En su primera visita a México como secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan ha tenido la oportunidad de enterarse de primera mano de los distintos aspectos y enfoques de la actual coyuntura nacional. El máximo funcionario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) intercambió impresiones con el presidente Ernesto Zedillo, con el jefe del gobierno capitalino, Cuauhtémoc Cárdenas, y con intelectuales y empresarios; además, escuchó las versiones de un gran número de organizaciones no gubernamentales acerca de los principales asuntos que conciernen a la sociedad.
Aunque en las esferas diplomáticas oficiales se insistió en que el tema de Chiapas no formaba parte de la agenda del funcionario internacional, el hecho es que Kofi Annan abordó el asunto en su plática con Zedillo y, posteriormente, se refirió al conflicto en una forma respetuosa y propositiva. Sin que implique ninguna participación formal de la ONU en el proceso de paz, el sólo hecho de que el secretario general de Naciones Unidas tenga presente el drama chiapaneco puede introducir elementos adicionales de distensión.
Un punto en el que difícilmente podría haber plena coincidencia entre el gobierno mexicano y la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas es la situación general de los derechos humanos en el país. La alta comisionada de las Naciones Unidas para tratar ese tópico, Mary Robinson, ha expresado su preocupación por el deterioro de las garantías individuales en México. A ello ha de agregarse la información independiente --y harto preocupante-- sobre este tema que diversas organizaciones cívicas y sociales han hecho llegar al ghanés, aprovechando su presencia entre nosotros.
Más allá de los temas nacionales, es clara la pertinencia de intensificar las relaciones de autoridades y sociedad con la Secretaría General de la ONU, un foro en el cual se dirimen asuntos de importancia vital para nuestro país: control nuclear y la no proliferación, la democratización del Consejo de Seguridad del organismo, los nuevos retos a las soberanías nacionales y las maneras de enfrentarlos, el tráfico de drogas como fenómeno globalizado, los crecientes fenómenos migratorios, la lucha contra el deterioro ambiental, los desafíos del desarrollo y del combate a la pobreza, la insalubridad y el analfabetismo, entre muchos otros. En suma, la relación con la ONU, su estructura operativa y sus diversos organismos, reviste para nuestro país una importancia estratégica, y debe por ello ser cultivada, estrechada y atendida.