Juan Arturo Brennan
El IRCAM en el Centro Nacional de las Artes

En los días recientes, el Centro Nacional de las Artes (CNA) abrió algunos de sus espacios para recibir diversas actividades realizadas por miembros del IRCAM. Estas son las siglas en francés del Instituto de Investigación y Coordinación Acústico-Musical de París, sin duda la institución punta de lanza en todo lo que tiene que ver con la creación musical contemporánea y sus posibles interfases con la tecnología de sonido más avanzada. La primera sesión tuvo como punto focal la interpretación de la obra Lohn, para voz y medios electrónicos, de la gran compositora finlandesa Kaija Saariaho.

Se trata de una puesta en música de textos en lengua provenzal antigua (langue d'oc), cuya ejecución es acompañada de un complejo trabajo de sonidos electrónicos. La parte vocal, de contornos inconfundiblemente contemporáneos, tiene como atractivo principal el contraste entre un idioma arcaico y una visión musical nueva. A diferencia de obras similares en que el ruidismo electrónico oscurece por completo los textos y la voz, Lohn es una pieza marcada sobre todo por el balance exquisito entre ambos vehículos sonoros. Y si bien la parte electrónica contiene algunos sonidos reconocibles, no llegan nunca a lo anecdótico o descriptivo, sino que se mantienen en un plano de abstracción que permite el protagonismo continuo de la voz femenina.

La soprano Donatienne Michel-Dansac ejecutó esta pieza con un alto grado de concentración y ensamble con los sonidos electrónicos, logrando una versión de altísima calidad a la obra de Kaija Saariaho.

En el segundo día se presentó un espectáculo de danza compuesto por dos estupendos dúos. El primero, acompañado por los asombrosos estudios pianísticos de Gyšrgy Ligeti, y el segundo por música original de Heiner Goebbels. Las coreografías de Franois Raffinot, intensas y comunicativas, con un gran peso en el diseño espacial, y ejecutadas por dos parejas de bailarines de primer nivel. De especial interés, el asimilar junto con la danza las diferencias enormes entre las músicas de Ligeti y Goebbels. Este último propuso una pista sonora electroacústica destacada sobre todo por la multiplicidad de niveles constructivos y expresivos a lo largo de su desarrollo.

Al día siguiente se interpretaron cuatro obras para diversas dotaciones sonoras. En primer lugar, Temazcal, del mexicano Javier Alvarez, lúdico y complejo discurso para maracas y cinta, muy bien resuelto por la percusionista Franoise Rivalland. Después, la obra más atractiva de la sesión: Little I, para flauta y medios electrónicos, de Marco Stroppa. Flautas varias, un diseño espacio-temporal rico y complejo, un tino singular para las combinaciones tímbricas reales y virtuales, y una dramaturgia musical de altos vuelos son las cualidades de esta sólida obra, que tuvo en la flautista Catherine Bowie a una intérprete de primera.

La tercera obra del programa resultó quizá el único momento no del todo satisfactorio de la oferta del IRCAM en el CNA. La pieza Los siete crímenes del amor, de Georges Aperghis, es una serie de breves sketches de teatro musical a los que el tiempo no ha tratado con generosidad. Esta pieza, que es de 1979, es buena sólo para un par de sonrisas, y nada más. Voz, clarinete y percusiones aparecen aquí como pretextos para las propuestas escénicas, que si no funcionan individualmente, tampoco son efectivas en su conjunto. Para concluir esta parte de la sesión, otra obra griega, esta sí de un alto valor musical: Psappha, para percusiones, de Iannis Xenakis.

Esta obra, ya clásica en el repertorio del siglo XX, tiene ante todo una carga de energía explosiva, manejada sabiamente por Xenakis a partir de episodios de tensión-distensión y con una hábil distribución de timbres, registros y colores instrumentales. Un intenso y fascinante tour de force, recordatorio de la gran estatura de Xenakis, realizado con fuerza y compromiso por Franoise Rivalland. Este concierto fue complementado por la proyección del gran clásico del cine surrealista, Un perro andaluz, de Luis Buñuel, sonorizada con una pista musical de Martin Matalon. Mezcla de instrumentos y electrónica, esta música para perro tiene sus aciertos fundamentales en reflejar el ritmo vertiginoso de la imagen (sin imitarlo) y en mantenerse plenamente ajena a cualquier intento narrativo o programático.

Además de la calidad de las músicas y músicos involucrados en este ciclo del IRCAM en el CNA, hay que mencionar el muy alto nivel de la sonorización y la organización escénica, que no suelen ser muy buenas en esos espacios.