sus ciudadanos y en la elevación del nivel de la enseñanza y de la investigación, el país se resigna a tener un papel menor y subordinado en la economía mundial y, al mismo tiempo, obliga a sus pocos profesionales realmente capacitados a emigrar en busca de ambientes culturales más favorables, con lo que se pierden, por añadidura, los magros esfuerzos nacionales empeñados en su preparación. Es indispensable, por lo tanto, atribuir a la investigación y a la educación universitaria la prioridad que merecen. En todo caso, ello sería mucho menos costoso, aunque más productivo y útil para la nación, que rescatar de su propia ineficiencia y sus prácticas dudosas a banqueros y especuladores.