El largo comunicado divulgado ayer por el Ejér-cito Zapatista de Liberación Nacional pone fin al silencio de meses en que se mantuvo la dirigencia de esa organización y que, en diversos tonos y con diferentes matices, fue considerado como uno de los factores que impedían la reanudación del proceso de paz para Chiapas. El documento, signado por el subcomandante Marcos, no es sólo un manifiesto político sino una toma de posición ante la situación nacional e internacional, y amerita, por ello, de análisis detenidos e igualmente extensos.
A pesar de que el comunicado zapatista se refiere al gobierno en términos durísimos, cabe señalar que el hecho mismo de que el EZLN ponga fin a su prolongado silencio debe ser visto como un hecho positivo en el escenario nacional, tan escaso de buenas noticias.
Es indudable que en Chiapas el panorama político y social se ha degradado de manera continua desde el rechazo del gobierno federal a la propuesta elaborada por la Cocopa para dar un formato legal a los acuerdos de San Andrés, hace ya 20 meses. Esa degradación se aceleró a raíz de la matanza de Acteal, en diciembre del año pasado, y en el primer semestre de 1998, a consecuencia de las cruentas incursiones policiaco-militares para desmantelar los municipios autónomos zapatistas, de la disolución de la Comisión Nacional de Intermediación, forzada por la hostilidad de los poderes públicos nacional y estatal, y del perceptible endurecimiento en las palabras y en las acciones oficiales. Al mismo tiempo, el silencio de los insurrectos y las persistentes descalificaciones gubernamentales redujeron el margen de acción y debilitaron a la Comisión de Concordia y Pacificación, única instancia que ha proseguido de manera sistemática, contra viento y marea, los esfuerzos por encontrar vías de entendimiento, canales de comunicación entre las partes y fórmulas que permitan destrabar el estancado proceso pacificador.
En este contexto, un dato fundamental en el documento titulado México 1998. Arriba y abajo: máscaras y silencios es el reconocimiento a la labor desempeñada por la Cocopa y el propósito de mantener un trato respetuoso con esa instancia del Poder Legislativo.
Finalmente, debe reflexionarse sobre el hecho de que las palabras, por duras y ácidas que resulten, serán siempre preferibles a las acciones violentas de cualquiera de las partes. En este espíritu, cabe esperar que la Cocopa, los partidos políticos, las organizaciones sociales, los medios de comunicación y la ciudadanía en general logren que las expresiones de las partes en conflicto vayan transformándose en forma paulatina en un nuevo diálogo que permita encontrar las soluciones de paz con justicia y dignidad que Chiapas y el país requieren con urgencia.