Roberto Rivera-Luna
La leucemia aguda linfoblástica de la infancia
En 1947, el doctor Sidney Farber describió los primeros estudios de niños con leucemia aguda linfoblástica sometidos a tratamiento antileucémico con metrotrexato. Aun cuando la duración de la respuesta fue exclusivamente de unos meses, abrió la posibilidad para que los niños con esta enfermedad puedan lograr la curación en más de la mitad de todos los casos.
La etiología de la leucemia aguda linfoblástica se desconoce, aun cuando se han identificado ciertas condiciones o factores predisponentes. Así, por ejemplo, aquellos niños con síndrome de Down (mongolismo) tienen 95 veces más posibilidades de desarrollar este tipo de enfermedad que la población general.
En el momento actual, consideramos que la leucemia aguda representa un espectro muy amplio de enfermedades. Este concepto está básicamente dado por la demostración de que las células malignas -linfoblastos- contienen un linaje muy diverso y que inclusive, como han señalado muchos autores, pudieran tener un factor racial, geográfico y nutricional. En los niños mexicanos, aquellas leucemias del grupo de linaje B predominan sobre las de T, siendo al parecer, según reportes de diferentes instituciones nacionales -incluido el Instituto Nacional de Pediatría-, que la leucemia pre-B temprana es la más común.
Sin embargo, la complejidad de estas enfermedades va más allá del inmunofenotipo, ya que por otro lado existen alteraciones citogenéticas bien definidas que también tienen un peso pronóstico, específicamente si hablamos de la ploidía de las células leucémicas. De ahí que los niños con hiperdiploidía (más de 50 cromosomas), los cuales representan 30 por ciento de todas las leucemias agudas linfoblásticas en pediatría, tienen un pronóstico más favorable que aquellos que contienen menos de 45 cromosomas (hipodiploidía).
Dentro de estos conceptos también se encuentran las anomalías cromosómicas estructurales. Se ha observado, tanto en nuestra experiencia como en la internacional, que sólo 40 por ciento de estos pacientes presentarán alguna anomalía estructural; en términos generales, probablemente las de pronóstico más sombrío las constituyen aquellas leucemias que presentan la traslocación t(9;22, cromosoma Filadelfia).
Otro hallazgo importante para la sobrevida de estos niños es la presencia de los genes de fusión, como el presente en aquellos que tienen una traslocación t(1;19). En este caso existe un rearreglo de gen PBX en el cromosoma 1 y de gen E2A en el cromosoma 19, resultando en la formación de un gen de fusión PBX-E2A. Se ha sugerido que la fusión de este gen es un oncogén que facilita el desarrollo de la leucemia aguda linfoblástica.
Otro dato importante en el conocimiento de este grupo de enfermedades lo constituye el contenido de ADN (ácido desoxirribonucleico) de las células leucémicas, el cual se considera un punto relevante y de factor pronóstico. Cuando el índice del ADN se encuentra por arriba de 1.16 se correlaciona con un pronóstico favorable, situación que se observa en aquellos niños con hiperdiploidía. Desde el punto de vista farmacológico, se puede asumir que entre mayor sea este índice, existirá una mayor posibilidad de sensibilidad a ciertos agentes antineoplásicos específicos de la fase 5, y por lo tanto una mejor respuesta al tratamiento.
No hay duda de que la leucemia aguda es el padecimiento maligno más frecuente entre la población infantil a nivel mundial. Se ha calculado una incidencia aproximada de 4.5 casos por cada 100 mil niños por año en Estados Unidos, no pudiendo precisar esta incidencia en la República Mexicana. Sin embargo, de acuerdo con los reportes del Registro Histopatológico de Neoplasias en México, elaborado por la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud, las leucemias agudas son los padecimientos malignos más frecuentes en la República Mexicana.
Se ha encontrado una distribución por grupos de edad algo semejante dentro de los primeros 15 años de vida y mayor en el grupo entre los 4 y los 9 años de edad, predominando en el sexo masculino en todos los niños mexicanos con leucemia aguda.
Por otro lado, en las casuísticas internacionales se ha observado que esta enfermedad en la población infantil es poco frecuente en el Oriente Medio y en la parte norte del continente africano. Parecería que en India y China es un poco más frecuente, pero nunca comparable con el resto de los países del mundo.
Además de la necesidad inminente de continuar con la investigación no nada más de las alteraciones biológicas que condicionan la formación de la clona leucémica, es indispensable insistir en los mecanismos genéticos y moleculares que expliquen la proliferación de las células leucémicas.
No hay duda de que los esfuerzos de las instituciones que nos dedicamos al manejo de estas enfermedades ha mejorado significativamente en los últimos 20 años, a tal grado que la sobrevida de un niño con leucemia aguda linfoblástica de riesgo habitual, tratado a nivel institucional, alcanza tasas de curación de 80 por ciento.
Estas cifras son comparables con los resultados reportados en el ámbito internacional; sin embargo, en ningún momento se debe pensar que el éxito para la erradicación de esta enfermedad se ha obtenido, ya que existen muchos paradigmas no nada más en el concepto teórico-práctico qué resolver.
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