La Jornada domingo 26 de julio de 1998

Astillero Ť Julio Hernández López

No es irrelevante el dato de que el secretario de la Defensa Nacional haya discrepado de una manera tan clara con el secretario de Gobernación respecto a Chiapas.

``Poco sensato'' consideró el general Enrique Cervantes lo dicho días atrás por el licenciado Francisco Labastida Ochoa, en relación con que el señor (licenciado) ``Sebastián Guillén'' podría pasarse uno, dos, o cinco años en la selva Lacandona y que nada sucedería.

Decirle a alguien que es poco sensato es una manera de también decirle que es muy insensato. Pero aun así, escogiendo la versión que se quiera para calificar la declaración del señor de Bucareli, las palabras del general Cervantes resultan un ejemplo de diplomático cuidado del que bien harían en tomar nota quienes desde el Palacio de Covián deberían privilegiar el camino de la política y no el de la confrontación.

En efecto, las desdeñosas palabras del sinaloense son (como todo lo poco sensato o lo muy insensato) irresponsables, peligrosas y reveladoras. Un hombre de armas lograría traducir estos conceptos de una manera más sonora y con palabras más comunes, pero el general Cervantes dejó el asunto en la elegante categoría de ``poco sensato''.

Tales referencias fueron responsables por cuanto colocan al coordinador de la política interior mexicana en un plano entre pendenciero y socarrón que no puede ser usado por tan importante personaje pues, así, disminuye el valor de su cargo.

Peligrosas, porque a despecho de los muertos y desplazados, y de la cotidiana vida de los chiapanecos, entre violaciones a los derechos humanos y miseria extrema, el secretario de Gobernación parece estar dispuesto a prolongar al infinito tan dolorosa situación.

Y reveladoras (alta e inusualmente reveladoras), porque comprueban que en Bucareli se ha apostado al empantanamiento del conflicto y a su ``pudrición''. Las palabras de Labastida Ochoa revelan que el espíritu que ha regido la conducta de esa oficina es el de no arreglar las cosas, sino posponerlas y descomponerlas al extremo.

Que se arregle ya...

Pero los desajustes entre tan importantes secretarios van más allá de lo verbal. En realidad, en la cúpula castrense hay una creciente inconformidad con el manejo político que se ha dado al conflicto chiapaneco. La ejemplar institucionalidad del Ejército Mexicano lo ha llevado a cumplir tareas que por desgracia han mellado su imagen histórica. Una de ellas ha sido la de la contención de las inconformidades sociales que se han expresado con las armas en la mano.

En Chiapas, pero también en Guerrero y Oaxaca, los soldados disfrazan sus tareas de combate a la subversión con el membrete de la asistencia social y el cumplimiento de la ley de armas de fuego y explosivos. En esas faenas, las fuerzas armadas del Estado mexicano han llegado a actuar con excesos graves de los cuales existen, con gran frecuencia, públicas denuncias.

Sin embargo, el fondo del problema es que los militares han debido actuar en sustitución o complemento de los civiles que no han podido resolver esos conflictos en sus terrenos naturales, que son los de la política, la negociación y el diálogo.

Metidos a bomberos sociales, los soldados mexicanos han desvirtuado su función original, han desgastado su imagen siempre tan cercana al pueblo y han tensado y cansado sus propias filas de una manera peligrosa.

Por ello, una declaración tan.... poco sensata, como la de Labastida Ochoa, ha hecho que el general secretario de la Defensa Nacional haya reaccionado con inusual claridad.

Mantener uno, dos o cinco años más a Marcos en la selva significa uno, dos o cinco años más de decenas de miles de soldados en campaña, acuartelados, lejos de sus familias, sometidos al doble rigor del estado de alerta y de la inacción. Desde el cortinaje aterciopelado de Bucareli es fácil hablar de que la situación de Chiapas se mantenga uno, dos o cinco años, pero no es igual desde los mandos de las numerosas tropas desplegadas allá.

Los duros sacan las uñas

En el curso de la semana recién pasada se produjeron tres declaraciones que muestran el endurecimiento de algunos sectores oficialistas.

Uno de ellos fue el guerrerense Efraín Zúñiga Galeana, presidente de la Comisión de Asuntos Indígenas de la Cámara de Diputados, quien exigió a su partido, el PRI, que retire a sus representantes de la Cocopa, pues dice que éstos se han convertido en meras marionetas del subcomandante Marcos.

El principal destinatario de las palabras del pintoresco diputado fue, sin nombrarlo, el senador priísta chiapaneco Pablo Salazar Mendiguchía, cuya postura independiente y crítica lo ha llevado a un gran distanciamiento con las cúpulas gubernamental y priísta.

Otro priísta, el general y senador Alvaro Vallarta, solicitó que se investigue a las organizaciones no gubernamentales que, a su decir, le presentaron un panorama falso y tendencioso al secretario general de la ONU, Kofi Annan, respecto a la situación de los derechos humanos en México y en especial en algunos estados como Chiapas, Guerrero y Oaxaca. Investigar, seguramente para castigar y dar ejemplo. Y, de allí, al establecimiento de una ley marcial que prohíba a los ciudadanos externar críticas o entregar informes a instancias legítimas de atención a esos asuntos.

Otro compareciente en este desfile de la mano dura ha sido, desde luego, el secretario de Gobernación, quien en desayuno con los reporteros que cubren la información de esa oficina adelantó que se investigará a las ONG para saber si, como se sospecha, parte del financiamiento que reciben es trasladado al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Astillas: Juan Ramón de la Fuente ha abortado sus aspiraciones presidenciales. Genaro Borrego Estrada, con un gran sentido de la oportunidad, se ha colocado en el nicho desde el que podrá promoverse con agua bendita... Francisco Barrio Terrazas continúa contrastando su figura conciliadora, madura, capaz de dar paso a la alternancia en el poder, frente a los políticos ``bravucones, fanfarrones, gritones y peleoneros''. El chihuahuense hizo una autocrítica de su gobierno la semana pasada frente a panistas del Distrito Federal. Fue una sesión interesantísima, en la que Barrio reconoció los errores cometidos durante su gestión, entre ellos la falta de calidez para comunicarse con la gente, la falta de oficio político y, además, el costo de dejar la imagen de guerrillero para pasar a la de gobernante. Barrio continúa posicionándose como la opción serena y experimentada frente a los desplantes y desatinos de Vicente Fox... Angel Isidoro Rodríguez le ha asestado un golpe divino al PRI y al actual gobierno federal con su confesión de que hizo importantes donaciones a la campaña presidencial de 1994. Siempre se ha sabido que los transportistas son fuente natural de financiamiento de los trabajos del tricolor. Isidoro Rodríguez, padre de Angel Isidoro, tenía como costumbre, para consolidar sus intereses e influencias, poner a disposición del PRI flotillas de camiones y millones de pesos. El Divino ha tocado inclusive una fibra altamente sensible del zedillismo: la torre de Cuicuilco, en Insurgentes Sur, que fue el verdadero cuartel de la campaña presidencial de 1994. En esa torre estaba el verdadero poder de la campaña, mientras que en el edificio tradicional del PRI, en Insurgentes Norte, se despachaban los asuntos de menor importancia. El Divino asegura que él pagaba la renta de ese estratégico edificio. En él despachaba Esteban Moctezuma Barragán... De Fobaproa a Fobapri...