Héctor Aguilar Camín
Vulnerabilidades
Seis vulnerabilidades económicas reconoció el secretario de Hacienda como recurrentes en las crisis mexicanas de fin de sexenio: déficit fiscal, exceso de deuda pública, monoexportación de petróleo, sobrevaluación cambiaria, falta de ahorro interno y debilidad del sistema financiero. Sólo este último no ha sido resuelto durante el actual gobierno, sostuvo el secretario. Es el que pretende resolverse con la conversión de las carteras vencidas de los bancos en deuda pública.
El diagnóstico del secretario de Hacienda se parece al del médico que consuela a los parientes diciendo: ``Estaba bien de todo, salvo de lo que lo mató''. Una deficiente o tardía solución al problema del rescate bancario podría descomponer los otros factores: multiplicar el déficit fiscal y la deuda pública, provocar devaluaciones catastróficas y dar al traste con el ahorro interno. De manera que la vulnerabilidad económica pendiente incluye o puede detonar todas las otras.
La vulnerabilidad señalada por el secretario depende menos de la economía que de la política. Su arreglo requiere la anuencia del Congreso y, por tanto, de los partidos. Nadie parece dispuesto en la oposición a pagar todo el precio de la conversión de la quiebra de los bancos en deuda pública. Mucho menos en tiempos de una sucesión presidencial competida, donde sólo al gobierno le interesa que le vaya bien al gobierno.
El PRD parece dispuesto a que la vulnerabilidad se haga manifiesta y los tecnócratas neoliberales paguen completo el precio de sus políticas. El PAN quiere salvar la cara y pide por su participación un precio alto en cabezas y concesiones. El mismo PRI está lejos de ser la máquina ciega de otros tiempos: nadie puede asegurar que los legisladores priístas votarán como un solo hombre a favor de la iniciativa presidencial. También ellos querrán cobrar el servicio.
Los inversionistas han empezado a descontar en los mercados bursátiles este factor de incertidumbre política, central en el tema de la vulnerabilidad bancaria. Las acciones de los bancos han sufrido caídas dramáticas en la bolsa. En lo que va del año, las acciones de la serie A de Serfin han perdido 49.47 por ciento, las de Bancomer han perdido 20.31 por ciento y las de Banamex 23.81 por ciento.
Las vulnerabilidades económicas de fin de sexenio se resolverán o no en el frente político. El gobierno necesita consensos que la lógica del momento tiende a dificultar o a impedir. Por primera vez en mucho tiempo, las fuerzas de la oposición pueden plantearse el acceso al poder nacional. Por primera vez, también, tienen al gobierno en sus manos. Les bastaría negarse al arreglo bancario para precipitar al régimen en una crisis tal que garantizaría la salida del PRI del gobierno y hasta de la historia futura de México. Heredarían un país en ruinas, pero lo heredarían al fin.
Por el contrario, si las fuerzas de la oposición apoyan la propuesta del rescate bancario, abrirán al gobierno la posibilidad de un fin de sexenio no catastrófico, hasta promisorio, desde el punto de vista económico. Abrirían también, por eso mismo, la posibilidad de un triunfo del PRI en el año 2000. El respaldo de la oposición al rescate bancario le hará un bien enorme al país, pero también le abrirá la puerta al PRI. Es el dilema irónico, en cierto modo trágico, que el rescate bancario pone ante las fuerzas oposicionistas: salvar al país con todo y PRI o hundirlo, con riesgo de hundirse ellas mismas en la vorágine.
El país está en manos de sus políticos de oposición y los políticos de la oposición en manos de las tentaciones de la hora. Hora inédita, por lo demás, hora de los empates gubernativos y las oportunidades de la alternancia, hora de las negociaciones al filo de la navaja y de los consensos que nadie puede imponer. Hora de la incertidumbre democrática.