¿Qué problema tendrán los obispos? ¿No podríamos ayudarlos?
Los señores obispos saben muy bien que una forma de mentir consiste en ocultar la verdad. Por eso, me resulta irrespetuoso dar por sentado que su tenaz oposición a debatir emane de la mentira. Prefiero atribuirlo a la ignorancia.
He observado, por ejemplo, que no tienen un nivel intelectual acorde con el necesario para liderar a la sociedad mexicana de hoy en día. Caen en formas demasiado pueriles de plantear las cosas. Por ejemplo, si preguntamos ¿es justo que a alguien le corten una pierna o le abran el abdomen con un cuchillo? la respuesta probablemente sería un horrorizado ``¡No!''. Pero si luego pasamos a explicar que en el primer caso se le salvó la vida a quien tenía una pierna gangrenada, y que en el segundo se extirpó un apéndice inflamado que hubiera acabado con la vida del paciente, la engañifa escondidita en la pregunta perdería su efecto. En ese sentido, cada vez es menor el número de mexicanos que realmente cree que la despenalización del aborto consista en obligar a las mujeres a abortar.
¿Serviría entonces de algo que repasemos juntos las bases del pensamiento eclesiástico? Por ejemplo ¿de dónde surge la posición de la Iglesia con respecto a la mujer? Dice la Biblia ``Vale más maldad de hombre que bondad de mujer'' (Qo 42:14). El mismísimo Yahveh aconsejó a Oseas ``Ve, tómate una mujer dada a la prostitución'' (Os 1:2) y también ``¡Pleitad con vuestra madre... no sea que yo la desnude toda entera... y la haga morir de sed...'' (Os 2:4). San Pablo afirma: ``No dispone la mujer de su cuerpo...'' (1 Co II:4) y ``las mujeres cállense... estén sumisas... pues es indecoroso que la mujer hable..'' (1 Co II:34). Gran parte de las doctrinas de la Iglesia se basan también en el pensamiento de San Agustín. Según sus Confesiones, Agustín engañó a su propia madre y propuso una interpretación sexualizada del pecado. Para él, el ``pecado original'' es una enfermedad que se transmite durante el coito. La Secretaría de Salud promueve el uso del condón para protegerse del sida; sin embargo, no parece sensato basarse en San Agustín, para usarlos para impedir la transmisión del pecado original.
¿Pastores o cazadores?
No conozco ningún problema para cuya solución sea preferible dejar de lado la razón y optar por la ignorancia. ¿Ignorancia de qué? Por ejemplo, de que la enorme mayoría de las mujeres que ingresan a una guardia hospitalaria para hacerse atender de un aborto provocado clandestinamente y que se complicó por unas agujas de tejer que perforaron el útero, un abortivo que en realidad envenena, una hemorragia incohercible, esas mujeres se dicen creyentes en el dios de los obispos. En cualquier servicio de ginecología se puede constatar que no menos de 90 por ciento de quienes solicitan asesoramiento para usar anticonceptivos son también adeptas a la misma religión. Dicho sea de paso, un buen número de ellas son también solteras.
Esto indica que, si el pastor vuelve su mirada, podría constatar que no está siendo seguido por un rebaño tan numeroso ni creyente como él suponía: crece el número de novios que tienen relaciones sexuales; en todas las farmacias de México se venden anticonceptivos y los católicos los compran; cuando necesitan abortar, a las católicas parece importarles muy poco la posición de los obispos. Su único problema es cómo, quién y cuánto.
Uno de los recursos más obvios para recapturar ovejas descarriadas, es salir a cazarlas; sobre todo si el Estado ayuda. Tertuliano (160-220) afirmaba que sólo se debía permitir hacer preguntas a la jerarquía católica y que la gente común debería abstenerse de hacerlo. En griego, la capacidad de elegir se llama heiresis, de la que deriva la palabra ``hereje'' para referirse a los paleocristianos que de pronto escogían entre diversas vertientes. En 381, Teodosio establece que la herejía es ni más ni menos que un crimen contra el Estado. Sí, los potros, cadalsos e inquisiciones fueron un gran recurso para limar discrepancias y mantener unido al rebaño. Sólo que, en la medida en que las sociedades se modernizan, se vuelven ``herejes'', hacen intentos por dejar de ser comparados con los borregos, luchan por recuperar esa facultad de elegir, votar, debatir, se trate de abortos o gobernantes, de obispos o secretarios de salud.
En resumen: hoy la humanidad está partida entre los que quieren convencer (debatir, razonar, cuestionar, refutar) y los que prefieren seguir violentando la inteligencia y el derecho a conocer, aunque se haga a expensas del derecho y de la vida de nuestras propias mujeres. Pero soy optimista: mi tesis es que no lo hacen de puro malos, sino de puro ignorantes, y que el educarlos podría no sólo ayudar a resolver un problema, sino que constituiría un enorme paso, hacia el desarrollo de una ciencia que tanta falta nos hace.