En 1959 la República Popular de China ocupó militarmente el Tíbet, lo que produjo la muerte de más de un millón de tibetanos, la destrucción de más de 6 mil monasterios y la prohibición del estudio del budismo. La máxima autoridad política y religiosa del país invadido, el decimocuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso, se vio obligado a establecer en Dharmasala, India, un gobierno en el exilio.
Desde entonces, el Dalai Lama y los lamas tibetanos han luchado pacíficamente --mediante actividades proselitistas que proponen el cultivo de valores como la compasión, la tolerancia y la no violencia (ahimsa)-- por la liberación del Tíbet, con el propósito lograr su autonomía y así preservar sus tradiciones culturales y religiosas. Por ello, el Dalai Lama fue reconocido en 1989 con el Nobel de la Paz.
La ayuda que, ante la inminencia de la invasión china, el Dalai Lama pidió a Estados Unidos tardó casi 40 años en llegar y, paradójicamente, no provino de los líderes políticos sino de una industria con un poder que rebasa fronteras: Hollywood.
En su hermoso filme Kudun --actualmente en cartelera--, el cineasta estadunidense Martin Scorsese narra desde la infancia hasta el exilio de su santidad, Tenzin Gyatso --quien según las creencias orientales es la encarnación de Buda--, incluyendo los trágicos hechos que se desencadenaron durante la ocupación china. A través de esta película miles de espectadores han podido conocer el punto de vista tibetano de los hechos recreados en la pantalla.
La historia es más compleja: en la Edad Media los tibetanos, que eran clanes beligerantes, invadieron China y establecieron una dinastía teocrática basada en la esclavitud y en la servidumbre. Se afirma que el budismo --adoptado de la India-- pacificó la naturaleza combativa de aquéllos, unificando gradualmente al país bajo la figura del Dalai Lama.
Desde la perspectiva china, la amenaza radica en el nacionalismo y el fervor independentista de los tibetanos, se justifica la persecución de los budistas al considerar a los seguidores del Dalai Lama como ``separatistas'' peligrosos a los que se debe suprimir sin piedad para mantener unida a la nación.
Por su parte, los grupos en favor del Dalai Lama --principalmente en Estados Unidos-- sostienen que el Tíbet es un ``país ocupado'' y reclaman enérgicamente su independencia, acusando a China de haber lanzado una campaña deliberada para terminar con la religión tibetana.
Lo cierto es que a últimas fechas, la causa tibetana se ha convertido en una especie de acontecimiento cultural en el que a través de películas, libros, conciertos y presentaciones de diversos artistas y de los propios lamas se denuncia el ``genocidio silencioso'' que ocurre en el Tíbet.
Por lo pronto, la exhibición en México de la película Kundun ha coincidido con la reciente visita del presidente estadunidense Bill Clinton a China, en donde a través de un debate televisado pidió a su homólogo chino Jiang Zemin el establecer un diálogo con el Dalai Lama en busca de una solución al problema.
Por lo pronto, los lamas del monasterio de Drepung Loseling se presentaron hace unos días en la ciudad de México para compartir su filosofía de paz, amor y perdón a todos los seres sintientes. Pero a diferencia de otras ocasiones, ahora fue una presentación de ``Richard Gere Productions''.