El secretario de Hacienda declaró, en el contexto de la polémica sobre el Fobaproa, que la única causa aún no resuelta de una posible crisis de fin de sexenio sería que no se hiciera la reforma financiera, en la cual quedaría incluida la propuesta gubernamental de convertir los adeudos que absorbió el Fobaproa en deuda pública.
Otras de las causas enumeradas en la declaración han sido, en realidad, particulares de una u otra de las crisis o bien elementos no decisivos: excesiva dependencia del petróleo exportado, falta de ahorro, mantenimiento de tipos de cambio insostenibles (esto último sólo agudizó los problemas, no los causó) y falta de disciplina fiscal. Da como resuelta la cuestión de la excesiva deuda pública, alegando que con el Fobaproa pasaría del actual 27 por ciento del PIB a 40 por ciento, y que la deuda promedio de los países de la OCDE es de 70 por ciento del PIB.
Esta última comparación no es aplicable. En general, los otros países de la OCDE tienen una economía muy diferente de la nuestra. Nuestro producto por habitante nos ubica dentro de lo que se ha llamado tercer mundo, no en el primero, al que pertenecerían casi todos los demás miembros de esa organización. Además, si un nivel de deuda pública puede causar, o contribuir a, una crisis, es algo que no sólo depende de su monto, sino del nivel de las tasas de interés. Si éstas aumentan a nivel internacional, sucederá lo mismo, y muy probablemente en mayor grado, con las tasas internas también. Tendremos, entonces, un factor de crisis no controlable en México, como son las tasas internacionales de interés.
Es obvio que ese problema sería mucho mayor con una deuda pública de 40 por ciento del PIB que con la actual de 27 por ciento. Pero, además, el secretario olvidó otra causa de la crisis, o síndrome, de fin de sexenio: la inseguridad de los inversionistas ante el cambio de sexenio, que en más de una ocasión ha revertido flujos de capital que entraban y los ha sustituido por los que se fugan.
Este no es un problema menor. Si con un cambio dentro del PRI se ha presentado, ahora que la elección estará mucho más competida y las encuestas incluso apuntan a un cambio de partido gobernante, con mayor razón se puede dar. Es más, si casi desde el principio del sexenio tuvimos ya una crisis, con los problemas propios de la transición sexenal podría volverse a presentar. En este sentido, es posible que el señor secretario se esté curando en salud y viendo a quién se le debe echar la culpa si se le presenta el problema.
Llama la atención que en la declaración que comentamos se ofrezca como gran argumento el hecho de que las reservas estén en su punto histórico más alto. Llama la atención porque eso mismo ha sucedido ya en por lo menos dos ocasiones, antes de que operaran las condiciones que cambiaron el flujo de divisas y lo hicieron negativo, hasta llegar al punto que obligó a la devaluación.
Aunque falta bastante para las elecciones del 2000 y el consiguiente cambio sexenal, lo cierto es que ya hay un candidato en campaña abierta. También es claro que el 2000 tiñe en algunos sentidos la discusión sobre el Fobaproa que, según lo que leemos en estas páginas, podría prolongarse por lo menos hasta 1999. Por ello, es importante insistir en la importancia de que el asunto se resuelva. Esto no se logrará amenazando con otra crisis más. Es el diálogo entre los poderes Ejecutivo y Legislativo el medio principal que puede permitir alcanzar una solución.
Si con la aclaración pública sobre todos los puntos oscuros o, en general, no públicos del Fobaproa y su manejo se afecta a determinados intereses, será menos grave que el daño que causaría al país la simple prolongación de la situación actual. Si sumamos la salida de recursos por el pago de una deuda acrecentada y sus intereses, que podrían también aumentar, a una sustitución de la actual entrada de capitales y a una salida e incluso fuga de los mismos, entonces sí tendremos una buena crisis de fin de sexenio.